39.- Marcada con su esencia

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Llegaron a la casa. En cuanto aparco el coche, Julieta salió disparada hacia el pórtico, tratando de entrar, pero tuvo que esperar a que Erick llegara a abrir la puerta. La chica se introdujo en el hogar y sin decir media palabra. Subió a la alcoba de invitados que estaba lejos de la recámara principal, que era donde el dueño por obvias razones dormía.

Se recriminó por ponerse en ese papel de dependencia. Debía de haber evitado sucumbir a la tentación de hospedarse en la casa de Esteban. Ahora estaba invadiendo una habitación sin el permiso de su dueño. Cerró la puerta con seguro. Terminó recargándose, tratando de contener su llanto. No entendía qué le pasaba, de repente pensaba que estaba sobreactuando, debido a que ni cuando le puso los cuernos Roberto con una de sus mejores amigas, se había sentido tan destrozada, engañada y envidiosa.

Esteban sacó las maletas y la mochila de Julieta del coche. Entró a su casa con el ánimo por los suelos. Aun así, verificó que todo estuviera cerrado y en su lugar. Colocó la alarma y dio las buenas noches al profesor. Subió las escaleras.

Erick se encontraba en la sala con una copa de vino tinto en su mano viendo por el ventanal que daba hacia el mar. Ni se inmutó por la despedida de su amigo. Debido a que continuaba envuelto en sus cavilaciones.

Esteban entró a su habitación. Puso las maletas dentro del vestidor sin abrirlas. Inspeccionó el cuarto de baño buscando a Julieta. Al no encontrarla por ningún lado. Revisó: el estudio, la estancia de TV, la pieza que ocupaba en esos momentos Erick y el baño del pasillo. Cuando finalmente llegó a la habitación de invitados, constató que estaba ahí, ya que quiso girar la perilla, pero se encontraba cerrada con seguro. Decidió que no debía molestarla. En realidad, no sabía si había escuchado todo y no quería forzar la situación, por lo que se retiró a su cuarto y se dio una ducha rápida.

Esteban salió del baño con tan solo una toalla enroscada en sus caderas. Cuando entró al vestidor vio a Julieta parada frente a él sosteniendo su maleta. Se ruborizó, como si la hubiera descubierto robando. En un santiamén comprendió que era el momento de tomar al toro por los cuernos y decidió enfrentarla. Se negaba actuar como si no hubiera pasado nada. Si ella le pedía explicaciones, él se las daría. Le contaría la verdad sobre todo y que la bomba explotara de una vez.

—¿Quieres que hablemos?

Julieta negó con la cabeza y no dijo una sola palabra. Lo veía anonadada con los ojos dilatados. Ya lo había visto desnudo, pero en esos momentos le pareció muy sexy ver su figura torneada, llena de músculos, como si estuviera ante un modelo de revista. El pelo desordenado y aún mojado goteando por su cara, la desconcentraba.

Su atención se centró en como una pequeña gota recorría sus facciones masculinas, llegando hasta el final de su cara recién afeitada. La maldita cayó del mentón para acariciar sus pectorales musculosos. Ella sintió envidia, ya que tenía tentación de ser la gota. Así podría tocar su suave y torneado pecho. La perversa se desvaneció hasta llegar a la cintura baja, donde tenía anudada una toalla roja contra sus caderas. Así fue que Julieta tomó la tonalidad de la afelpada toalla con la que protegía su pudor Esteban. La chica se molestó, ya que había sido su culpa por posar sus ojos en un simple rastro de agua, que le ayudó a recorrer con la mirada todo el cuerpo del hombre con el que se hallaba molesta. No obstante, el enojo no le sirvió como escudo para que, con solo mirarlo, le provocara estragos en su cuerpo. Se sintió decepcionada de su persona y esperaba que, con el simple hecho de verlo, pudiera saciar la sed que ahora se había alojado en su boca. Lo cierto era que la sentía tan seca. Empezaba a parecer enferma, ya que tenía la temperatura elevada. Estaba roja, completamente sedienta y todo su cuerpo se sentía pesado.

—¿Me escuchaste Julieta?

Esteban se incomodó porque al parecer estaba empeñada en hacerle la ley del hielo. Lo veía con deseo, pero después de estar dándole explicaciones ella parecía un zombi. Dado que el hecho de haberse disculpado no le interesaba. Decidió atacarla.

Amor Entre el Tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora