Capítulo 44

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Álex:

Me terminé de un trago el vaso intentando calmar mi mente. La visita de Ander para hacer de las suyas me había alterado y Alice, la camarera de esta noche se negó a servirme más con lo que se llevó una mala expresión de mi parte.

-Gracias por haber venido -no necesitaba darme la vuelta para saber de quién se trataba.

-Sabes que no tienes que darlas -pronuncié girándome hacia Bárbara. Ella soltó una sonrisa y se acomodó en el asiento de mi lado.

-¿Cómo están las cosas con Sofía? -pronunció con cautela.

-Jodidas -espeté. Era la verdad. En todos los sentidos estaba demasiado jodido.

Suspiré frotándome el pelo. Me volvía loco cuando se trataba de ella y no podía soportar que estuviera cerca de un tipo como Julio. Cuando los vi enloquecí.

No supe como fui capaz de contenerme y no partirle la cara. Tenían razón, a lo mejor la mejor opción es que cada uno estuviera en su mundo. No entendía como es que estaba sentada en aquella cafetería junto a él...

-Oye, ¿te puedo preguntar algo sobre Sofía? -su tono de voz inquirió algo de curiosidad mientras se giraba hacia al lado contario a mí.

Resoplé, no quería hablar más del tema.

-Tiene el pelo así de un tono claro, ¿verdad? -preguntó extrañada. ¿A qué venía esa pregunta?

-Sí, ¿a qué coño quieres llegar? -pronuncié con mal humor.

-Me dijiste que viste, así como muy pija y no debe medir más de... ¿1,65?

Mi rostro se giró hacia ella frunciendo el ceño. No estaba pillando lo que quería conseguir con ello, pero mi silencio fue suficiente para aclararle que todo lo que había dicho era verdad.

-Pues tenemos un grave problema -nada más pronunciar aquellas serias palabras su mirada se fue hacia delante donde estaba situado el escenario donde actuaban y presentaban a las chicas mientras un montón de asquerosos babosos miraban.

Cuando le seguí con la mirada y mis ojos advirtieron lo que estaba pasando necesité de unos segundos para creerlo. Era imposible. Mi mirada estaba fallando. Mis pensamientos a todas horas estaban con Sofía así que era una mala pasada de mi cerebro.

Ella no podía estar ahora mismo encima de ese escenario.

Su mirada estaba perdida entre la gente que tenía delante gritándole una barbaridad de cosas. Estaba terriblemente asustada, pero en realidad el único que estaba algo más que aterrorizado era yo.

No reaccionaba. No se retorcía del agarre de ese capullo, estaba demasiado paralizada. Mis pies empezaron a moverse solos hacia el escenario llevándome algunos insultos y quejas de los que estaban mirando.

Mi pecado IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora