Cap 18: Hospital

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Deje el abrigo en el asiento del copiloto y apague el motor deteniéndome en la parte del parqueadero exclusivo. Salí de inmediato para sentir la suave brisa del atardecer a finales de primavera, era cálido por lo que una delgada sonrisa llego de manera inconsciente.

Suspire al mismo tiempo que revisaba si las llaves no las había dejado por accidente, de nuevo, en el contacto del auto con la puerta cerrada además, del delgado anillo plateado en mi dedo meñique...el nombre de Bianca reboto de nuevo en mi memoria de hace más de diez años. Era sorprendente que el dolor aún se mantuviera fresco tras largos inviernos en los que en mis peores sueños llamaba por el nombre de mi hermana pidiendo sus pálidos brazos junto a su aroma a sándalo pero siempre obtenía el mismo resultado, oscuridad y dolor...

Sacudí rápidamente mis pensamientos para dirigirme a la entrada al interior del edificio blanco e ingresar a los pasillos en donde cada respiración la muerte se sentía como la leña recién cortada, fresca y dulce lo que extrañamente me era una situación bastante cómoda.

Seguí el camino al fondo del pasillo mientras las paredes blancas eran la fiel sombra bajo el sol artificial con el delgado tacón de la bota resonando en el suelo de mármol blanco haciendo eco tras cada paso; solo era el silencio alterado como un estanque en calma...

Tras unos cortos pasillos más, Alan, un hombre de media edad, portaba una sonrisa cariñosa tras el grueso bigote con rastros de lo que una vez fueron mechones castaños oscuros. Me miro detenidamente como todas las tardes, o la mayoría de ellas, y me dio un asentimiento como autorización para continuar con mi ya habitual camino a través de las plantas bajas del Hospital Presbiteriano de Nueva York.

Tome el ascensor en completo silencio para dedicarme a chequear el cuello de mi camisa y desajustar el nudo de la corbata para que luego de un instante, la puerta se abriese en el cuarto piso del plantel de salud.

El consultorio era uno de los primeros en el pasillo, justo a la mano derecha con la madera clara brillando levemente junto a la característica placa de bronce con un título que rezaba "Dr. Solace" con una digna caligrafía de antaño. Suspire y de nuevo alise mi camisa negra para seguir la mirada a la punta de mis zapatos quienes relucían a pesar del día culminado. No golpee, lo que ya era un hábito.

El, como era de esperarse, levantó rápidamente sus hebras doradas para darle paso a su bronceada tez estampadas de pecas y las grandes esferas celestes que simplemente podrían pasar como un trozo del cielo en verano acompañado de blancas perlas que parecían intensificar su brillo tras los segundos en marcha.

Le devolví el gesto retorciendo los dedos con algo de nerviosismo por los elefantes esqueléticos que parecían tener una fiesta exclusiva en el fondo de mi estómago con algo de Rock. Demonios pensé El y su jodida sonrisa; baje torpemente mi mirada y cruce la casi inexistente distancia entre ambos, él se alejó levemente del escritorio de caoba y se colocó en pie.

Su uniforme, algo desaliñado, dejaba en claro las treinta y seis horas de turno que le habían correspondido en aquella agotadora semana quedando aún más recalcado en las bolsas oscuras bajo sus celestes luceros.

Total, demasiado tiempo en la soledad acompañado por libros de filosofía y belleza estética por permitirme ser un completo Romeo anticuado de los siglos XX con espíritu de muerte y oscuridad, eso y el drama por mis propios pensamientos. O simplemente era el, Will, a pesar de su agotado rostro la felicidad brotaba a borbotones como haces de luz por cada poro de su brillante y esplendido ser...

Oh Dioses, pase una mano por la mata de pelo azabache, estoy perdiendo mi sentido.

-¿Ocurre algo?- la pregunta fue acompañado de un ceño de cejas rubias fruncidas levemente.

One Shots: Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora