Capítulo 4

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Lovely Walker.

Contrato.

El dolor ardiente se cuela por mis fosas nasales haciéndome parpadear. Una mano acaricia mi barbilla, pero eso no es lo que me hace abrir los ojos como platos. Es que no estoy en mi casa. «¿Me secuestraron?»

La sábana de seda se desliza por mi glúteos.

Quito lo que me molesta de un manotazo para respirar hondo y observar mi entorno, apreciando un escritorio con una máquina de escribir y tocadiscos así como botellas vacías de vodka. «Esto no es mío»

El miedo me atraviesa al girar frente a los ojos azul mar que me me escanean. ¿Quién...?

—¿Estás bien? —su voz es linda.

¿Estoy muerta? ¿Es el cielo? No, no. El cielo no puede estar hecho de una habitación.

¡Nos desterraron!

—¿Eres un exiliado?

Se burla con ironía.

—No, en definitiva no soy un ángel.

«No me refería a eso, idiota»

Suspiro con el dolor de cabeza y pie que está vendado. No puedo sostener mi cabeza, de alguna manera pesa una tonelada. Jadeo incorporándome tambaleante. Una vez escaneo la pared mi cuerpo da retroceso al percatarme de adónde demonios estoy.

—Hey, tranquila.

El miedo me recorre como burbujas de cerveza «Cámaras»

—Tuve que quitarte la camisa, estaba desgarrada y curé la herida —levanta la mano—. Te juro que no vi.

—Le he mostrado las tetas al mundo, no es nada que no puedas encontrar en las cámaras restringidas de la jerarquía —espeto.

Escaneo mi cuerpo que está cubierto de una camisa negra olor a menta.

—¿Qué hago aquí?

—No sabía si querías ir a casa.

—Quiero irme.

Frunce el ceño, indignado. Los nervios crecen en mí.

—Está bien —asiente y se levanta.

El lugar es amplio y ordenado para ser un completo imbécil, pero es un soldado, obviamente debe tener orden, no cómo yo.

—Lo siento... —admito, no quiero que nadie me esté protegiendo y salga perjudicado— Uhm, gracias... de verdad te lo agradezco.

—No hay de que —le resta importancia, preparando un cigarrillo de marihuana.

Cuando trato de levantarme se abalanza a ayudarme pero niego.

—¿Cómo llegaste?

Digo; una cosas es que me salvará y otra que pasará por algo que estuviera en el lugar y momento correcto.

—Iba a una fiesta, pero te vi entrar por la avenida.

«¿Eh?»

—¿Me seguiste?

—Sí, y lo siento... pero... no es un lugar seguro —se encoge de hombros.

Sacude la cabeza con nerviosismo.

—Lo es —lo corrijo—, no entiendo realmente porque estaban allí.

—¿De qué hablas?

Niego sin muchas ganas, explicarle sería cómo mandarlo a la hoguera, y que se espante cuando note el anillo de seguridad que me suele seguir dónde quiera que voy. Lo que me hace preguntarme. «¿Adónde están?» la jerarquía debió moverlos... ¿Por qué?

𝐁𝐚𝐣𝐨 𝐥𝐚 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐚 𝐜𝐨𝐫𝐭𝐞𝐳𝐚. Obsesión 1 / Delirio 2. (+21) ©                  BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora