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Se ve que al Walter, en el sueño, no le había reconocido la mano. En el mismo segundo en que se giró hacia el Ale Skin, sacó una faca como si la hubiese tenido preparada desde hacía tiempo. El efecto de la cerveza ya no existía. El Walter, fresco, tiró un puntazo que el otro apenas llegó a desviar. Y el Ale Skin, de la parte de atrás de su pantalón, lo enfrentó con su cuchillo. Los demás pelados también estaban ahí. Miseria estaba a los empujones con otro que ni sé de dónde había salido. Agarró una botella, dejé de verla un toque y un instante después la botella estaba rota y el tipo en el suelo. El Ale Skin se sacó la campera mirando fijamente a mi hermano. Esperaba que volviera a intentar entrarle con la faca. Y el Walter también esperaba el movimiento del cuchillo en su mano izquierda: en la cara le vi algo de animal. El Ale Skin tiró un puntazo y mi hermano retrocedió, pero el otro insistió, rápido, con la mano que tenía la campera. Entonces el Walter se mandó de nuevo con la faca, que el Ale Skin le voló con la campera mientras le tiraba una patada a la pierna. El Walter quedó dolido. Se defendía con los antebrazos para mantener los cortes lejos del cuerpo. Hasta que en una logró engancharle una patada y también el cuchillo del Ale cayó lejos de su cuerpo. Mi hermano, aprovechando, le metió alto puño en la cara al Ale Skin y logró tirarlo. Una vez más la cosa había cambiado y mi hermano empezó a darle con bronca en el suelo. Apareció corriendo el patova de la puerta, que se acercó al Walter desde atrás, sin que lo viera, lo levantó por la espalda y lo dejó inmovilizado. El Ale se paró en un segundo. Sabiendo que no iba a poder zafarse de esos dos, busqué con la vista a los otros, por si alguien podía ayudarlo, pero todos se estaban agarrando con alguno. Nadie libre. Ahora era el Ale Skin el que le pegaba a mi hermano. El Walter recibía un golpe tras otro. No podía moverse y yo ya no quería mirar más. Vi tirado el cuchillo del Ale Skin. No estaba lejos y yo tenía que agarrarlo como fuese. Traté de acercarme, pero sentí una patada tremenda y me caí al piso. Ya no pude volver a moverme. —Vamos a darle —escuché que alguien decía. Levanté la cabeza y llegué a ver al que me había dado la patada. Miseria y la otra piba corrieron a hacerle frente. El tipo retrocedió y se me cayó encima. Justo delante de mí vi que una mano se llevaba el cuchillo, rozándome. Yo conocía esa mano, ese brazo, que agarró al tipo que tenía encima mío y lo levantó como si fuera una bolsa de basura y que después le metió tremenda piña que lo dejó, por el momento, fuera de combate. Era mi viejo. Al darme cuenta, se me cortó la respiración. Mi viejo escondió el cuchillo y se acercó adonde el Walter la estaba ligando. Cuerpeó al Ale Skin y lo obligó a parar los golpes y retroceder. De la sorpresa, el patova que tenía agarrado a mi hermano aflojó lo suficiente como para que él pudiera zafarse. —Correte, viejo de mierda —dijo el Ale Skin. Y mi viejo, con la rapidez del que sabe moverse entre las sombras, sacó el cuchillo y se lo enterró en la carne.

COMETIERRA - Dolores ReyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora