Capítulo 23

320 37 1
                                    


PRESENTE

-¿Estáis contentos de descubrir pronto que será?

-¡Por supuesto que lo están! – Respondió Joselyn por nosotros dejando la servilleta de tela sobre la mesa, junto a su plato vacío. –¡Pero queda terminantemente prohibido saberlo hasta el día de la fiesta! ¿Eh, Dorian? Lo digo muy en serio.

-¿Y por qué me lo dices a mí?

-Porque eres el controlador de los cuatro. –Reí sin poder evitarlo ante la cara que había puesto Dorian. –Y tú, Mason, ni se te ocurra incitarlo a que lo haga.

-Pero que mal concepto tienes de nosotros, niña... –Joselyn le sacó la lengua muy maduramente por su parte.

Los cuatro nos habíamos enzarzado en una cena no planeada.

Mason ya estaba aquí cuando Joss había llegado sobre la hora de la merienda. Según ella, había venido para ponerme al día sobre su vida amorosa.

Su sorpresa fue encontrarse con el hombre que le robaba suspiros y era el mejor amigo de su hermano.

-Hmm... Por cierto, se me había olvidado sugerirte que fueras buscándote una asistenta personal nueva.

-¿Y eso por qué?

-Digamos que Lauren... No cumple bien con su trabajo. –Dejé mi copa de agua a un lado prestándole atención. – Su actitud hacia sus compañeros no es la correcta. Además, ya es la segunda vez que hace algo como esto.

-¿Y cuál es la primera? –Quiso saber Dorian intrigado. Mason me miró.

-¿No se lo has contado? –Negué con la cabeza.

-¿Contarme qué? –Muy bien, Mason, gracias por arruinarme la noche.

-Leanne se hizo pasar por una becaria para ponerla a prueba. Y me temo que el resultado no va a gustarte nada.

-¿Qué hiciste qué? –La mirada que me dio Dorian no me gustó nada. – ¿Cuándo fue eso?

-La última vez que fui a verte...

-Ahora entiendo mejor a qué venía todo aquello de que tuviese como asistente a un hombre. –Me encogí de hombros sin saber que más decir.

-En su defensa, he de decir que a mí tampoco me gusta Lauren. Tenías que haber visto la cara que se le quedó a la pobre cuando descubrió quién era Leanne.

-A mí no me hace nada de gracia, Mason. –La silla chirrió al ser arrastrada hacia atrás. –Que sea la primera y última vez que se te ocurre hacer algo así, Leanne.

-Tampoco es para tanto, Dor... –Quiso defenderme su hermana, pero él ya se había alejado rumbo hacia el jardín trasero. –¿Y ya está? ¿Se enfada por una bobería?

-Se enfada por muchas cosas... – Murmuré suspirando mientras que me acariciaba el vientre. –Ya se le pasará. No importa...

-¿No importa? ¡Debería importar, Leanne!

-No te metas en temas de parejas, Joss.

-¡Pero es mi hermano! Y si de verdad está enfadado por esa chorrada, ¡tiene un serio problema! Leanne no tiene la culpa de la incompetividad de su asistente.

-Te lo agradezco, Joss, pero ya está... –Murmuré poniéndome de pie. – Gracias por quedaros a cenar también, pero ahora debo descansar...

Los acompañé hasta la salida a pesar de las quejas que Joselyn iba despotricando contra su hermano.

Por mi parte, caminé hasta el jardín descubriendo a Dorian sentado sobre uno de los sillones fumando un cigarrillo.

Quise decirle que lo dejara y subiera conmigo, pero la mejor opción era dejarlo allí solo con sus pensamientos.

¿Para qué molestarme? No tenía ganas de estar discutiendo a estas horas.

Suspirando, puse rumbo hacia la planta superior. Me metí en la cama nada más llegar buscando algo de paz, pero mi deseo no se cumplió.   

-¿Cómo se te ocurrió hacer tal cosa?

-Tampoco fue para tanto, Dorian. Además, tengo una justificación razonable.

-¿Cuál?

-Una que no pienso darte. –Le di la espalda quedando de cara a la pared de la ventana. –Buenas noches.

-No hemos terminado de hablar.

-Sí que lo hemos hecho.

-Esto es increíble. –Lo oí protestar.

-Lo que es increíble es que no te hayas dado cuenta de la clase de persona que es esa mujer. Los de recursos humanos deberían de investigar mejor los perfiles.

-¿Qué insinúas, Leanne? Porque no me está gustando ni un pelo si es lo que me imagino.

-Piensa lo que quieras, Dorian. Ahora voy a dormir. Quiero dormir.

-¿Y luego eres tú la que se queja que no tenemos comunicación? –Volví a suspirar.

-Esto no va así. No podemos tener comunicación solo cuando a ti te apetezca. Y ahora te pido por favor, que me dejes dormir tranquila.

Por un momento creí que volvería a quejarse, pero no lo hizo. Mantuvo silencio hasta que oí la puerta del baño cerrarse.

Eso es. Con una ducha de agua fría se le pasaría la rabieta nocturna.

Si alguien me hubiera dicho que el matrimonio incluía tantas peleas...

Moneda De Cambio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora