Epílogo 2

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Tayler Aragon.

Años atrás...

La observo mientras Finn y Theo sacan fotos que envían al consejo el cual acepta en menos de absolutamente nada. El cuello de la camisa me estorba, es... es demasiado bella pero, como una rosa, te mira y te aniquila con los ojos. Volteo tan sólo dos segundos y sus ojos golpean los míos con un metal que me atraviesa como daga, las dagas más preciosas que he visto.

Paso días en vela pensando que hacer para evitar lo inevitable por un momento creí que no sucedería.

—No creo que sea buena idea —me levanto del restaurante sin mirarlos.

No puedo mostrar debilidad, seré el líder. No puedo hacerlo. Caminan detrás de mí.

—Todavía lo dudas, tú dijiste que Finn podía escoger —reclama Ricardo mientras entramos al auto.

—Pues ya no —espeto mirándolo mal.

—A tu padre no le agradara y menos que no estemos investigándola —reprocha Finn.

Yo sí la investigué, es hija de un ex general, cosa que desapareció cuando la jerarquía se apropió de la ley total. Sin embargo, aún tienen juridificación aquí, lo que es un problema para ellos, no obstante, yo lo veo como un alivio.

—Ya te dije que es una chica común y corriente —miento.

—¿Podemos hacerlo hoy? —pregunta Finn.

Él es el más interesado, pues resulta que es su iniciación. Pero no lo tolero, es demasiado hipócrita para mi gusto. Pienso en lo que dice y si lo hacemos hoy... puedo evitarlo, alertarla.

—Como sea —me encojo de hombros—, pero en todo momento me dejan el mando a mí.

Despierto lleno de sudor con el pecho como si fuese un hipocondríaco. Estoy cansado y harto, tengo asco, no puedo ver bien. Me levanto de la alcoba y me dirijo hacia mi despacho. Mi cerebro evoca las palabras en mi odio.

Hora de deceso 4:44.

Todos los días despierto así desde hace dos semanas. La piel me pica.

Edward llegó por mí con la jerarquía, y simplemente hicieron preguntas estúpidas que respondí porque me dolía el pecho, los números están clavados en mi mente. El bufón tenía un trabajo y fracasó, pero necesito resolver cosas antes de encargarme de él y los malditos que me ma quitaron. Viajo hasta Massachusetts, me dirijo al bar y un cabello rojizo me causa amargura.

Aún tengo el sabor de sus labios desesperados de mí como si no fuese el miserable que tanto detestaba. Aún conservo el aroma de su piel. Los gemidos que estallaban en mis oídos, los gritos ahogados con mis besos. Quiero decir que sólo era el sexo magnífico que me regalaba pero... no es lo mismo abrir los ojos y no escuchar su dulce voz preguntando por mí.

Cruzo el lugar y me siento en la barra del bar mientras mis guardias se sercionaran de que sea seguro.

—¿Que toma mi Aleman? —me pregunta una voz coqueta.

Rosemary. Una asesina a sueldo.

—Rose.

—¿Qué tan malo fue? —pregunta y me da mi botella de ron.

—Prefiero ir al grano.

Es la única mujer que me agrada. Ella me conoció cuando su madre trabajaba para la mía, su madre me llevaba a comer helado cuando el enfermo de mi padre golpeaba a la mía, y la engañaba con las mujerzuelas que se decían sus amigas.

𝐁𝐚𝐣𝐨 𝐥𝐚 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐚 𝐜𝐨𝐫𝐭𝐞𝐳𝐚. Obsesión 1 / Delirio 2. (+21) ©                  BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora