Damon Armstrong.
Marzo. Londres. Inglaterra.
Mi terapeuta estaba preguntándome muchas jodidas estupideces, mis manos viajaban por mi cabello más veces de las que podía besar a Lovely sin cansarme y de verdad no podía cansarme. Ella era una puta droga en mis venas, la disfrutaba demasiado, pero ella me hacía caer y querer levantarme después de que ella misma me dejaba caer. Intenté alejarme de ella pero al tenerla tan cerca me era imposible renunciar a una caricia suya, incluso un maldito insulto. Ponía mi maldito cuerpo a temblar cada vez que me tocaba con sus cálidos y pequeños dedos, los suspiros contra mi oído mientras mis dedos estaban dentro de ella, o cuando me suplicaba que abriera sus piernas y entrara por ella. Dios, era casi imposible negarme a hundirme en ella, pero cuando se trataba de límites, ella no los conocía.
Y justo ahora me sentía como una mierda por haber hecho lo que ella quería, porque sabía perfectamente la situación de su vida, e incluso así quise entrar, y hacerla terminar en mis manos.
Pero desde el momento en que la vi, cuando me ayudó a defenderme del idiota de James en primaria, y cuando volvió a ser la misma entrometida asomándose por mi ventana... Dios. Sabía perfectamente que no debía dejarla ir, pero estoy hecho una maldita basura: noches de sexo con la primera mujer que se me acercará en fiesta, peleas clandestinas, apuestas, secretos, problemas con drogas, adicciones al sadomasoquismo, y ella queriendo que la torture sólo porque le gusta la sensación de quedarse haciendo rabieta en la cama. Lo cual me parece adorable, ya que para nada es sadomasoquista, no tiene una puta idea, pero yo quería mostrarle, quería que supiera.
Pero eso no evita que me folle a Mich o Allyson después de besarla a ella.
Algo en el fondo de mí me dijo que realmente lo aceptaría, pero después de tanta maldita mentira no sabría como empezar de nuevo. Me fascinó el hecho de que quisiera hacerme sentir lejos, y cerca. Trepando por su ventana, y cuando la salvé de ese perro, verla asustada, sus pechos resaliendo de su blusa después del susto que se metió: quería meterle otra cosa, pero era obvio que no la besaría así, no cuando no me conocía, y lo peor es que ella me miraba como si quisiera. Verla dormir las primeras noches fue una gloria, una daga que quemaba mi garganta porque dolía no tocarla, pero me frustraba de una manera atroz su tacto mientras dormía. ¿Por que ella me podía tocar y yo no?
—¿Estás escuchando? —indagó mi terapeuta.
—Sí.
Necesito salir corriendo de aquí y decirle la verdad.
—¿Qué fue lo que viste en ese video?
Mi corazón se contrajo hasta mi estómago cuando la escuché balbucear, no podía ni mirarla a los ojos. No sabiendo lo que sé.
Pero después de la mañana en que me pidió hacerlo, y parecía no recordar, cómo si nada hubiera pasado, como si su ataqué de pánico arañándome y empujándome sin saber que diablos había hecho para lastimarla, digo, sintió como la mierda.
Así que llamé a Frank, le dije que quería un video, sólo me llamo enfermo por querer el video clasificado de uno de los casos más atroces y perturbadores de la vida de la jerarquía.
—Los vi.
—Respira. Recuerda que esto pasó hace años, y los responsables están en prisión.
—Deberían estar en el infierno —dije entre dientes.
—¿Cómo quieres que te ayude si tú no me ayudas a saber lo que ocurrió?
—Uno de los tipos tenía una cámara pegada a él, y la vi a ella, andando con una bicicleta.
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𝐁𝐚𝐣𝐨 𝐥𝐚 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐚 𝐜𝐨𝐫𝐭𝐞𝐳𝐚. Obsesión 1 / Delirio 2. (+21) © BORRADOR
AcakLa vida de Lovely Walker se dividía entre karaoke y fotografías. Ahora debe decidir entre la jerarquía y el líder de la mafia que la rige. Los acontecimientos de hace cuatro años atrás la devastaron, y la condenaron a ser propiedad de su agresor, el...