Cap 31: Problemas II

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Su pecho ardió en llamas logrando que su respiración se intensificara. Lo hacía demasiado rápido, como si el aire no le llegase a sus pulmones.

La agonía empezaba a quemarle.

Las sirenas armonizaron su delicada voz destrozando una vez más su cordura.

Ellas lo hundían, lo hundían en la profundidad del océano donde perdía el control.

De repente, recordó. Recordó todo.

El asqueroso olor de las latas de cerveza parecía más vivo que nunca. Gabe el Apestoso apareció luciendo su más macabra sonrisa que luego fue remplazada por los alaridos de placer al ver como los monstruos perseguían la joven vida del semidiós...

La tierra más allá de los dioses lo recibió gustoso. Recordar cómo casi perece bajo las profundas capas de agua espesa y marrón sin poder hallar un consuelo en lo que alguna vez llamo tranquilidad y comprensión...

Esto último logro arrancarle el primer lamento en la noche logrando así, que el sudor le perlara la frente al soportar el arduo dolor de su pecho, le quemaba.

No podía respirar.

Se estaba ahogando...

Necesitaba ayuda...

Ayuda...

Se aruño con desespero.

Sufría sin compasión...

Se lo merecía... después de fallarle a tantos y atentar contra la vida misma...se lo merecía.

No quería continuar.

Quería que todo acabase.

Quería rendirse.

¿Por qué seguía vivo?

Se sintió caer...el frio le asechaba su cuerpo, no podía sujetarse de nada. Estaba solo.

Finalmente, un tempano enorme de hielo le golpeo como un tren furioso...no, miro a su alrededor y supo que estaba equivocado; no era hielo, porque, como un viejo retorcijón dentro de sus entrañas, sentía la furia de la fría corriente al resistirse a su control. Se desesperó porque lo perdía todo, de nuevo.

Ahogo un grito.

¿Por qué seguía vivo?

De nuevo se estremeció, pero no por el frio Rio del Inframundo donde los lamentos se ahogaban, no; era diferente. Sin pensarlo, y con un movimiento mecánico, se aferró a su pluma y libero el tapón a una velocidad impresionante.

—­ ¡Percy! — escucho su nombre. Conocía esa voz, sabía quién era.

Entonces, ¿Por qué no despertaba?

—Percy...— esta vez su voz contenía inseguridad en bajos murmullos— Despierta por favor.

Y de nuevo, se estremeció y fue ahí cuando noto que le agarraban con fuerza uno de sus brazos con manos heladas y suaves.

Annabeth.

Finalmente, recobro su sentido y se dio cuenta de lo que estaba haciendo.

La espada de bronce celestial repiqueteo en el suelo de la cabaña luego de estar apuntando sin titubear el cuello de la rubia por unos largos segundos. Allí, donde el filo atroz de aquella arma mortal toco a la hija de Atenea había una delgada línea roja escarlata, Percy se alejó de inmediato como si solo el hecho de estar cerca a ella le quemase desde el fondo del alma.

One Shots: Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora