Capítulo 2

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PASADO

-Deje que la ayude, señorita Leanne. –Maurice, el mayordomo que acababa de presentarse, me quitó el equipaje de las manos antes de seguir hacia la entrada de aquella gran mansión.

La suerte ya estaba echada y aquí me encontraba. Frente a mi futura casa.

-El señor aún no ha llegado. Tiene otros compromisos laborales que atender, pero me pidió que me encargara personalmente de usted, y que le enseñara la casa al completo. – Asentí no queriendo ser descortés y rodar los ojos.

Lo más lógico y normal sería que "el señor de la casa" estuviera presente ante mi llegada y me resiviera, pero bueno...

Maurice me guió por el interior de la casa como pez en el agua. Debía llevar años trabajando allí para conocerlo todo de pe a pa.

Sobra decir que la mansión era enorme. Podría perderme allí perfectamente como si de un centro comercial se tratara.

El lugar más llamativo de la casa era sin lugar a dudas la gran explanada de jardín trasero que había. Toda la casa estaba rodeada de árboles silvestres dándole un aspecto de fortaleza imperial, y eso me gustaba. Te hacía sintetizarte con el bosque a pesar de estar dentro de un complejo privado.

En mi vida había pisado una casa así de elegante y majestuosa, pero estaba más que preparada para vivir en ella.

Maurice me presentó también a todos los empleados que habitaban allí. Porque sí, la explanada tenía tantos metros, que los empleados del hogar tenían sus propias casas al otro lado de los árboles.

No aseguraba quedarme con todos los nombres desde el primer día, pero me los aprendería muy rápido si tenía que convivir con ellos.

Ninguno puso una mala cara ante mi presencia, todos y todas parecían contentos con mi llegada.

Sobre todo una de las chicas encargadas de los quehaceres del hogar, Grettel, creo recordar...

-Bueno, dejo que se instale cómodamente en su habitación. Si me necesita, tiene un interruptor auxiliar junto a la cabecera de la cama que conecta con la cocina. Uno de nosotros vendrá a su encuentro.

-Gracias. –Respondí antes de que se retirara dejándome sola en la habitación.

Qué digo habitación, este dormitorio era tan grande como un piso de cincuenta metros cuadrados. Incluso frente a la cama había un arco abierto que conectaba con un pequeño salón amueblado por un sillón y una mesa de comedor.

Suspirando, entré al marco sin puerta que había en la pared descubriendo un gran y amplio vestidor blanco. Una parte estaba ocupada por ropa y accesorios de hombre mientras que la otra estaba repleta de vestidos y prendas femeninas.

¿Me habían comprado ropa sin saber siquiera mis tallas o gustos?

Sí, por supuesto. Y probablemente también se sabían mis tallas, estaba segura que mis padres se habían encargado de que fuera así.

A pesar de todo lo que había allí, me dispuse a colocar la ropa que había traído en mi maleta.

Me sentía una extraña invadiendo la privacidad de otra persona. Tocando y oliendo sus cosas sin él estar presente, pero al fin de cuentas, compartiríamos estancia y así debía ser.

De pronto, el teléfono fijo que había en una mesita junto a la puerta hizo que me sobresaltara.

¿Por qué sonaba? ¿Quién estaba llamando?

-¿Diga?

-Soy Maurice, señorita Leanne. El señor llamó avisando de que llegaría más tarde. ¿Le gustaría cenar en el comedor o en su propia habitación?

-¿No vendrá? –Pregunté en voz alta un tanto confundida.

¿No se suponía que teníamos que conocernos esta noche?

-Lo hará, pero más tarde.

-Hmm... Si tengo que comer a solas, que sea aquí, Maurice.

-Lo que guste, señorita. –Colgó sin añadir nada más dejándome con mal cuerpo.

No era así como me había imaginado que sería mi primera noche aquí.

Mamá me había hablado de que el señor Beaumont podría llegar a ser una persona fría, muy serio y sin una pizca de buen humor, pero nunca podías juzgar a un libro por su portada. Y aunque me hubiese gustado que estuviese aquí, que nos conociéramos y que charlaramos un poco, tenía que seguir sin juzgarlo hasta que me demostrara lo contrario. 

¿Llegaría más tarde?

Pues muy bien. Iba a esperarlo para presentarme formalmente. No me metería en la cama hasta que no lo conociera en persona.



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