Al día siguiente Julieta llegó temprano a su oficina. Siempre trataba de evitar que las personas que la rodeaban se enteraran de sus problemas de salud, ya que pensaba que la miraban con lástima y esa palabra estaba prohibida en su vocabulario.
—¿Puedo pasar, licenciada? —Preguntó Rosy desde afuera de la oficina a la par de que tocaba la puerta.
—Claro. Entra por favor. ¿En qué te puedo ayudar?
—La buscan dos de los vigilantes de la entrada y su supervisor.
—De acuerdo. Hazlos ingresar a los tres. Ve al departamento de tesorería y pídeles que te entreguen los dos cheques que les pedí por la mañana, por favor.
Rosy acompañó al interior, a los empleados. Al salir de la oficina. Se dirigió a realizar el encargo de su jefa.
—Como no tengo suficientes sillas. Por favor pasemos a la sala a que tomen asiento y estén cómodos en lo que regresa mi asistente. Creo que ya saben para qué los cité aquí. ¿O no?
—Pues yo si me lo imagino licenciada. Aun así, le pido que no me corra. Tengo más de doce años en este trabajo. Una familia numerosa, la cual depende de mí.
Julieta iba a empezar hablar. Cuando entró la secretaria con los cheques y copias de estos.
—¿Le entrego los papeles que necesita, licenciada?
Preguntó a pesar de que ya sabía la respuesta, por lo que dejó las cosas en la mesita de centro de la sala de la oficina.
—Gracias Rosy.
Dijo Julieta inclinándose. Tomó los papeles para poder revisarlos. Necesitaba confirmar que todos estuvieran en orden.
—Estos dos cheques son para ustedes. Ocupo que firmen en las copias de recibidos, ya que es un requisito de tesorería.
Extendió ambas manos entregándoles a los vigilantes los papeles correspondientes de cada uno.
—Entonces, ya no podemos hacer nada para librarnos del despido, ¿verdad?
Preguntó el vigilante que solo tenía un año en la empresa, pero que aun así estaba feliz con su empleo.
—Están muy equivocados. Esto es un bono. Actuaron conforme al manual de la empresa. Tal y como yo habría esperado que lo hicieran. Nadie puede entrar a las instalaciones después de la hora de salida. Ustedes actuaron correctamente. Enferme de tal forma a causa de mi descuido. Nadie se había enterado de mi situación. Solo mi amiga. Lo único que me preocupa es que mi padre. Como bien todos habrán oído, se encuentra aún delicado de salud y no debe estresarse de ninguna forma. Necesito de la discreción de lo sucedido por parte de los tres, ya que no quiero que, por mi irresponsabilidad, él sufra una recaída.
—Claro, licenciada. Cuente con nosotros. Seremos discretos y no contaremos nada de lo sucedido ayer. Todos estimamos mucho a don Joaquín y lo último que queremos es que le pase algo al señor.
Los tres empleados estaban de acuerdo en que no se hablaría más del asunto. Los dos vigilantes y el supervisor se retiraron de la oficina de Julieta. Se encontraban muy agradecidos de que no se cumplieran sus temores de ser despedidos. Ella continuó con su trabajo hasta que timbró su celular.
—Bueno, Roberto.
Contestó Julieta tratando de fingir que no le molestaba recibir llamada de él. No podía creer que cada que tenía mucho trabajo las personas se encargaban de que perdiera el tiempo con charlas infructuosas.
—Hola amor. ¿Cómo amaneciste el día de hoy? Te extrañé mucho ayer. —Habló con voz melosa.
—Bien. ¿Y tú qué tal? —Preguntó Julieta por educación.
—Extrañándote. ¿Qué te parece que pase en una hora por ti?, para ir a tomar algo por ahí.
—Lo siento Roberto. Es viernes. Fin de mes, y como bien sabes estoy esperando el regreso de papá. Mi hermano viaja hoy también de Londres, ya que tenemos junta de consejo. Me da pena porque no creo poderte ver hoy tampoco. Es un día pesado, que terminará con una cena igual de difícil. Viene Cathy con la bebé, quiere quedarse en mi apartamento y tú sabes lo que mis padres piensan de las relaciones extramatrimoniales. No cometeré el insulto de hospedar a mi hermano y a su familia. Mientras que tú y yo compartimos mi habitación. Ya me imagino realizando tal acto impuro. Para después ser llenada de reproches por parte de mi mamá.
El último comentario lo dijo con cierta mordacidad, ya que no le agradaba que a sus veinticinco años su madre se la pasara juzgándola todo el tiempo.
—Pero si yo veo que les encanta nuestra relación. —Reprochó Roberto con tono de incredulidad ante lo dicho por su novia.
—Claro, pero no con que yo me acueste contigo. Mi madre es muy conservadora. Al igual que la tuya. Ya deberías saberlo. No por nada son amiguitas.
Aclaró Julieta para que su novio entendiera de una vez por todas la situación. Y continúo hablando.
—Por otra parte. Te anticipo que el sábado tampoco podré verte por la mañana. Está programado un desayuno ejecutivo con un proveedor. Al terminar tengo cita con las chicas, Sarah se encuentra impaciente por comprar ropa. Así que no dudo que nos arrastrará por todas las tiendas para completar sus diversos outfits de fin de semana. Porque Dios no permita que algunos de los invitados de tus padres puedan verla con algo fuera de moda. Ya que como bien sabes pasaremos todo el fin de semana en la casa de campo de tus papás.
—Bueno, puesto que soy desterrado de tu lado. Será mejor que te deje trabajar, para que puedas estar preparada, como te gusta. —Decepcionado y ansioso, colgó el teléfono.
Suspiró agradecida porque podría terminar la llamada de una vez.
—Gracias. Nos vemos el sábado por la tarde.
Julieta colgó el teléfono sintiéndose mal por lo distante que se comportó con Roberto. Aún no había pensado, cómo manejaría lo de que le pidiera matrimonio. Su mamá no se dedicaba a esparcir chismes sin fundamentos, por lo que tenía que mentalizarse a su inminente compromiso y futura boda.
El día pasó con normalidad para Julieta. Su padre llegó sin ningún contratiempo al igual que su hermano y se pudo llevar a cabo la junta de accionistas como se tenía previsto.
Al término de la reunión. Su hermanito, la bebé y Cathy pasaron la noche en su casa. Fue una charla agradable, ya que, a Joaquín, al igual que a ella, les gustaba que se respetase su forma de pensar y de actuar. Tal vez esto se debía a que los educó el mismo hombre con ideales fijos. Julieta lo tenía en alta estima, por el hecho de que era el único de su casa que no la trataba como a una niña diferente. Le ponía retos los cuales ella disfrutaba ganar.
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Amor Entre el Tiempo.
RomanceSueños, enfermedad, visiones, son las cosas que empiezan a moverte el piso, una sesión de hipnosis te hace descubrir que estás entre dos hombres, debido a tu reencarnación, a cuál elegirías: amor o lujuria.