Sofía:
Dejé de prestar atención a aquel hombre. Mis pies se movieron solos. No pude pensar con claridad, el cabreo que sentía había tomado el control de mi cerebro.
Tenía claro mi objetivo y con la ventaja de no saber que estaba detrás de él lo cogí por la manga y lo saqué con toda la rabia que tenía dentro.
-¡Eh! Se puede saber que te pasa hermanita -encima con ese tono de chulería. Fue un impulso. No lo pensé demasiado y la palma de mi mano fue a parar a su rostro.
Su expresión dejó la diversión de hace tan solo unos segundo para dejar paso a un gesto del todo oscuro.
-¡¿Qué coño te pasa?! -la dureza de aquella pregunta hizo retorcerme un poco en mi sitio.
-No, ¡¿Qué haces tú?! -le grité-. Vete de aquí, esta es mi fiesta y no pienso permitir que vendas aquí tú... droga -dije aquello último con un susurro para no formar un escándalo.
-Es una suerte que no tenga que pedirte permiso, además, me han llamado, tengo un contacto que me llama para este tipo de fiestas -su sonrisa ladeada prepotente volvió otra vez a cabrearme. Aunque lo dudaba mucho, no me importaba en absoluto sus contactos.
Álex se giró dirigiendo sus pasos hacia la gente. Se tenía que ir, por las buenas o por las malas.
-Si no te vas llamaré a la policía, no voy a permitir que me fastidies esto también -solté secamente. Aquello fue suficiente para detener sus pies. Mis ojos solo alcanzaban a ver la anchura de su espalda, una espalda donde sus músculos llamaban toda la atención.
Muy lentamente se fue dando la vuelta a la par que volvía a acercarse a mí hasta tener su rostro muy pegado al mío. ¿Por qué siempre hacia eso? Me ponía de los nervios, pero no podía dejar que creyera que su cercanía me afectaba.
Su rostro tenía un aspecto oscuro. Solo la intensidad de su mirada me impedía decir una palabra más. Sabía que aquellas palabras le afectarían, pero estaba dispuesta a hacerlo si no se largaba de una vez con su droga.
-Los dos sabemos perfectamente que no vas a hacerlo -su tono era más una orden que una provocación-. Creo que sabes que no sería tu mejor idea.
La voz tan grave que utilizó muy cerca de mi oído me puso los pelos de punta.
Fue entonces que pensé en aquel tipo, Ander y su navaja recorriendo mi brazo. Pero no podía hacer nada, ¿Qué haría? Podría contárselo todo a mi padre y entonces lo jodería aún más.
No hizo falta decir nada más. Dejé de sentir el calor que desprendía su cuerpo viendo cómo se alejaba mientras sorteaba a la gente que iba de un lado para otro.
Desde que habían llegado ellos lo habían convertido en su fiesta. Mi cabreo aumentaba por momentos y el alcohol no estaba haciendo el efecto que esperaba. La música había cambiado por completo y el ambiente tranquilo había desaparecido.
-¡Sofía me encanta tu hermano! -el cuerpo de Sally se precipitó hacia mí con mucha emoción.
-No es mi hermano, no es nada mío, a ver cuando te lo metes en la cabeza -grité por encima de la música con cabreo.
Al ver que el camarero ponía una fila de chupitos a un grupo que no paraba de gritar y reír a carcajadas me tomé la libertad de coger uno bebiéndomelo al segundo. Nada más terminarlo lo dejé encima de la barra ante la atenta mirada del grupo sin darles mucho tiempo a protestar.
-¡Eh! -solo escuché ese pequeño grito que desapareció cuando me introduje en la pista de baile improvisada donde un montón de cuerpos se acumulaban bailando muy pegados los unos de los otros.
El líquido seguía quemándome la garganta y tuve que detenerme un instante para respirar. Un profundo mareo se instaló en mí haciendo que tropezara con algunas personas a medida que avanzaba a pasos pequeños.
Con mucha dificultad conseguí salir de ahí y llegar a la planta de arriba. Por suerte no estaba tan plagada de gente, solo algunos que entraban y salían de las habitaciones. No los conocía y por sus pintas tenía claro que tenían que ver con Álex.
Puse una mueca de desagrado al ver los que pasaban por mi lado dirigiéndose hacia las escaleras. Seguí con mi camino y el objetivo de llegar hasta un baño.
No sabía si por este pasillo había uno, pero rezaba para que sí. Apoyando las manos en la pared conseguí llegar hasta una puerta de la que salía una luz muy blanca.
Hipnotizada por aquella claridad abrí la puerta alegrándome al instante al ver que se trataba del baño tanto necesitaba. No había nadie y aquello supuso un alivio para mi estado. Desde que Álex y sus amigos habían llegado no paré de beber líquidos que me quemaban la garganta ocasionado por el enfado que me provocaba.
Esto lo había hecho él y al parecer manía por hacerme perder los nervios. No lo soportaba. Es insufrible, y con esa chulería que desprende...
Dios es insufrible.
Sofía solo tienes que pensar que las vacaciones pasaran sin darte cuenta y por fin estaré en París. Solo tenía que aguantar un verano, pero sería muy difícil si no dejaba de meterse en mis cosas y mis fiestas.
Mojé mis manos para poner algo de agua en el cuello y aliviar un poco el mareo.
No fue mucha la diferencia, pero, aunque fuera un poco me hizo sentir mejor. En aquel momento no me importó demasiado mi aspecto, apenas lo podía diferencia en el espejo, así que volviendo a mojar mis manos refresqué mis mejillas algo sonrosadas por el alcohol.
Solté un largo bufido.
El pequeño espacio no dejaba de dar algunas vueltas. Me sostuve en el granito de la encimera. No supe cuánto tiempo pasé en esa postura, pero cuando empezaba a notar algo de mejoría fue cuando decidí volver a mirar al espejo.
La imagen que me devolvía era peor de lo que me imaginaba. El maquillaje lo tenía desastroso. El negro de los ojos estaba por todas partes. Suspiré, ¿en qué momento se había puesto así?
Toda mi atención se despreocupó de mi aspecto al ver un cuerpo tropezar con el mío. No llegué a poder verle la cara, pero... su colonia, ese aspecto... no podía ser.
Me quedé helada notando como el color de mis mejillas desaparecía al instante. Él no podía está ahí en California y mucho menos en aquella casa. Nadie me había dicho nada y en toda la noche no lo había visto era imposible que fuera él.
Ese no era Julio.
Necesitaba beber. Olvidar lo que había sentido mi cuerpo. Mi garganta se había secado, tenía que ingerir algún líquido me daba igual cuál.
Sin importarme la gente con la que tropezaba me puse delante de un vaso que tenía un misterioso líquido rojo. No me interesé por saber que era simplemente lo cogí con la intención de bebérmelo hasta la última gota, pero todo el líquido terminó cayendo en el suelo.
Una mano se había puesto en medio impidiendo que bebiera del vaso.
¿Pero qué coño?
-¡¿Qué haces?! -me giré para encararle. La expresión de Álex seguía igual de oscura que antes.
-Evitando que caigas en un coma -pronunció con un tono grave.
-Déjame, estoy hecha un desastre -dije en un patético intento de ponerle mis manos en sus ojos.
-Si, la verdad es que si -su tono divertido no me hizo ninguna gracia, al revés solo provocó que intentara apartarlo sin conseguir muy bien mi objetivo-. Si no paras de hacer el tonto te vas a caer -dijo sujetándome los brazos con fuerza. Mi cuerpo se pegó al suyo de un golpe seco haciendo que el fino tirante del vestido se resbalara por mi hombro.
Nuestros cuerpos sentían el roce del otro y eso fue lo que detuvo a la tela de bajar más. Su mirada no se despegaba de mis labios, sentía ese respirar algo agitado. El mío no era distinto, pero... era por el alcohol, estaba segura de que era por eso.
Sentí aquel roce deslizarse por mi hombro. Todos mis sentidos estaban concentrados en el recorrido de las yemas de sus dedos. Mis labios entreabiertos intentaban coger aire, pero de un momento a otro dejé de sentirlo.

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Mi pecado I
RomanceSofía procede de una familia muy adinerada, llena de apariencias y poder, pero recibe una llamada que intensifica sus peores pesadillas. No solo tenía que digerir la noticia de que su madre había muerto hace tiempo sino que su padre ahora iba a casa...