40.- Encuéntralo y llámame

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Ella fue la primera en despertar, tenía hambre y eran las 10:30 de la mañana. Fue hacia el armario y para no levantar a Esteban haciendo ruido buscando ropa entre sus maletas. Tomó un bóxer, el cual le quedaba un poco flojo. No se le deslizó gracias a que sus caderas lo detenían. Se enfundó en la sudadera que estaba sobre el sillón junto a la entrada del baño, que su chico había llevado el día anterior. Respiró profundo llenándose de su aroma. Olía a mar con una esencia dulzona, pero no descifraba que era, solo sabía que le encantaba como todo lo que le pertenecía o se encontraba alrededor de Esteban.

Se fue descalza, con cuidado de no producir ruido al momento de abrir y cerrar la puerta de la habitación. Estaba tan concentrada evitando no hacer crujir la escalera con sus pisadas que se sobresaltó al saludo de los buenos días del profesor Erick.

—¡Por Dios, doctor! Casi me mata de un infarto.

—Disculpa Julieta.

Lo vio sentado en el sofá leyendo un libro. Se bajó las gafas para verla mejor de lejos. La muchacha se sonrojó por lo escandalosa que se había comportado la noche anterior, pensó en que, si el profesor se quejaba por su falta de consideración al proferir semejantes gritos de placer, moriría de pena en el instante.

—Lamento no esperarlos a desayunar, pero anoche salí a ver las estrellas y disfrutar de la botella de vino tinto que había descorchado. Imagínate lo inconsciente que me comporté. Terminé por tomármela toda, lo que provocó que me quedara dormido en la tumbona del porche. Gracias al universo que había salido con una cobija de lana o me habría congelado afuera. No estamos en invierno, pero siempre siento que hace frío. Al menos eso es para los que no somos nativos de este lugar.

Julieta agradeció mentalmente a Dios que al parecer él no los hubiera escuchado gritando como posesos del sexo.

—No se preocupe por lo de ayer. La verdad es que la noche estuvo muy loca.

—Tan loca que no volví activar la alarma de la casa cuando salí, pero todo es aprendizaje.

—Hablando de aprendizaje. No sé qué hacer de almorzar, ¿usted sabe cuál es el desayuno favorito de Esteban? Me gustaría cocinar para él.

—Siente una gran afición por los omelette con champiñones y queso. Siempre ha sido así por alguna razón. Cuando me hospedo con él, por consideración a mí no los hace, ya que sabe que los champiñones me producen un desagrado importante. Esto se derivó debido a que mi tía de pequeño me golpeaba sin parar con el fin de que los ingiriera. ¿Cómo vez querida? Soy un respetado psiquiatra que tiene problemas en superar sus heridas emocionales de la infancia.

»Lo siento, creo que ya te importuné con mi charla. Como te comenté, ayer no tomé una sabia decisión al beber sin control. Ahora me encuentro con resaca y la lengua suelta. ¿Te molesta si salgo a dar un paseo? De esa forma te dejo sola y así podrás preparar el desayuno perfecto a tu hombre.

—Adelante profesor.

Julieta se sintió incómoda, ya que le parecía que se veía mal Erick, como si ayer se hubiera desmoronado y estuviera ante los pedazos de un hombre roto. Le dio pena el estado en el que se encontraba, debido a que le agradaba su forma de ser y la paz que le transmitía.

—Por cierto, vi en el congelador del garaje que hay un empaque hasta el fondo con champiñones.

—Eso me facilitará el trabajo de buscar, gracias.

—Julieta, sé que tienes poco de conocerme, pero quiero que sepas que estoy listo en el instante que requieras de mí, con el fin de ayudarte en cualquier cosa. Así sea solo con la intención de charlar conmigo. Deseo que intentes considerarme un amigo, tal y como yo lo hago, desde que Esteban me habló de ti. —Extendió su mano entregándole una tarjeta de presentación con su nombre, teléfonos y dirección de su consultorio en España—. Espero no te parezca osado lo que te voy a pedir, crees que sería posible que me avises cuando descubras el paradero de Dante. Me refiero antes de que te reúnas con él.

—Le agradezco su interés. De verdad me agrada charlar con usted. He aprendido mucho en estos días, y claro que no hay problema en que le avise, si es que puedo encontrarlo, ya que también será un logro para usted porque me ha ayudado mucho a entender.

—Gracias, aunque no lo creas, me es importante todo lo que te suceda, como especialista, por lo que si gustas me puedes dar tu contacto de celular y así podría marcarte con la intención de saber que tanto has avanzado en tu búsqueda.

Julieta le dio su número y en cuanto timbró corrió a la sala donde había dejado su bolso la noche anterior con su cartera y teléfono. Guardo la tarjeta del profesor y su contacto. Antes de salir, le indicó donde estaba todo para cocinar y se puso manos a la obra. Mientras el doctor daba su paseo por la playa.

Subió todos los peldaños haciendo malabares con el desayuno de los dos. Contempló con una sonrisa el cuerpo desnudo de Esteban. Aún continuaba durmiendo y no era para menos, con todo el ejercicio sexual que tuvieron. Lo besó tiernamente con intención de despertarlo con dulzura. Él la abrazó al levantarse, colocándola debajo de su cuerpo, profundizando su beso. Julieta lo apartó empujándolo del pecho y habló rápido.

—Son casi las doce del día. Te preparé el almuerzo, ¿quieres que se nos enfrié?

—¿Me hiciste el desayuno?

—Sí.

—¿Y lo trajiste al cuarto?

—Sí. ¿No te agrada la idea?, o ¿por qué me preguntas tan sorprendido?

—Jamás nadie había hecho esto por mí. La verdad aprecio el interés.

Al escucharlo, Julieta se sintió única. Pudo darse cuenta de que a él le encantó el gesto. Lo cual hizo que se maravillara de las pequeñas cosas de la vida. Esos detalles podrían parecer intrascendentes para la mayoría. Pocos podían generar una satisfacción al sentirse importantes y mimados por otra persona.

—Si te soy sincera, jamás cocine intentando consentir a un hombre, por lo que espero que te guste, porque prácticamente corrí al doctor Erick con la única intención de preparar nuestro desayuno.

Él no dijo más, le dio una de sus sonrisas cautivadoras y le ayudó a llevar las cosas a la cama, ya que Julieta le había dicho con una risita tonta, que realizarían un pícnic "camestre".

Terminaron de desayunar. Se bañaron y alistaron todo con intención de llevar al doctor al aeropuerto. Esteban ayudaba a Erick a subir su equipaje en el maletero de su coche. Mientras Julieta terminaba de asear lo que había ensuciado por el desayuno, como vio que tardaban en ingresar se acercó a una de las ventanas que daban a la entrada donde ellos se encontraban hablando. Se decía que solo era curiosidad, que no era una entrometida. Se trataba de engañar así misma que estaba bien ser todo oídos. Mientras que se reprendía mentalmente se puso a fisgonear.

No fue mucho ni claro, pero escuchó como el doctor le decía a Esteban que le tenía que contar la verdad y que, si tardaba demasiado tiempo en hacerlo, entonces él entraría en acción y diría todo, debido a que era lo correcto. Esteban se molestó y empezó a caminar hacia la casa. Julieta se sobresaltó y corrió a la cocina, ya que moriría de pena si la descubrían husmeando.

Amor Entre el Tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora