38.- Consuelo de tontos

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Se pasaron la tarde buscando en computadoras pertenecientes a la biblioteca. Se dividieron por etapas, ya que a pesar de que eran archivos digitales. Los titulares de esos años no se hallaban ingresados a la base de datos, por lo que buscaron la información entre todos los periódicos que se imprimían en Canadá en esos años. Encontraron la noticia del tsunami, pero solo se limitaba a relatar los daños ocasionados. Describiendo como se habían caído postes de telégrafos. Las casas completas fueron arrancadas de sus cimientos para terminar flotando en el mar, cuál velero sin rumbo. Hablaban de los muertos, pero solo generalidades, ya que al parecer en ese tiempo no proliferaba el amarillismo que hoy en día carcome a la mayoría de los seres humanos, que se encuentran ávidos de información. Sin importar la descripción de los sucesos. A causa de que lo único que interesa es que los datos sean expuestos con lujo de detalles. Sin tomar en cuenta lo grotesco que pueda llegar a parecer la nota.

Julieta desesperada se levantó para espabilarse. Como estaba molesta todavía con Esteban por su flirteo. Invitó a Erick a ir a la cafetería que se encontraba frente a la biblioteca en el campo de la universidad estatal. Se fueron los dos sin saber que en ese momento Esteban sería el ganador en la ruleta rusa de la información.

Encontró el obituario de Alizeé. De inmediato mandó el archivo a imprimir junto con los artículos referentes al desastre natural, el cual acabó con la vida de la francesa.

Pago al chico encargado de la biblioteca y entro al baño de hombres separando el obituario de los demás papeles. Lo dobló metiéndolo entre su cartera detrás de su tarjeta de crédito. Se sentía mal por ser mezquino, pero aún no se encontraba preparado para perder a Julieta. Sabía que tarde o temprano se tendría que hacer a un lado con la intención de que su mujer, pudiera ser feliz con su alma gemela. El universo se equivocaba a veces, ya que no debió de permitir que él se enamorara de ella tan profundamente. Se apresuró para evitar que regresaran a buscar de nuevo en los periódicos. No quería que ellos hallaran la misma información. Salió del lugar y vio que caminaban hasta él.

—¿Encontraste algo Esteban? —preguntó Julieta. Mientras se acercaba a la puerta donde esperaba parado.

—Lo mismo que ustedes. —Agito su mano con los reportajes impresos—. ¿No sé tu preciosa?, pero yo estoy cansado. Me gustaría ir a una taberna que se encuentra a unas calles de aquí. Comemos, tomamos alguna copa y así bajamos la tensión del día.

Todos estuvieron de acuerdo en detener la búsqueda. Llegaron a la taberna, donde finalmente descansaron, comiendo hamburguesas con papas y cervezas. Eso hizo que verdaderamente bajara la tensión que existía entre los tres, por lo que se relajaron. Pudieron apreciar sus pocos hallazgos de la investigación.

Lo que les quedaba del resto del día, se la pasaron hablando de cuando Esteban había sido alumno de Erick. Por lo general eran aspectos graciosos compartidos entre ellos y la clase que impartía el profesor en ese tiempo. A pesar de que Erick era Inglés, se mudó a Canadá para dar cátedra. Esteban era mexicano y había nacido en Guadalajara, al igual que ella. Los dos eran caballeros muy cultos e inteligentes a los que admiraba profundamente.

Julieta estaba recargada sobre su brazo, contemplando a Esteban. No se cansaba de verlo, quería ser capaz de guardar cada uno de los gestos de su hermoso rostro. Le parecía el hombre más guapo que había visto. Tenía unas facciones tan masculinas que la volvieron loca desde el primer momento que lo vio por videollamada. Reflexionó que en persona era mejor. No culpaba a la sosa de Carolain por sentirse atraída por él.

—Lo siento, pero el límite de cervezas que puedo beber para seguir funcional es de una y temo informarles que llevo cuatro. Creo que me agradaría volver a casa antes de que terminen cargándome entre los dos.

Amor Entre el Tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora