Cap 49: La Diadema Plateada

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La noche anterior la barrera del Campamento permitió que la tormenta arrasara con el bosque por lo que, la humedad aún se sentía fresca en la madrugada y a Thalia no le molestaba en realidad. Supuso que la lluvia, en cierto modo, la reconfortaba.

Avanzaba despacio sobre lo que quedaba de las hojas caídas sintiendo el barro en la suela de sus botas y solo se detuvo hasta que llegó a la entrada de piedra caliza con un fino borde metálico. Se bajó la capucha y en medio de la oscuridad, la diadema plateada parecía brillar como un triste recordatorio.

Antes de entrar, dejo su arco y continuó hasta el fondo del pequeño recinto mientras el camino era iluminado por un débil fuego griego repartido en antorchas que delimitaban pasillos de graba separándola del pasto que mantenían bien cuidado.

(...)

—¿Seguro que es un buen lugar? —preguntó mientras débiles brumas oscuras hacían un espacio entre el valle escondido.

Hades la miro, concentrado en sus propios movimientos, sin saber que responder.

—Eres la última que recuerdo, Thalia Grace—murmuró en cambio—Jamás creí que se sentiría tan pronto—admitió y por un momento, la semidiosa creyó reconocer el dolor de un padre en la voz de un Dios Olímpico.

—Jamás desee volverlo a sentir.

(...)

—¿Sabes Nico? —preguntó a la soledad una vez llegó a las delgadas columnas construidas que estaban al fondo—Tu padre siempre me dijo que el lugar te gustaría.

Miró al frente y el nombre de Nico di Angelo estaba labrado en una chapa de plata junto al símbolo divino de su progenitor. De eso, ya habían pasado cinco años.

A la derecha, un poco más ostentoso, estaba el nombre de su hermano que al final, al ser más griego que romano, había decidido descansar en el Campamento Mestizo junto a las labradas hojas doradas de laurel que los romanos habían traído hace quince años. Y, justo en el medio, con débiles resplandores azules, el nombre de Perseus Jackson aún se sentía reciente.

Thalia suspiro, casi agotada.

(...)

Percy se removió inquieto sobre la pradera.

—¿Puedo pedirte algo Thalia?

La cazadora, que aun limpiaba las flechas que le quedaban, lo miro firmemente con ese característico brillo.

—Dímelo, Percy.

El hijo de Poseidón le sonrió con tristeza y se sacudió el rostro.

—Somos los últimos, —dijo entrecerrando los ojos, las arrugas a su alrededor saltaron a la vista—no quiero pensar que te quedaras sola.

Thalia quiso llorar. Es cierto, su primo, como ella solía decirle, ya tenía más años de lo que recordaba y el cansancio de su juventud parecía pesarle cada vez más sobre la espalda.

Pero ella, siempre tendrá quince inmortales años.

Ahora parecía entender la decisión que tomó el Héroe del Olimpo hace ya bastante tiempo ante el Concejo una vez la guerra había terminado.

—No seas idiota, no estaré sola—murmuró viendo el atardecer—estaré con la caza y Quirón, él siempre estará allí.

—Lo sé.

Luego Thalia se dio cuenta de lo que Percy quería darle a entender.

Lo miro, con sus ojos relampagueando.

—Pero tú, —lo apunto con su arco, decidida en lo que decía—tú estarás con quien siempre has estado, aquí y allá en el Eliseo, estarás bien.

Percy soltó lo que tenía agarrado desde hacía años. Miedo.

—No estarás solo, Percy.

(...)

—Pero a ti, Cara de Pez, te querían mandar para el fondo del océano— se rio de su propia broma—Así jamás podría visitarte, además, estarías lejos de Annie.

La delgada y plateada columna brilló en respuesta, el nombre de Annabeth Chase ya tenía dos años en ese lugar.

—Sin embargo, —de su chaqueta sacó una bolsa de cuero—tu padre te manda, siempre que puede, el recuerdo de tus dominos— y dejó caer una pequeña cantidad de agua del mar sobre los pies de la tumba—Ahora no te sentirás lejos de casa. Por favor, cuida de Jason y dile a Nico que su chaqueta es mía.

(...)

Nico la sobresaltó en medio de la noche. Escondidos en una cueva bajo la tenue luz de la fogata.

—Thalia—susurró mientras hacia el esfuerzo de sentarse un poco—Thalia, por favor—repitió, temiendo que no la escuchara—Tanatos me espera. Mi padre ha llamado por mí.

Finalmente, después de haber acabo la misión de manera exitosa, el veneno que no podían detener empezaba a llevarse el alma del hijo de Hades.

—Debes estar bromeando—dijo la cazadora al borde de las lágrimas—No puedo hacer esto sin ti, maldito maíz.

El pelinegro soltó una carcajada que pronto fue detenida por sus propios pulmones magullados. Pronto, ambos estuvieron envueltos en el calor familiar que habían construido con el paso de los años.

—Los dioses fueron buenos al darme una muerte rápida—admitió mientras tomaba las manos de su prima—Pero siguen siendo unos cobardes y canallas.

Ambos miraron con burla y desafío el relámpago que atravesaba el cielo.

—Prométeme que seguirás viviendo, —pidió en un susurro—no vamos a dejarte sola, estarás bien. Estaremos contigo y nos veremos algún día, Cara de Pino.

Thalia solo quería sonreír.

—Te veré pronto, Thalia—dijo cuando sentía las manos de Tanatos sobre las suyas—Te estaremos esperando.

(...)

Ahora que todos habían partido, Thalia visitaba regularmente el mausoleo que tenían en el Campamento Mestizo. Y de manera ocasional, sentía a aquellos que una vez decidió llevar consigo para siempre en su memoria.

Se agachó y limpio las malas yerbas, dejó algo de ofrenda a los dioses y, por último, pasó un paño limpio sobre la fina caligrafía que había trazado Hefesto al momento de hacer las placas. Fueron más de diez nombres.

Dolorosas historias, trágicas hazañas, pero siempre había visto una sonrisa en el rostro de cada uno, aunque en Nico no era tan seguido. Él sonreía de verdad cuando había momentos de felicidad genuina. Thalia siempre lo recuerda, los recuerda a todos.

Limpio su rostro y al salir, Quirón la esperaba con una sombrilla bastante grande para un centauro y una semidiosa.

—Deberías quedarte un poco más, —dijo cuando la vio ajustar las correas de su arco— habrá chocolate caliente en la noche.

—Regresare para la cena—dijo—iré con mi Señora un momento.

—Ve con cuidado Thalia.

La hija de Zeus creyó tener un viejo recordatorio.

—Regresare para la cena, —repitió con una mirada cargada de confianza. Quirón se sorprendió al ver lo perspicaz que se había vuelto esa niña rebelde de hace mucho tiempo—y te acompañare esta noche.

Pronto, la teniente de las Cazadoras de Artemisa partió dejando atrás a su maestro en la entrada al lugar de descanso de sus otros estudiantes.

—Ella estará bien—dijo alguien más al lado del centauro—Siempre vuelve.

Quirón suspiro, casi agobiado.

—Lo sé, Señor D—se resignó—aunque empiezo a temer el día en que no lo haga.

One Shots: Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora