21.- El cofre del tesoro

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Julieta despertó de su estupor porque escucho a lo lejos el timbre de su teléfono. Se limpió las lágrimas, vio que el celular se encontraba en sus manos, tenía once llamadas perdidas de un número no registrado con procedencia de Canadá, según indicaba el aparato. Recordó que ella estaba hablando con Esteban. Devolvió la llamada al número, no sin antes guardar el contacto con su nombre.

—Hola, te pido una disculpa, lo cierto es que no sé qué me sucedió.

—¿Estás segura de que no sabes qué te pasó? O no, ¿quieres contarme? —Esteban vio que la persona que estaba esperando en el consultorio había llegado, por lo que le quedaba poco tiempo de charla con Julieta.

—No lo sé, es que todavía no proceso lo que me pasó, prometo contarte, pero en este momento me gustaría ordenar mis ideas.

—Estoy de acuerdo Jully, entonces nos ponemos en contacto más adelante, cuando sientas que puedes compartir tu experiencia, solo te pido que confíes por completo en mí, estoy muy interesado en que estés bien. Au revoir. —Se despidió en francés de ella y termino la llamada.

Al colgar el teléfono, Julieta sintió una cierta decepción porque Esteban le diera tan rápido el espacio que ella le había pedido. Reflexiono y pensó que se estaba volviendo loca. Tener sentimientos tan ambiguos no era propio de ella. Trato de no tomarle mayor importancia y pensó en todo lo que había visto en su recuerdo. Decidió enfrentarlo, era momento de ver que tan loca estaba en realidad.

Salió del apartamento. Se dirigió al supermercado que se encontraba cercano al lugar y compro lo necesario para poder realizar la caza del tesoro. No sabía que podría encontrar, quizás terminaba sin jardinera y no había nada. Comprendía que era importante para ella, bueno, lo era, al menos con los propósitos de su yo del pasado.

Entro a la terraza una decidida Julieta, la inspeccionó, al parecer no le realizaron grandes cambios, seguía siendo de material, solo la habían enjarrado y pintado. Las plantas eran otras, obviamente no se toparía con las que arranco la chica de su visión. Respiro profundo y pidió a Dios no equivocarse, con lo que iba a hallar o no. Tomo sus guantes nuevos para jardinería, saco con cuidado una a una las plantas que se ubicaban en la zona del lado derecho donde había visto que lo hacía la muchacha. Era una jardinera larga, ya que tenía el objetivo de servir de barandal para la pequeña terraza. Su función era evitar que se pudiera caer al abismo. Lamentablemente, eso no detuvo a la mujer del traje café a que se aventara de ese mismo lugar. Una lágrima rodó por su mejilla. No lo entendía, al parecer sus sentimientos estaban a flor de piel y cualquier cosa la ponía mal. Se limpió con el antebrazo y continuo con la tarea. Después de instalar las plantas con cuidado en cubetas, sostuvo una pequeña pala de jardinería y aflojo la tierra, y la comenzó a sacar. Movió una de las sillas de la terraza para colocar el costal y ahí deposito todo lo escarbado. Ya casi terminaba de vaciar la jardinera cuando el timbre del departamento sonó. Se extrañó, ya que nadie le pidió el ingreso al apartamento por el portero electrónico, por otro lado, no sabían dónde estaba. Corrió hasta la puerta. Se quitó uno de los guantes enterregados para abrirla y ahí se encontró con el dueño del condominio junto a una pareja.

—Buenas tardes, señorita Altamirano. —Saludo Jesús con cara de pocos amigos al observar cómo se encontraba su inquilina.

—Buen día, a todos. Qué precisión para llegar en este momento. —Julieta sostuvo la perilla de la puerta con fuerza y trató de tapar con su cuerpo cualquier evidencia de lo que estaba haciendo.

—Si... es solo que quise pasar a presentarle a sus nuevos vecinos, ellos estarán en el apartamento de abajo, por lo que ya no estará solita.

—Claro, Julieta Altamirano. Un gusto de conocerlos y bienvenidos. —Hablo amistosamente y asintiendo con su cabeza, ya que no quería soltar su mano de la perilla de la puerta.

Amor Entre el Tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora