Capítulo 21

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Álex:

No pensé que fuera tan difícil subirle aquel tirante. Su delicada piel chocaba con la mía haciendo que no quisiera dejar de sentirla. No pude evitar soltar una sonrisa cuando mencionó el maquillaje que se le había esparcido por toda la cara. Se le notaba en la voz la preocupación por seguir manteniendo en perfecto estado su apariencia, pero no se daba cuenta de lo perfecta que estaba ahora mismo.

¡¡Mierda!!

¿Pero por qué estoy pensando eso?

Desde el primer momento que la había visto con sus aires de princesita mimada había sentido... no, yo no podía sentir nada y mucho menos por ella.

No podíamos ser más diferentes y aquella locura que pasaba por mi mente era simplemente eso, una locura, pero cuando mis dedos pasaban por la suave piel toda mi mente se nublaba.

Quería recorrer con las yemas de mis dedos cada rincón de su cuerpo y que fueran solamente mis dedos los únicos que provocaran sus gemidos.

Su risa completamente borracha me sacó de mis pensamientos haciendo que volviera a la realidad, una realidad en la que no podía seguir pensando.

Se había dejado caer a causa del alcohol que había ingerido. No había apartado mi mirada de ella en toda la noche, así que sabía que había bebido más alcohol del que su pequeño cuerpo podía resistir.

Sin que pudiera protestar mucho, cogí su cuerpo sin ningún tipo de esfuerzo y la llevé a casa. Sus ojos estaban cerrados sin saber muy bien por donde la dirigía. La llevé a través del pasillo hasta entrar en su habitación. No me dio tiempo de abrir la luz sus manos se aferraron a mi camisa poniendo sus labios muy cerca de los míos.

-No... no quiero que me dejes sola -el susurro fue tan silencioso que apenas pude distinguir sus palabras.

Fruncí el ceño. ¿Eso también era causa del alcohol?

-Tienes que dormir, mañana... bueno no creo que te sientas mejor -intenté soltar una carcajada para relajarla. El brillo de su mirada que aquella oscuridad me permitía apreciar era diferente. Noté una angustia que no entendía-. Venga Sofía estoy cansado, tú solo cierra los ojos y...

-¡¡NO!! ¡¡no puedes dejarme sola!! -gritó aferrándose más a mi camisa.

-¡¡Eh!! -dije un poco más alto para que prestara atención a mis palabras-. Necesitas dormir...

Antes de que volviera a replicar sujeté su rostro sin ejercer fuerza.

-Escúchame, no va a pasar nada, te lo prometo.

Empezó a negar con la cabeza y con impulso se alejó de mí abrazándose sí misma y con la mirada en el suelo.

-Lo he visto está aquí ¿Me prometes que no va a venir? -no entendí nada. Me estaba matando verla así, vulnerable, como si de un momento a otro se fuera a romper. No pude evitar que mi mano se pusiera en el mechón rebelde que caía por delante de su rostro.

No me di cuenta en qué momento estábamos tan cerca. Mi mirada no podía apartarse de su boca. De esos labios entreabiertos. Volvimos a estar tan cerca como la noche en la que nos pasamos aquel estúpido hielo.

-¿confías en mí? -susurré sin pensarlo muy bien. Estaba concentrada en mis labios, pero no parecía poder pronunciar nada. Solo asintió muy lentamente sin apartar los ojos de mí.

-No va a venir -no entendía nada, pero era lo que necesitaba escuchar.

Fue justo en aquel momento cuando el sonido del timbre nos llevó a alejarnos el uno del otro con rapidez. Sus pies no se coordinaron lo suficiente y volví a sostenerla para que no cayera de espaldas. La ayudé a sentarse en su cama y salí de allí un poco cabreado.

Mi pecado IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora