29.- Encuentro o reencuentro

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Llegó al aeropuerto de Terranova y al cruzar la puerta de desembarque, vio a Esteban con una papeleta en la que estaba escrito su nombre con una hermosa letra.

Mientras caminaba al encuentro de su amigo. Julieta recibió un flashazo en el cual un joven tenía un letrero, solo que ahí se leía Alizeé. Ella le dio la mano y subió a un pequeño barco, al parecer pesquero. Sintió el aire helado, golpeando su rostro mientras se dirigían en la embarcación surcando las olas. Pensó que le parecía un lugar hermoso. El chico también era muy buen mozo, pero como ella era muy decente trató de no mirarlo mucho. A pesar de que sus ojos querían recorrer su rostro y figura. Su recuerdo se esfumó como la bruma, al escuchar a lo lejos una voz.

—Me alegra que por fin estés aquí.

Esteban la rodeó con sus brazos en un abrazo de oso. Ella posó su cabeza en su pecho, absorbiendo su fragancia y tratando de recuperarse por su visión.

Él la veía con un comportamiento raro, más; sin embargo, imaginaba que se hallaba exhausta debido al día que había tenido. Ahora estaba con él y haría todo lo que estuviera en sus manos para que se encontrara bien.

Julieta salió de su visión al sentir su cara contra el pecho de Esteban, su olor era inigualable, no lo podía describir. Era entre a mar y a hombre fresco. En las llamadas no le parecía tan alto, como en persona. De la forma en la que se encontraban parados, uno frente al otro, su cabeza apenas llegaba a sus hombros musculosos.

—A mí también me emociona el encontrarme aquí.

Julieta se separó de él, deseaba verlo a la cara. Se quedó impactada, era el muchacho más guapo que había visto. Sentía como si lo conociera de siempre. No sabía si era el hecho de que hablaran la mayoría de los días, prácticamente el día entero. La hacía cuestionarse si más que un encuentro era un rencuentro. Le parecía muy familiar el contacto que mantenían.

Se dirigieron al estacionamiento. Entraron en la camioneta de Esteban y no tardaron más de cuarenta minutos en llegar a su casa. Ella se sorprendió porque había dicho que quedaba retirado el aeropuerto de su hogar.

—No fue mucho el trayecto que hicimos en llegar a tu casa.

—No, solo estoy a media hora, si es que no hay tráfico. —Comentó con una sonrisa en los labios.

—Me mentiste.

—No exactamente. Recuerda que el tiempo es relativo. La verdad es que estaba ansioso de ir a recibirte.

—Tienes razón. Que sirva de algo Albert Einstein con su teoría de la relatividad.

Jully sonrió porque se pudo percatar de que en realidad él si se encontraba interesado en su persona. Al menos fue lo que le pareció.

Esteban se dirigió a la puerta del pasajero, la abrió tendiéndole la mano para que pudiera salir del carro.

Lo miró por el lapso de unos segundos, sin hacer nada. No entendía el porqué, quizás existía alguna extraña razón, pero no quería tener contacto con su mano. Sonrió y bajo del coche sin su ayuda. Esa acción hizo que se sintiera como una tonta cobarde. No entendía el motivo por el cual temía tocar su mano. No sabía que le pasaba, ya lo había abrazado en el aeropuerto con toda naturalidad; como si se conocieran desde hacía muchos años y estuvieran ansiosos del contacto físico.

Él se sintió rechazado. Tratando de no evidenciar sus sentimientos ante ella. Cerró la puerta y después del desplante se dirigió al maletero de su coche para transportar sus pertenencias.

Jully se acercó a él y le impidió con la mano que sacara su equipaje.

—Es mejor que no lo saques. Tengo una reserva en una posada cerca de aquí. —Le sonreía amistosamente para tratar de suavizar el rostro de inconformidad de Esteban.

—Como gustes. Solo debo de admitir que me siento decepcionado. Ya había dejado lista la habitación que ocuparías.

—Gracias. Lo cierto es, que a pesar de que pareciera como si tuviéramos años de conocernos. No es correcto que me aloje en tu casa.

—¿Y quién decide lo que es correcto?

—Hacia mi forma de actuar y conducirme, yo.

Esteban se acercó tanto a Julieta como si estuviera a punto de besarla y hablo en voz baja.

—Estarías a salvo. Mi mentor y colega se está hospedando conmigo. Te doy mi palabra que no trataría de aprovecharme de ti.

Julieta puso sus manos en su pectoral. Lo empujo para que no obstruyera su camino hacia la casa. Al pasar, por un lado, no pudo contener el comentario con una risa burlona.

—Yo a diferencia de ti. No puedo darte mi palabra, de que no intentaría aprovecharme de ti.

Los dos se quedaron sorprendidos, en especial ella, debido a que nunca era tan franca con sus pensamientos. Se avergonzaba de lo que había dicho, pero a la vez se sentía poderosa por poder expresarse sin temor ante él.

Esteban cerro el maletero de su coche y subió el sendero para abrir la puerta de su casa.

Al entrar a la estancia, encontraron al profesor sentado en la sala junto a la chimenea. Tomaba un café y leía un libro muy concentrado.

Se acercaron a él y se hicieron las presentaciones. Como ya era tarde, Julieta le pidió a Esteban si la podía llevar a la posada donde se hospedaría para descansar.


Amor Entre el Tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora