Cap 3: "Podemos intentarlo de nuevo"

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Al abrir la puerta de nuestro pequeño hogar en Nueva Roma, espere verla con una radiante sonrisa y recibir un "¿Cómo te fue cielo?" o algo similar a todos los días. Sin embargo, esta vez no fue así, ni las anteriores a hoy y ni las anteriores de las anteriores.

Odiaba verla en aquel estado, tan frágil y vulnerable. Tan débil a la realidad.

Suspire. Estaba agotado, había sido un largo día en el senado.

Deposite las llaves en la mesita de madera negra y colgué el abrigo en el percho, era principios de otoño y el frio ya se hacía presente. Me dirigí al corto pasillo que conducía a la sala de estar, deje mis pertenencias en el sofá y mi vista recorrió cada rincón del lugar, ahí no la encontré. Me dirigí al interior de la vivienda para poder buscarla en las recamaras, no estaba en ninguna; pase por la cocina y tampoco se encontraba. El silencio sepulcral que habitaba el lugar empezaba a incomodarme, además la desesperación aumentaba a cada paso.

Finalmente me decidí a salir al patio trasero. La suave y helada brisa de la tarde revolvía su moreno cabello rizado, algunos rayos del sol le daban de lleno al rostro, mantenía una expresión serena y sus grandes minas de oro se encontraban cerradas. Sin embargo el camino que recorrieron las lágrimas aún seguía ahí, no había desaparecido. Eso me rompió aún más.

Me acerque con pasos lentos a su pequeña figura, y me acomode hasta poder quedar a su altura. Sus manos estaban entrelazadas fuertemente, las tome entre las mías y fue ahí cuando abrió esos bellos ojos dorados, estaban opacos y rojizos.

-Frank-su voz era ronca y débil- Hola-hizo un intento de sonrisa, por poco lo lograba.

-Hola cielo- le dedique una tímida sonrisa. Dirigí sus manos a mis mejillas, estaban heladas- ¿No tienes frio Haz?

-No-bajo su mirada a su regazo y dos pequeñas gotas de agua cayeron.

-Vamos adentro cariño- ella se levantó del asiento blanco e inmediatamente la tome en mis brazos, no opuso resistencia alguna.

-¿Qué haces?- me regresó una mirada algo confundida. Sin embargo no cambie mi rumbo a la cocina.

-Prepararé algo de malvaviscos con chocolate caliente. ¿Te parece Haz?- di la vuelta y la observé. Estaba sentada en la barra de la cocina, justo el lugar en el que la había dejado unos segundos atrás, su mirada yacía en el suelo y sus manos entrelazadas de nuevo, su cabello había sido recogido y varios rizos rebeldes se escapan del moño adornando su opacado rostro.- ¿Quieres ayudarme?-le pregunté suavemente, por primera vez en el día me miro directo a mis ojos, el ameno de una pequeña sonrisa se dibujó en sus delgados labios.

-Seguro Frank- se puso de pie en un ágil movimiento y se situó a mi lado- Sacare la leche y el chocolate... ¿Puedes ir por los malvaviscos cielo?-abrí mis ojos a mas no poder, extrañaba esos bellos apodos por mas cursi que sonara. Los espere por tanto tiempo.

-Por supuesto Haz- le di un beso rápido en su mejilla, me dispuse a salir cuando escuche su voz de nuevo.

-No tardes.

-Tranquila, volveré pronto. Lo prometo- le asegure antes de poder salir de casa.

Deje escapar una suave carcajada cuando ya me encontraba lo suficientemente lejos para que pudiera oírme.

Estaba bastante emocionado y nervioso a la vez, el cambio tan repentino de Hazel me preocupaba pero aun así una parte de mi cerebro festejaba por ello; era un gran paso para ambos en especial para ella, luego de permanecer en depresión por un par de semanas, de dormir poco y comer menos, de permanecer horas sentada en el patio trasero llorando en silencio, de pasar cada noche en el baño mientras gritaba de frustración o de despertar en la madrugada por las horribles pesadillas que la consumían cada vez más. Trataba de ayudarla, trataba de animarla...Quería ser fuerte por ella pero habían momentos en los que yo me derrumbaba. 

Sin embargo ahora...toda ella había cambiado, poco pero lo hacía.

"Después de la tormenta viene la calma", seguiré confiando en la vieja frase de los mortales. Espero que no se equivoque.

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Cuando crucé por segunda vez la puerta de la residencia reconocí de inmediato el suave olor a chocolate y vainilla, esa era su esencia que invadía cada rincón de nuestro hogar llenándolo de calor nuevamente. De nuevo una sonrisa se escapó de mis labios.

Al llegar a la cocina ella se encontraba de espaldas. Su silueta la recorría con movimientos precisos y determinados mientras tarareaba alguna canción que instantáneamente la reconocí como Stars Fell On Alabama.

-No tardaste.

-Prometí que no lo haría.

-¿Trajiste los malvaviscos...

-...Pequeños y coloridos? Si Haz, dos paquetes-una sonrisa se dibujó en sus labios, una sencilla y hermosa sonrisa que había esperado por tanto tiempo por fin llego.

De inmediato la rodee con mis brazos, protegiéndola y confiando en que no fallaría de nuevo. Pequeños temblores provenían de su frágil cuerpo acompañado de dos delgados ríos que descendían por sus mejillas, sin embargo sonreía-Te extrañe-le susurré a su oído-Te extrañe demasiado Haz.

-Yo igual...Lo siento, Frank lo siento tanto-los temblores incrementaban-Fue mi culpa, yo no debí...

No pude evitar las delgadas gotas de agua salada que se derramaban cada vez más por mis mejillas. En ese momento el temible recuerdo surco mi mente, estancándose y reproduciéndose una y otra vez como una vieja película.

-¡¡¡¿Papa?!!!...¡¡¡¡Papa!!!!

-¡¡¡SAMMY!!!

-¡¡¡MAMA!!! ¡¡¡PAPA!!!

Explosión. Una fuerte explosión. Muchas rocas cubrieron la entrada. Cubrieron la única salida. Él estaba adentro. Sus gritos se apagaron. Habíamos llegado tarde.

Él se había ido para siempre...

Había perdido algo importante aquel día. Sammy se nos fue arrebatado de nuestros brazos, era tan pequeño y frágil, tan inocente al verdadero mundo que lo rodeaba. Simplemente se fue dejándonos destruidos, rotos y a la deriva de un mar de dolor puro mientras nuestro pobre bote era atormentado por inhóspitas tormentas de sufrimiento.

-No Hazel- la corte-no es tu culpa linda, sabes que no lo fue. Jamás lo seria. ¿Me entendiste? Jamás.

Me miró fijamente con sus grandes ojos dorados llenos de lágrimas mientras asentía de manera lenta. Incline mi rostro y rozamos nuestros labios hasta que fueron fundidos en uno solo, era lento y pausado, era dulce y amargo lo que hacía una rara combinación que disfrutaba, el tiempo parecía escaparse de nuestras manos, se detenía a nuestro alrededor y volvía a marchar a toda velocidad, solo éramos nosotros en nuestro pequeño mundo. Era nuestro pequeño momento.

Maldije al oxígeno y la debilidad de nuestros pulmones.

No quería dejarla, no ahora. Me necesitaba y yo a ella. Nos completábamos cuando estábamos juntos, nuestra unión hacia nuestra propia fuerza sosteniéndonos a ambos para no ser llevados por el viento fuerte de la vida.

Uní mi frente a la suya encajando a la perfección.

-Está bien-respondió tan bajo que apenas pude percibirlo.

-Está bien-acorde junto a ella.


One Shots: Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora