Capítulo 49

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Sofía:

-¡¿Has estado mirando en mi bolso?! -pronuncié sin podérmelo creer.

-¡No! Sin querer lo tiré al suelo y cuando fui a volver a ponerlo todo... ahí estaba.

Ya no podía estirarlo más. Todo a mi alrededor se estaba derrumbando y solo me quedaba él.

-No le he respondido -anuncié con las lágrimas golpeando mis ojos. No sabía hasta qué punto podría retenerlas. Odiaba que me viera así, pero no lo soportaba más.

Álex se dio la vuelta cogiéndose con fuerza el pelo. Estaba muy inquieto. Aquella respuesta no era la que quería y no lo soportó.

-¿Por qué? -no sabía exactamente a lo que se refería-. ¡¿Por qué no te das cuenta?! -nunca lo había visto tan desesperado como en aquel momento.

-No sé a lo que te refieres -dije sentándome en el sofá mientras miraba la alfombra.

Entonces es cuando se dio cuenta de todo. Empezó a calmarse y se sentó a mi lado.

-Sí que lo sabes, lo sabes desde hace mucho, de hecho, siempre lo has sabido ¿Verdad Sophie?

-¡¡No vuelvas a llamarme así!! -le grité conectando nuestras miradas. Buscaba una reacción y la había encontrado-. Tú no... por favor -terminé suplicando.

-Necesito saber que eso que tanto te empeñas por ocultar -a su voz grave lo acompañó su agarre firme en mi rostro.

-No puedo -las lágrimas ya habían caído desde hace un buen rato-. No quiero que veas lo rota que estoy en realidad.


No te das cuenta de que si estás rota es por guardarlo tanto tiempo -giré la cabeza para desviar mi mirada.

-Si te lo digo... me verás con otros ojos y no puedo permitirlo -susurré.

-Eso no podrá pasar nunca, ¿es que no te das cuenta?, ¡solo puedo verte como la mujer fuerte que eres, maldita sea! -su pequeño grito de impotencia juntó su frente con la mía.

Cerré los ojos sintiéndome segura así. Piel con su piel. Sin nadie más. Solo él y yo. Podría quedarme así toda la vida. Todo dejaba de importar cuando estaba cerca.

Sus manos entraron en contacto con las mías levantándome del sofá. Fruncí el ceño, ¿A dónde me llevaba? Me arrastró hasta el baño. Sus manos guiaron a mi cuerpo hasta estar delante del espejo.

La imagen que me devolvía no era la mejor. Mi rostro estaba bastante demacrado. Las lágrimas que habían caído habían echado a perder todo el maquillaje. Estaba horrible, pero me concentré en otra cosa.

El ligero tacto de Álex estaba retirando un mechón de pelo, el cual era en el que más me esmeraba porque estuviera perfecto.

Mi pecado IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora