Capítulo 53

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Álex

-¡No! ¡¡Joder!! -le di un manotazo al volante al ver como el coche con el que iban Julio y Sofía se descontrolaba fuera de la carretera.

El coche cayó esquivando los árboles hasta que empezó a dar unas cuantas vueltas como si fuera una campana chocando finalmente contra un árbol.

Todo mi cuerpo entró en pánico. 

-¡¡Sofía!!

Con el arma en la mano empecé a descender por donde había caído el coche. Tenía que darme prisa, era la oportunidad perfecta para poder salvarla.

Desde mi posición vi como su cuerpecito salía del vehículo arrastrándose por la tierra. Estaba llena de sangre, magullada y apenas podía moverse. Su ropa estaba sucia y en algunos puntos rotos.

Me quedé quieto al ver aquella escena, pero cuando vi que unas manos llenas de heridas por el accidente conseguían levantarla para arrastrarla hacia él volví a reaccionar.

Sofía apenas podía mantenerse en pie, Julio la sujetaba con fuerza, aunque no creo que ella fuera capaz ahora mismo de correr lejos.

Julio la arrastraba todo lo rápido que podía adentrándose más en el bosque. No iba a permitirlo. Estaba seguro de que la policía al ver que me dirigía hacia Sofía no tardaría mucho en ponerse a seguirme, así que estarían aquí en poco tiempo. Se había acabado y no debía empeorarlo más.

-¡¡Julio!! -mi gritó lo detuvo en seco. Se giró sin dejar de ejercer presión en Sofía. Nada más verme apuntándolo con una pistola, apuntó con la suya a la cabeza de Sofía.

El brillo de los ojos de Sofía conectó con los míos. Nunca los había visto tan rotos. Las lágrimas caían sin parar por sus mejillas sucias con restos de tierra. Cerraba los ojos durante un rato a causa de la presión del bazo en su cuello.

Me estaba matando verla así.

Tenía que terminar con todo, si eso significaba meterla una bala en la frente al hijo de puta de Julio no iba a dudar un segundo.

-¡Es mía! ¡Siempre lo ha sido y siempre será así! -su gritó sonaba a desesperación. Sabía que no tenía salida, estaba atrapado y eso lo ponía muy nervioso.

-Se acabó, la policía no tardará en llegar -no reaccionó como esperaba, su carcajada se escuchó de lo más lejos.

-Crees de verdad que esta estúpida te ha querido en algún momento, simplemente follabas bien, pero no eres su mundo, lo único que has hecho es ponerla en peligro -hizo una pausa, su respiración era algo irregular-. Pones en peligro a cualquier ser vivo que esté contigo... o es que ya no te acuerdas de la pobre Candela.

Aquella mención me tensó. El agarre a la pistola se hizo más fuerte. La tensión y la rabia estaban recorriendo todo mí cuerpo. su nombre siempre me nublaba la mente y ese hijo de puta sabía cómo hacerme rabiar.

Mi pecado IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora