Era temprano por la mañana cuando Eufrosina entro en la habitación de Julieta, corrió las cortinas y se puso a su lado hablando tiernamente y meciéndola para despertarla.
—Arriba dormilona, son las once de la mañana, sus papás ya se fueron y usted sigue durmiendo, le trajimos un rico desayuno.
Julieta abrió los ojos con una sonrisa y estirándose, para desperezarse.
—Gracias a las dos. María nos podrías dejar a solas, necesito hablar unas cosas con Eufrosina, por favor.
—Claro, señorita. Con permiso. —María se retiró del cuarto cerrando la puerta.
—¿Qué te pasa niña? Me asustas.
—No es nada malo. Eufrosina, solo necesito hablar contigo. Preguntarte algo; sin embargo, quiero que este asunto quede entre tú y yo. ¿Puedo fiarme de ti?
—Me asustas, mi niña. Claro que siempre podrás confiar en mí. ¿Qué me quieres preguntar?
—¿Cuándo estaba chica estuve corriendo arriba de una jardinera y vi que se suicidó una señora y me caí golpeándome la cabeza? ¿Es cierto mi recuerdo?
—Pues cuando estabas niña, una vez acompañamos a tu mamá con su dentista y tú corrías arriba de una jardinera, te caíste y te golpeaste el cráneo, cuando despertaste dijiste que viste a una señora caerse del tercer piso y que le salía sangre de la cabeza.
—Entonces. ¿Si pasó? —Se emocionó Julieta, ya que eso significaba que no estaba loca.
—Si te caíste. Lo de la señora no. Yo pienso que fue un fantasmita lo que tú viste. Eso te destanteo y pues te golpeaste. No será que se te volvió aparecer un fantasma y por eso te me pusiste malita. Eso te asusto tanto que casi te llevaba la muerte.
—¿Por qué dices que son fantasmas?
—Porque desde niña, cuando te sacaban al centro de la ciudad, luego tú contabas que observabas a dos señoras haciendo cosas. Yo pienso que son los difuntitos.
—No entiendo. De niña hablaba respecto a que veía situaciones o personas que no podían ver los demás.
—Sí, no siempre. En ese tiempo eras medio rarita. Decías cosas como de que ahí comprabas tela, de no sé qué tipo. La verdad hace tantos años y ya no me acuerdo de todo, pero, pues decías el nombre de la tela y como saber que no fueran imitaciones y de mala calidad, cosas por el estilo. Era muy raro, porque no vendían telas en el lugar. Sí, había una tienda, pero de otros productos. Tu mamá te callaba y no te dejaba hablar de eso. No, pues, si a ella le daba mucho miedo. Tu papá no decía gran cosa, pero también sé preocupaba. —Eufrosina se santiguó como si estuviera viendo un fantasma.
—Lo que te estoy diciendo, no se lo vayas a contar a tus papás, porque me corren mi niña. Lo raro se acabó después de que te golpearas tu cabeza esa vez. Yo les decía que te llevaran con Gozio un chamán muy poderoso de mi pueblo, para que te ayudara. Ella se enojó muchísimo conmigo y me dijo que si volvía hablar de cualquier cosa referente a eso me mandaría con Gozio pero sin un peso y despedida. La verdad como el golpecito te compuso, pues yo me quede calladita. Si ya empezaste de nuevo con las visiones, es importante que lo vayas a ver. No sea, que te me vuelvas loca.
Eufrosina fue al escritorio donde Julieta estudiaba cuando era joven, saco su celular y en un papel apuntó los datos del tal Gozio. Mientras que permanecía en su cama con toda la información recibida de golpe por Eufrosina. La verdad es que no recordaba nada de lo que decía. Si se lo hubiera contado hace un mes se habría reído de ella por su ingenuidad, pero en esos momentos se encontraba confundida y no sabía qué pensar, ni que hacer. Julieta rompió el silencio que reinaba en la habitación.
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Amor Entre el Tiempo.
RomanceSueños, enfermedad, visiones, son las cosas que empiezan a moverte el piso, una sesión de hipnosis te hace descubrir que estás entre dos hombres, debido a tu reencarnación, a cuál elegirías: amor o lujuria.