12

97 2 0
                                    

Esa noche soñé con la seño Ana. No sé si fue la primera vez que soñé con ella o si me había olvidado de los otros sueños, pero de ella, nunca. Aunque los años hubieran pasado y yo crecido un montón, esa noche la vi mucho más alta que yo, como siempre. Me preguntaba desde arriba por las otras pibas de mi grado. Yo le decía que me había cruzado con alguna en el almacén o le contaba algo que me había dicho el Walter, porque yo ya no las veía. Comíamos girasol tostado y la seño me iba preguntando una a una por todas, menos por la Florensia. Ella sabía. Yo le contaba que había visto a Candela preñada o que la Sofi se había mudado a la vuelta de casa con un flaquito que trabajaba en moto. —Mi hermano dice que van a tener un bebé —dije y la seño hizo un silencio enorme. Después me pasó más pipas y yo me las puse en la boca y escupí las cáscaras. A ella eso no le gustó. Antes tampoco le gustaba: decía que con las cáscaras de girasol hacíamos cualquier mugre. —Yo quería —dijo después la seño Ana. —¿Verlas? —le pregunté. Ella se quedó mirando adelante. Tomó aire hasta el fondo y largó: —Yo quería también quedar embarazada alguna vez. Tener una nena. Una piba así, como ustedes. Me miró. Le esquivé los ojos. —Yo ni loca. Desaparecen —dije y me llené rápido la boca de pipas. La seño Ana se quedó mirándome. Me pareció que con la bolsa de pipas algo en ella también se iba acabando. Después no hablamos más.

Me desperté con ganas de tomar una cerveza.

COMETIERRA - Dolores ReyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora