Anónimo

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Anónimo.

Si hay una palabra que describa a una niña es: impertinente. Me tiene estresado, necesito salir. Hace mucho tiempo que no salgo y que mejor que ir a vigilar lo que me pertenece.

Acomodo mi saco y el anillo de oro en mi meñique cuando me abren las compuertas el área cerrada. Nadie puede saber que salgo. ¿Quién sospecharía?

A nadie le importaría, porque no tienen derecho de decirme nada.

Mi guardia de seguridad abre la puerta de la camioneta blindada y la calefacción controla mi suspiro.

—¿Adónde señor?

—Castle.

Debería haber recibido mi regalo, no me extraña que no respondiera. Me extraña que no reclamara, me gusta ese juego, sólo disfruto de su enojo fingido. Me gusta el fuego y ella tiene un cabello similar.

El camino es largo pero sé exactamente adónde está y por alguna razón extraña que no puedo descubrir el estómago se me aprieta.

Ella no me gusta.

Ella debe odiarme, sólo debe hacer eso. Yo puedo vivir si ella me odia, no puedo dejar que me corresponda. No la quiero cerca, pero yo quiero estar cerca.

Cómo un adolescente de preparatoria me siento aislado de emociones que no puedo describir.

La llegada a Combe es casi asfixiante una vez que llegó a la parte donde me permiten el acceso de Castle. Esa mujer lo permite, ella me deja verla aunque sea en la oscuridad.

—Llegamos, señor.

Acomodo mi saco una vez estoy afuera de la camioneta y me encuentro en una residencia, hay música, autos por doquier en el patio de algún clase media. Enarco la ceja al percatarme de la cantidad de personas que hay en esta fiesta.

Soldados y cadetes. Así como estudiantes aliados a la jerarquía. Aparto mi saco para dárselo a Félix, arremango mis mangas y alboroto mi cabello con fijador.

Pasar desapercibido entre estos seres ordinarios no será tarea difícil. Sólo soy un hombre normal, no hay porque alertarlos.

-Mi señor -Félix me detiene-. Hay una ventana. Estoy seguro que la señorita o cualquier soldado de la jerarquía lo reconocería. No sin contar que podría ser el hombre más alto del lugar.

No quiero admitirlo pero tiene razón. Mi dulce encantadora podrá sentirme. No quiero que se asuste a menos que esté en un laberinto, corriendo y jadeando.

Mujeres y hombres ebrios comienzan a salir y los empujo cuando me rozan el brazo.

Es como una brasa pegándose a mi piel. Quiero arrancarme la sensación pero no me da tiempo porque Félix me escolta hacia la ventana de la sala una vez rodeamos la propiedad.

«¿Por qué estoy en la ventana cómo un don nadie?»

De la nada me trae una cerveza para imitar la acción de los que están aquí. Pero los ojos de los ebrios están en mí. Definitivamente no puedo pasar desaparecido.

—Señor —el guardia llama mi atención hacia la ventana y es allí donde la cerveza va a dar al pasto.

Ignoro el líquido que cae a mis zapatos y aprieto el marco de la ventana. Está bailando con un castaño, y le sonríe.

Se ve jodidamente...

Cabezas que quiero arrancar se atraviesan en mi vista panorámica, evitando el fuego que desprende el cabello que tanto oculta con un gorro negro.

𝐁𝐚𝐣𝐨 𝐥𝐚 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐚 𝐜𝐨𝐫𝐭𝐞𝐳𝐚. Obsesión 1 / Delirio 2. (+21) ©                  BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora