Sofía:
-¿Y si me ven así de arreglada no sospecharan un poco? -pregunté dando los últimos retoques al vestido plateado que había elegido para la ocasión.
Me recogí el pelo en un pequeño moño nada serio y dejé caer algunos mechones por delante.
-No creo, tenía que decirte que íbamos a cenar a un sitio muy elegante así que, cuela perfectamente -dijo retocándose el pintalabios. Siempre que podía le dejaba el mío, ese tono de rojo era el mejor para su tono de piel.
Cuando terminó me miró para que le diera el visto bueno y cuando examiné todo el conjunto y vi que estaba perfecta le sonreí de forma divertida.
-Ese vestido necesita un buen colgante -dijo observándome de arriba abajo.
-Lo sé, tráeme los que hay ahí dentro -Sally sabía muy bien que cajón era y sobre todo donde escondía la llave que lo abría.
Nada más tener todos los colgantes delante de sus ojos no pudo evitar soltar una bufido de fascinación.
-Siempre me impresiona ver todos estos colgantes, tu madre tenía un gusto exquisito -dijo con una sonrisa que enseguida se borró al darse cuenta de lo que había dicho. Me dolía hablar de mi madre, apenas habían pasado tiempo desde lo ocurrido.
Escogió el más sencillo de todos sin decir nada más y me lo alcanzó justo cuando el sonido de su móvil empezó a sonar.
-Ahora vuelvo -pronunció mientras salía por la puerta dejándome sola con la batalla de ponerme el colgante.
Hacía mucho que no tocaba aquellos colgantes, eran sus favoritos y de pequeña me decía que cuando fuera mayor ella me ayudaría a ponérmelos. Ahora esos pequeños objetos se habían convertido en mi tesoro personal.
Mierda, no podía ponérmelo.
Estaba tan centrada en mi misión que no me di cuenta cuando alguien entró a mi habitación y ese alguien no era Sally. Los dedos que me rozaron para coger la cadena no era el tacto de Sally, pero sin necesidad de levantar la mirada en el espejo supe de quién se trataba.
Me aparté de inmediato.
-¿Qué te crees que estás haciendo? -no lo quería cerca, además no le había pedido ayuda.
-¿No es obvio? Estoy intentando ayudarte -dijo con indignación hacia mi reacción.
-No te he pedido ayuda -escupí con malicia.
-Ya claro, se nota por la media hora que llevas intentando pasarlo -sus brazos se cruzaron por delante de su pecho con un tono de burla.
Podía yo sola, solo tenía que pillarle el truco, además ¿qué era eso de media hora? ¿Es que estaba espiándome?
-Así que estabas media hora espiándome -mi tono cambió a ser algo más de reclamación.
Sus pies empezaron a moverse con sigilo, cosa que hizo que mi sonrisa superficial fuera desapareciendo. En cuestión de segundos su rostro estuvo demasiado pegado al mío, tanto, que mi mente no podía procesar bien mis pensamientos.
-Sabes, es en lo único en lo que nos podemos llegar a parecer -susurró-. El quedarnos mirándonos el uno al otro por horas... como si de una especie de hechizo se tratara ¿verdad Sofía? -la gravedad con la que pronunció sus palabras tuvieron a mi mente controlada por un momento.
Mis labios se entreabrieron buscando desesperadamente un poco de oxígeno. Mis ojos bailaban de sus labios hasta la intensidad con la que me miraba.
¡¡Sofía vuelve al presente!!
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Mi pecado I
RomansaSofía procede de una familia muy adinerada, llena de apariencias y poder, pero recibe una llamada que intensifica sus peores pesadillas. No solo tenía que digerir la noticia de que su madre había muerto hace tiempo sino que su padre ahora iba a casa...