𝐁𝐚𝐣𝐨 𝐥𝐚 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐚 𝐜𝐨𝐫𝐭𝐞𝐳𝐚. Obsesión 1 / Delirio 2. (+21) © BORRADOR

Capítulo 3

Quería decir que sinceramente me gustaría haberla dejado en una novela vainilla pero... bueno, no depende de mí.

Lovely Walker.

Intocable.

Después de la cucharada de verdad le di de comer a los gatitos al sótano donde mi madre ni muerta entra. Una por las arañas y la segunda es por la ropa de mi padre con una que otra fotografía de ellos en su boda.

Eran 4 gatitos, uno era café, pero parecía más bien café con leche. Otros iguales, y una tenía manchas.

Les di de comer con leche que tenía de gatos que antes habíamos tenido, se quedaron dormidos y me dirigí a darme una ducha completa.

Mi madre trataba de comprenderme, pero no duró mucho la comprensión ya que cuando le pedí que firmara los papeles del reporte mientras comíamos casi me decapita.

—¿Es en serio, Love? —los ojos casi se le salen en ira y decepción— ¿Dos?

—Es un idiota —me defiendo.

—¡Basta, Love! —trata de tomar aire mientras da vueltas frente a mí—. Comprendo que la separación de tu padre y mía ha sido dura para ti, pero ya han pasado 6 meses y no puedes seguir comportándote así.

Asiento una y otra vez, muerdo las yemas de mis dedos después de rascarme el gorro.

—Sé bien que han pasado seis meses, y en definitiva no tiene nada que ver con su matrimonio disfuncional —trato de profundizar nuestra relación—. ¿Por qué no piensas un poco? ¡Enfócate en la realidad!

—¿Qué sucede contigo?

—¿De qué? —espeto, irritada—. ¿Realmente quieres saber?

Me tiemblan las manos con la rabia acariciando mis mejillas.

—Dímelo.

La vista se me nubla y suspiro con el labio tembloroso.

—Cumplí 18 —suelto—. La edad perfecta, y me duele que no me des palabras de aliento. ¡Me duele que no me digas que estaré bien cuando él venga por mí!

Frena en seco su caminata, la cara neutral se vuelve una máscara de hielo y niego porque se que me dará la espalda de nuevo.

—Ve a tu cuarto.

No entiendo porque no acepta lo que me pasa, es como si no quisiera hablar de ello o lo ignorara pero fue ella quién aceptó. Fue quién me vendió.

No respondo nada, me quedo en silencio mientras sigue mirándome cómo una desconocida.

—¿Realmente me quieres un poquito? —digo sin aliento.

Los ojos se le empañan y la mirada cruel desaparece en el momento que una daga de culpa se me instala en el pecho.

—Lo siento —aparto las lágrimas y sonrío lo más sincera que puedo—, no quiero que mis cambios de humor te afecten. ¡Pero entiende que yo lidio a mi manera! Trataré de no ser tan brusca y prometo no darte más reportes que firmar —me levanto de la mesa y tomo los malditos reportes—. No quiero que nuestros últimos días juntas sean una pesadilla.

—Si te quiero, Lovely —suelta cuando me dirijo a las escaleras.

Silencio. Giro sobre mi hombro y termino de subir las escaleras hasta mi habitación donde se encuentran los periódicos privados de la jerarquía con ese imbécil en prisión.

Después de cepillar mis dientes como de costumbre fui a la cama con mi pijama de gatitos y vi uno que otro TikTok.

La luz del vecino estúpido se enciende. «Esa maldita luz cálida» me hace sentir calor.