Capítulo 36

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Álex:

Vi como Sofía salía corriendo de lo que parecía ser el despacho de su padre. Logré ver como algunas lágrimas caían sin remedio por su mejilla.

Me giré con el ceño fruncido y allí estaba el culpable de su estado.

Alan Williams.

Cuando sus ojos recayeron en mí su gesto de desagrado fue el mismo que cuando nos pilló en la piscina. Me importaba una mierda lo que pensara de mí o la basura que creía que era, al final él hacía cosas peores, cosas que debería de temer porque Sofía las supiese.

Me pellizqué el puente de la nariz para tranquilizarme. Sofía se iría pronto a París y entonces todo esto quedaría en el olvido, solo teníamos que manteneros un poco más alejados el uno del otro y todo seguiría como antes, cada uno en su mundo del que no debería salir.

Pero ella estaba ya muy metida en el mío.

Mierda ¿Qué me estaba pasando? No podía sentirme tan inquieto cuando pienso en ella.

Bajo la atenta mirada de su padre me largué de aquella estúpida fiesta, es en lo que lo había convertido su padre, en uno más de sus eventos para que la prensa fuera.

Llegué a casa con la esperanza de que Sofía estuviera aquí y no en otro sitio, pero enseguida lo supe. Desde el pasillo se podía escuchar la música que había dentro.

Con el ceño un poco fruncido giré la llave con rapidez esperando que no estuviera haciendo ninguna de sus tonterías. Dentro la música se escuchaba más fuerte y la figura de Sofía se movía por todo el salón bailando a su aire.

Su cuerpo se movía sin ningún tipo de coordinación y con los pies descalzos. Dejé las llaves encima de la mesa de café sin que se diera cuenta aun de mi presencia y mis ojos se concentraron en la botella.

¡Joder, estaba medio vacía! ¿Pero qué coño estaba haciendo?

-¡¡Álex!! -su grito de emoción provocado por todo el alcohol que había ingerido me hizo darme la vuelta.

-¿Te has bebido media botella? -pregunté preocupado.

-Mmm... puede -dijo con un tono de picardía.

¡Joder! Esto no tenía que estar pasando.

-¡Vamos anímate! Baila conmigo -cogió mis manos arrastrándome hacia ella, en un intento de echarse para atrás sus pies no calcularon bien y tropezó. Mis manos automáticamente se pusieron en su cintura evitando un golpe en el suelo.

Aquello nos dejó muy cerca el uno del otro y su carcajada se transformó en una expresión de deseo. Mierda, no soportaba cuando se mordía el labio, lo hacía de una forma tan inocente, tan... sin darse cuenta de que me volvía loco.

Su cuerpo se resbaló hasta quedar sentada en el suelo y con su espalda apoyada en el sofá. Su mirada había cambiado, el brillo que contenía no era el mismo que hace unos instantes.

-Ha sido mi culpa, todo se ha ido a la mierda por mí -confesó intentando retener las lágrimas.

-Eso no es verdad, no digas eso -me mataba verla así, no soportaba que sus mejillas estuvieran manchadas de lágrimas que no le correspondían.

-Sí, sí que es verdad, yo maté a mi madre, tú tenías razón, por culpa de ser una niñata caprichosa y egoísta... -no pudo terminar. Mis labios se estamparán con los de ella. No podía dejar que siguiera diciendo esas cosas.

-No deberías de darme la razón, posiblemente lo utilizaré en tu contra respondí soltando una sonrisa ladeada. Ella soltó una carcajada y volvió a levantarse con lentitud.

Se dirigió hacia la mesa grande del comedor donde intentaba sacar algo de una bolsita. Fruncí el ceño. ¿Qué estaba haciendo? Me levanté con la curiosidad de saber que era eso y cuando sacó una pastilla blanca todas mis alarmas se encendieron.

¿Pero qué mierda hacía con eso? Eso lo tenía escondido en... ¡Mierda, joder!

Lo tenía escondido en la maceta en la que la pille mirando algo. No me acordaba que lo había escondido ahí.

-Solo quiero olvidar esta noche -sus palabras salieron de su boca sin dejar de mirar aquella pastilla que sostenía muy cerca de su boca.

-¡No! Escúchame, no lo hagas, no lo hagas así. Tú no eres así Sofía, no vale la pena tomarse eso -estaba cabreado con ella y tenía que conseguir como fuera que no se lo tomara. Con todo el alcohol que había bebido el resultado no iba a ser muy bueno.

-¿Y por qué tú si puedes hacerlo? -aquello sonó como un reproche.

-Porque yo soy una basura que arregla sus problemas así, pero es mentira, no se solucionan, por mucho que lo intentes... no sirve para eso.

Sofía no dejaba de mirar aquello con curiosidad, mientras que yo por dentro me aterraba la idea de que se lo tomara.

-Sí que se solucionan -y con aquello vi cómo se tragaba la pastilla.

-¡¡No!! ¡¡joder!! -la cogí del brazo sin ninguna delicadeza y la mentí en el baño. Tenía que vomitarlo todo como fuera.

-No Álex por favor -sabía lo que iba a hacer y sus súplicas no sirvieron de nada. Metí los dedos en su boca y a los pocos minutos empezó a vomitarlo todo.

Solo cuando su cuerpo empezó a deslizarse por mis brazos supe lo cansada que estaba de vomitar. Lo había echado todo y solo así pude respirar tranquilo.

La poca fuerza que pudo reunir en sus brazos la utilizó para separarse de mí como si mi contacto le quemara.


-¡Vete a la mierda! -gritó apoyando su espalda en la pared.

No quería estar cerca de mí y aquello me mataba por dentro. 

Mi pecado IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora