Capítulo 50

30 3 0
                                    

Sofía

No podía salir de su asombro, no dejaba de leer una y otra vez lo que ponía, exactamente como hice yo.

Iba a enfadarse, iba a enfadarse mucho por haberle ocultado todo eso tanto tiempo.

Su mirada se concentró en la mía. Se puso a mi altura y miré el brillo que asomaba su mirada. Estaba aturdido, preocupado y muy nervioso. Me asusté al verlo así. Era lo que querían; asustarnos, pero no entendía para qué.

No entendía que era lo que estaba pasando y que Álex me ocultara demasiadas cosas no ayudaba.

-Vámonos

Me sorprendí. ¿Qué?

-No lo entiendo ¿A dónde? -no estábamos hablando de lo mismo, no sabía a lo que se refería.

-Lejos, muy lejos, vámonos tú y yo, sin nadie que nos pueda hacer daño o que nos diga que hacer; lejos de toda esta mierda -su tono grave me produjo un escalofrío.

Estaba loco. Era locura. ¿Cómo íbamos a irnos? No teníamos nada pensado y eso se tenía que organizar bien.

-Ya estás pensando demasiado -soltó con una sonrisa ladeada.

-Esto es una locura Álex, no podemos desaparecer, así como así, necesitamos dinero y...

-Y que sería de la vida sin ese pequeño instante de locura...


No podía decir eso. Me mordí el labio, sonaba demasiado bien, desaparecer los dos, sin nadie que nos jodiera. Quería estar con él y lo demás daba igual, iríamos improvisando al momento.

Entonces me acordé de algo. No era necesario improvisar mucho. Me levanté corriendo hasta coger mi bolso provocando en Álex una expresión de confusión.

Rebusqué dejando que algunas cosas cayeran al suelo.

-¡¡Sí!! ¡¡aquí están!! -le tendí los billetes a Álex y me miró sin desaparecer la confusión.

-Joder es perfecto -dijo cuando vio a lo que me refería. Los billetes de París, todavía tenía los dos, podía cambiar la fecha de ida sin que fuera demasiado caro e irnos para siempre.

Una sonrisa enorme se formó en mi rostro al ver la suya. Sus brazos se aferraron a mí levantándome en el acto dándome vueltas.

-Joder me he enamorado de ti como un completo capullo -pronunció dejando de darme vueltas.

-Creo que yo me volví loca la primera vez que me arrebataste aquel teléfono para que no llamara a la policía -le confesé con una carcajada.

Sus labios se chocaron con los míos con un hambre voraz.

-Hacemos las maletas y nuestras pesadillas habrán terminado -su voz sonaba tan bien, le dediqué una sonrisa y solté para coger mi maleta.

No tardamos demasiado en poner varias cosas, teníamos el billete, pero lo demás debíamos de ir improvisándolo poco a poco. No tenía miedo, no cuando estaba cerca de él.

Mi pecado IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora