Capítulo 26

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Álex:

-¿Qué te pasa últimamente? Estás demasiado raro conmigo -toda mi atención volvió a estar en Rachel. Estaba a mi lado en la barra, pero hacía un buen rato que había desconectado por completo del sitio en el que estábamos.

-Estoy como siempre, sabes que soy así -pronuncié aquellas palabras sin mirarla al rostro.

-No, al parecer no sé muchas cosas -la rabia con la que soltó aquella frase hizo que mis ojos se centraran en ella. No entendía a que venía todas aquellas réplicas.

-Espera... ¿es por esa? Llevas toda la noche mirándola -estaba dándole demasiada importancia y no tenía ningún derecho de reclamarme nada.

-No vayas por ahí -no me gustaba hablar del tema y me cabreaba que me provocara tantas emociones que había adormecido con el tiempo y que me prometí no volver a sentir.

-¡Vete a la mierda Álex! -A penas me dio tiempo a pronunciar ninguna palabra más. Se precipitó hacía la salida sin más.

-¡Hey! -exclamó Ethan poniéndose a mi lado. Cuando vio mi rostro y la dirección de mis ojos en la puerta me preguntó-. ¿Ha pasado algo?

-Rachel -solo con eso tuvo suficiente. Él sabía cómo era y muchas veces como actuaba conmigo. Se creía que teníamos una relación y me había cansado de decirle que nunca más me volvería a pasar lo mismo.

-Oye me iba ya a casa, ¿te vienes? -era justo lo que necesitaba. Miré la copa vacía que sostenían mis manos y en lugar de quedarme para adormecer mis pensamientos me fui con Ethan. No servía de nada calentar mi cabeza con... ella.

Durante el camino hasta donde tenía el coche ninguno de los dos pronunciamos ninguna palabra. Los dos entendíamos que necesitaba silencio en aquel momento, pero todo cambió cuando un pequeño cuerpecito que conocía demasiado bien se precipitó hacia mí.

Aquella súplica me pilló desprevenido. No entendía que estaba pasando. Deshice el abrazo y cuando mis ojos se concentraron en la imagen que transmitía Sofía una profunda rabia empezó a quemarme por dentro.

Sus mejillas mojadas por las lágrimas, el vestido algo arrugado y... ¿Descalza? Había soltado sus zapatos cayendo así al suelo sin importarle lo más mínimo. El aspecto que tenía no era el mismo que cuando salí de casa.

-¿Qué ha pasado? -pregunté firme. No era capaz de pronunciar ninguna palabra, pero entonces lo vi.

Julio salía de la discoteca quedándose parado a unos metros de nosotros. Se acomodó la chaqueta del traje y no despegó la mirada de la mía.

Entonces lo supe. Solo me bastó retirarle un poco el pelo a Sofía para ver una pequeña herida en la mejilla. La rabia creció a un nivel que no pude controlar.

-Ve a por el coche -pronuncié duramente en dirección a Ethan. Mis ojos no se despegaban de Julio, los suyos tampoco de mí y su mirada dura contrastaba con su aspecto despreocupado.

Seguimos así, parados, con la mirada en el otro hasta que el sonido de un coche se paró delante de mí. Ethan ayudó a Sofía a entrar en la parte trasera sin dejar de temblar. Mis puños se cerraron aún más al verla en aquel estado y ver que no podían ponerle una mano encima para ayudarla sin que sintiera miedo me mataba por dentro.

Mis pasos decididos hasta la escoria de Julio no lo amedrentaron ni un poco. Se mostraba seguro con ese estúpido ego que siempre mostraba a todos.

-Vaya... así que prefiere irse con un... Harris -aquello último me llevó al límite. Escuchar como aquel apellido salía de su asquerosa boca y con la prepotencia con la que lo soltó me llevó a estampar mi puño en su rostro.

Mi pecado IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora