Álex:
-¿Con esto tendremos suficiente? -preguntó Ethan haciendo mención a las cervezas que estaba dejando dentro de la nevera.
-¿Suficiente? Hay de sobra -bromeó Mackenzie con una carcajada. Tenía razón, para solo tres personas iban a ser demasiadas.
No había dejado de darle vueltas a lo que había pasado con Sofía. Me había estado mirando la cartera. No tenía ningún puto derecho de hacer aquello. Nada más escuchar aquello de sus labios me volví completamente loco. Al principio pensé que no había escuchado bien, tenía la sensación de que como se acercaba aquella fecha mi mente lo confundía todo.
Cuando fui consciente de a lo que se refería mi humor cambió radicalmente. Necesitaba que se fuera. No podía verme así, no podía saber nunca lo que significaba, pero mi pasado cada vez se convertía más fuerte en mi futuro.
-¿Álex porque no llamas a Sofía para que se una? -preguntó muy animada Mackenzie.
-No está en casa -solté. No sabía dónde estaba y estaba seguro de que si la llamaba no iba a responder.
-Por eso te he dicho que la llames genio -respondió sonando como si fuera obvio. Solté una pequeña carcajada negando con la cabeza.
Justo fue en aquel momento que el ruido de la puerta al cerrarse llamó toda nuestra atención.
Me encontré con algo que no esperaba. Su rostro decaído y cansado me sorprendió. No se había ido así. Dejó caer los hombros al ver que Ethan y Mackenzie también estaban allí.
-¿Vais a dar otra fiesta? -preguntó con desgana.
-No, que va, no es ese tipo de fiestas, es solo una noche de pelis, ¿Por qué no te unes? -se adelantó Mackenzie.
Una sonrisa un poco tensa apareció en su rostro. Quería escapar a su habitación. Su expresión de cansancio se notaba a kilómetros, pero no entendía el porqué.
¿Qué había pasado cuando se había ido con mi madre?
-Está bien, me quedaré un rato, pero voy primero a cambiarme -mis pensamientos se detuvieron al verla encaminarse a su habitación.
Ethan y Mackenzie estaban concentrados en una conversación que no sabía de qué se trataba. Utilicé aquella excusa y el momento que estaban enfrascados en ellos mismos y me escabullí hacia la puerta de Sofía.
Con la mano le empujé un poco viendo desde mi posición la luz del baño. Me encaminé directo hacia allí. Sofía llevaba un pantalón corto negro deportivo y un sostén también deportivo al que estaba a punto de unirse una camiseta blanca.
-¿Estás bien? -pregunté haciendo que su mirada se encontrara con la mía. No parecía sorprendida por mi presencia y mucho menos enfadada como la otra vez.
Su mirada después de mi pregunta se centró en sus manos apoyadas en la encimera donde estaban todas sus cremas. Fue algo automático que no pensé demasiado. Me acerqué hasta situarme a su espalda y con la otra mano levantarle la mirada para ponerla a la misma altura que la mía a través del espejo.
-No lo sé -respondió en un pequeño susurro.
Estaba rota y quería que lo dijera.
-¿Sabes? A veces necesitamos decir que estamos rotos -mi voz muy cerca de su oído hizo que cerrara los ojos.
-¿Como tú? -aquellas palabras hicieron que volviera a mi mal humor de esta mañana. Lo notó, la tensión de aquel momento al pronunciar aquello fue más que notable y su mirada se desvió.
Se dio la vuelta y con un impulso que no esperaba se abalanzó hacia mí. Sus labios entraron en contacto con los míos con desesperación. Con los brazos sujeté su cintura con fuerza haciendo que un deseo incontrolable traspasase hacia fuera.
La subí hasta la encimera mientras ella abría sus piernas para rodearme con ellas. Mis manos atraparon su rostro haciendo que el contacto entre nuestros labios fuera más firme, más salvaje y sin poder parar para respirar.
Los pequeños gemidos que soltaban su boca hicieron que el deseo que corría dentro de mí se activase aún más. Necesitaba estar dentro de ella. La necesitaba ahora.
Mis manos recorrieron a su tiempo todo su abdomen para llegar poco a poco a sus pechos. Quería provocarla, quería que gritara mi nombre por todo lo alto. Quería que dijera quien le estaba provocando todo aquello.
No sé qué me estaba pasando, me estaba volviendo loco. Me volvía loco solo con mirar aquel brillo que tenía en sus ojos, ya me había acostumbrado a eso y lo complicaba todo.
Con torpeza por la excitación del momento, sus manos intentaban llegar hasta la cremallera de mis pantalones. Me encantaba esa timidez que mostraba al principio y como cambiaba una vez el deseo la invadía.
-¡¿Chicos venís o qué?! -aquel grito hizo que nuestros labios se separaran de inmediato devolviéndonos a la realidad.
¡¡Mierda!! ¡¡joder!! ¿Qué coño estaba haciendo? Nuestras frentes estaban apoyadas una con la otra sin decir una palabra. No podíamos pronunciar nada.
-Esto... no puede volver a pasar -las palabras algo atropelladas de Sofía hizo que mi cuerpo se separara por completo y me frotara la cabeza. Aunque me jodiera tenía razón, sabía que la tenía, pero dentro de mí todavía me resistía a aceptarla.
Solté un bufido con rabia y salí de su habitación encontrándome con los cuerpos de los tortolitos acurrucados en un sofá mientras se reían de algo que habían dicho.
No sé las pintas que tenía, pero me daba igual. Mi humor no estaba en el mejor momento para preocuparme de eso. A los pocos minutos me fijé en el cuerpo que salía del pasillo.
Sofía saludó a Ethan y Mackenzie sentándose lo más alejada posible de mí. Joder, todo se había jodido, y lo peor es que no sabía cómo pararlo.
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Mi pecado I
RomansaSofía procede de una familia muy adinerada, llena de apariencias y poder, pero recibe una llamada que intensifica sus peores pesadillas. No solo tenía que digerir la noticia de que su madre había muerto hace tiempo sino que su padre ahora iba a casa...