Capítulo 7

262 34 5
                                    

PRESENTE

Abrí los ojos en la penumbra de la noche al sentir un terrible dolor de espalda.

Este embarazo iba a acabar conmigo...

Me giré en busca de una posición cómoda hasta que mis ojos toparon con la figura de Dorian al otro lado de la cama.

¿Qué hacía despierto?

-¿En qué estás pensando? –Pregunté acurrucándome contra él para apoyar la cabeza en su pecho.

-En nada. Sigue durmiendo.

-En realidad no puedo... -Murmuré sintiéndolo respirar fuertemente. – Estás... ¿Enfadado?

-No. ¿Por qué estarlo? No me afectan para nada las palabras que pueda decir un niñato como ese. Sin embargo, no entiendo que hace mi hermana con él. La creía más inteligente. –Me encogí de hombros sin saber que responderle. –A veces no la entiendo, de verdad, y no será porque no se lo he dicho durante años. Desde que cumplió dieciséis no ha dejado de llevar a chicos a casa, pero a cual peor...

-¿Dieciséis? –Repetí un tanto asombrada.

-Sí, dieciséis. Es la edad normal en la que suelen empezar las citas para los adolescentes. No es tu caso, lo sé, pero fue el de mi hermana y yo no estaba muy contento que digamos.

-Hmm... –¿Y qué le ponía contento a él? –¿Y tu madre no decía nada?

-No, ella es de las que les abre las puertas de casa a todo el mundo y luego habla cuando se marchan. Sin embargo, yo...

-Tú no. –Reí por lo bajo sintiendo un beso en mi cabello.

-No, yo no. Sabes que no puedo callarme cuando hay algo que no me gusta. Menos cuando se trata de mi hermana y el rol de figura paterna que he ejercido con ella.

Me mantuve en silencio divagando en mis pensamientos.

Miranda Beaumont-Gauter se quedó viuda muy temprano por circunstancias de la vida.

Joselyn era muy pequeña por ese entonces, por eso Dorian se había visto con la responsabilidad de ejercer de padre para ella.

-Tu hermana está en busca de su alma gemela...

-Por favor. No me digas que crees en eso.

-¿Y por qué no? –Alcé la cabeza intentando mirarlo entre la oscuridad.

-Porque todo el mundo sabe que eso es muy poco probable que ocurra. ¿De verdad crees que con todas las personas que hay en el mundo una está destinada a estar con la otra? Permíteme que lo dude.

-¿No crees que nosotros estábamos destinados a estar juntos?

-No. –Aseguró haciendo que mi corazón se quebrara un tanto decepcionado. –Ambos sabemos por lo que tú y yo estábamos destinados a estar juntos, y precisamente no era por el amor, Leanne. Así que deja de montarte películas inexistentes en tu cabeza.

-N-no me gusta que hables así...

-No, lo que no te gusta es oír el verdadero motivo de nuestra relación, y es comprensible, pero también es una realidad que no se puede evitar. –Me incorporé en el colchón queriendo alejarme de allí lo máximo posible.

Tenía razón. No sé equivocaba en lo que decía y rara vez lo hacía, pero yo no podía evitar que me doliera al oirlo hablar así.

Me avergonzaba el motivo de nuestro prematuro noviazgo, de nuestra boda...

Me avergonzaba saber cómo mis padres habían tenido la conciencia muy tranquila haciendo lo que me habían hecho, para lo que me habían criado desde que tenía uso de razón.

Pero de lo que no me avergonzaba era de lo que habíamos vivido desde que nos habíamos conocido. No me avergonzaba de quererlo ni de creer en el amor.

-¿A dónde vas? –Lo ignoré poniéndome la bata de seda. –Eh, Leanne. 

-¿Qué? No pienso quedarme a oír también como dices que nuestro bebé no es fruto de nuestro amor.

-Yo no he dicho eso. –Me detuvo por el brazo para que lo mirase. –No pongas palabras en mi boca que yo no he dicho.

-No lo habrás dicho así, pero casi que es lo mismo.

-No lo es. Qué nuestra relación no haya sido verdadera no significa que nuestro bebé tampoco lo sea. ¿O ya olvidaste lo que nos costó concebirlo? –Negué con la cabeza evitando su mirada.

¿Cómo iba a olvidarlo? Había perdido la cuenta de todas las pruebas que nos habíamos realizado para dar con el motivo de la causa. De todos los métodos naturales habidos y por haber que practicamos. De las cuatro pérdidas anteriores...

-Eh... –Alzó mi cabeza por el mentón. –Que no crea en las almas gemelas ni en esas cosas no significa que no te quiera o no quiera al bebé. Por favor, llevamos cuatro años viviendo bajo el mismo techo.

-N-nunca lo dices...

-¿El qué?

-Qué me quieres... –Murmuré un tanto avergonzada.

-No hace falta decir algo de lo que ya se tiene conocimiento. 

-¿Ah, sí? Porque una relación no funciona sin comunicación, y últimamente nosotros no estamos teniendo mucha...

-¿Eso crees? –Asentí con la cabeza bajo su atenta mirada. –Ya sabes cómo soy, Leanne. Sabes que nunca he sido una persona de demostrar mis sentimientos con nadie. He tenido que madurar antes de lo esperado para sacar a mi madre y hermana adelante. ¿Qué hubieran hecho ellas sin mí cuando mi padre murió? Necesitaban seguir con sus vidas y yo era su único apoyo para conseguirlo. 

-L-lo sé...

-Entonces no me eches en cara cosas que ya sabes, Leanne. Puedo entender que no te guste mi forma de ser, pero a estas alturas ya no puedo cambiarlo.

Moneda De Cambio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora