Capítulo 27

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Sofía:

Pasan las horas y no soy capaz de pensar en otra cosa. En una noche habían pasado demasiadas cosas. Lo ocurrido con Julio había supuesto una antes y un después, pero lo que no dejaba de golpear mi mente era el momento que había vivido con Álex.

Seguía sintiendo la misma intensidad. Me volvía a erizar de solo pensarlo. Sentía el roce de las yemas de sus dedos recorrer mi cuerpo, pero él tenía razón. Esto no debía de haber pasado. Nos dejamos llevar por el momento de tensión y no podía volver a ocurrir.

Otra vuelta más. Estaba harta de estar en la cama sin poder pegar ojo. Lo único que hacía era moverme inquieta y ver como pasaban los minutos en el reloj.

Solté un largo suspiro mientras mi mirada se centraba en el techo. No sé cuánto tiempo pasó hasta que mis ojos por fin empezaron a sentirse cansados y se iban cerrando poco a poco.

*****

Oscuridad. Era lo único que acompañaba aquellos gritos terroríficos. Aquel tono psicópata.

¡NO!

Intentaba gritar para que alguien me escuchara y pudiera ayudarme, pero estaba sola, nadie me escuchaba, nadie quería escucharme.

No podía moverme, las paredes parecía que estaban encogiendo por momentos y el espacio tan reducido no me lo permitía pensar con claridad. Sabía que dentro de muy poco me encontraría y todo sería peor...

****

Unas manos que no tenían nada que ver con mis sueños me despertaron de aquella oscuridad. Solo entonces fui consciente de los gritos que estaba dando. Mi respiración continuaba algo irregular. No sabía muy bien donde estaba, pero si era Álex el que tenía delante era porque todo había sido una pesadilla.

Otra más.

-Estoy bien -pronuncié al ver el rostro de Álex.

-Si claro, estabas gritando a todo pulmón -su sonrisa sarcástica se borró de inmediato. La expresión de calma que quise mostrar se vino abajo. No podía mirarle a la cara. Seguramente quería que le hablara de lo que había soñado.

No podía, no estaba preparada. Él no tenía nada que ver. No debería de preguntarme tanto. Según él hace unas horas; no deberíamos de estar tan cerca, pero inevitablemente ya estábamos demasiado involucrados el uno con el otro.

El enfado que ocultaban esas palabras iba desapareciendo. Se enderezó y empezó a encaminarse fuera de la habitación, pero mi mano lo detuvo.

No sé muy bien en que estaba pensando, no quería darle muchas vueltas a si estábamos haciendo algo que no estaba bien. Solo me importaba aquel momento.

Mi pecado IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora