Capítulo 28

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Sofía:

Los rayos del sol me molestaban. Quería seguir durmiendo. Me daba igual la hora que era, estaba cansada y solo quería seguir durmiendo. Las cortinas no estaban haciendo muy bien su función. El sol entraba igualmente.

-¡Déjame dormir! -pronuncié cogiendo la almohada y tapándome con ella el rostro.

No sirvió de nada, ya me había despertado. Abrí los ojos de golpe al ver que ya era medio día. Pues al final sí que había dormido bastante. Un montón de llamadas perdidas de Álex se acumulaban en mi móvil.

-Mierda.

Cogí la chaqueta antes de que se me olvidara y fui hasta la cocina donde provenían voces. No iba a ir sin despedirme. Mackenzie había tenido un detalle dejando que me quedara a dormir.

Nada más entrar me arrepentí un poco. Ethan y Mackenzie estaban pegados el uno al otro sin parar de hacer tonterías con la comida. Mis pasos se detuvieron al instante e intenté ir retrocediendo sin hacer ruido para no interrumpirlos.

-¡Sofía, buenos días! -exclamó Mackenzie. No me sirvió de mucho, ya me habían visto.

-Mejor dicho, buenas tardes -dije con una sonrisa algo incómoda. No quería interrumpirlos y de hecho agradecía en aquel momento que tenía que irme ya-. Chicos siento interrumpiros, pero tengo que irme ya.

-Sí, Álex nos ha llamado como unas veinte veces -pronunció Ethan soltando una carcajada.

-Genial -susurré. No entendía aquella insistencia en llamar. No significaba nada para él. Debería darle igual donde estaba-. Gracias por todo.

No seas tonta puedes venir siempre que quieras -dijo Mackenzie acompañándome a la puerta.

-¿Estás segura de que no quieres que te acompañemos? -preguntó por tercera vez Ethan.

-Si, no os preocupéis y una vez más; gracias -mi tono sincero hizo que Mackenzie me diera un abrazo que no esperaba.

-Sé que Álex es algo complicado, pero merece la pena -murmuró para que solo le escuchara yo. Me despegué de ella sin decir nada, solo una sonrisa de agradecimiento y salí hacia el calor de aquel día.

Solo llevaba el pijama y mis brazos alrededor de mi cuerpo intentaban disimular mi aspecto. Con las pocas personas que me había cruzado me sentía observada y si me ponía la chaqueta y a darme un golpe de calor. Solo tenía que aguantar un poco más algunas miradas y pronto llegaría a casa.

Cuando por fin cerré la puerta un enorme alivio me invadió por dentro.

-¡¿Por qué cojones no respondías al puto móvil!? -su grito me tomó completamente desprevenida. ¿Por qué narices se ponía así? Me separé un poco de la puerta y haciéndole creer que no iba a responderle pasé de largo ignorando su humor.

Mi pecado IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora