32.- El diario de Alizeé

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Desayunaron delicioso en la cafetería del pueblo. Mientras esperaban a que les llevaran el postre. Julieta hablaba con sus padres para proporcionarles el domicilio del lugar donde se hospedaba y avisarles que se encontraba bien. Esteban decidió darle privacidad, por lo que se dirigió al sanitario de hombres. Reflexionó que era importante que él también hablara con su colega y maestro, el doctor en psiquiatría Erick.

—Buen día. ¿Qué tal amaneció?

—Bien. Dormí como un lirón. Ahora estoy desayunando, disculpa que no te esperara. Quiero estar listo para iniciar la sesión de regresión en cuanto llegues.

—La verdad me gustaría detener eso de la terapia por unos días. Sé que ya se encuentra próximo a retirarse a Inglaterra y España, a impartir los nuevos cursos. Es solo que creo que esto se me empezó a salir de las manos. No quiero cometer un error y perder lo que he ganado. Podría encargarse del paciente.

—Creo que es primordial ser sincero con la chica y contarle todo. En cuanto a lo otro, no te preocupes. Yo me ocupo del hombre. Solo que a él también le debes una explicación.

—No puedo por el momento. Juro que lo voy a hacer, pero en este instante no creo que sea prudente. Le pido que me otorgue un día de gracia. Ya mañana nos vemos y hablamos del elefante blanco en la habitación.

—¿Será posible que lo puedas solucionar todo hoy?

—No. Más necesito estar seguro, del camino que voy a seguir.

—De acuerdo. Solo quiero que tengas en cuenta lo que podría desencadenarse. Si sigues con el pensamiento de que el pasado no importa. Se...

—Disfrute su día profesor. Nos vemos mañana en mi casa temprano.

Esteban colgó su celular, sin dejar que su maestro terminara de hablar. A pesar de la aprensión que sentía por el tema que tocaron en la plática, se dirigió a la mesa con Julieta.

—¿Te encuentras satisfecha?

—Sí. Creo que es momento de partir. Me imagino que el doctor Erick nos espera para la sesión.

—De hecho, hablé con él. Pospuse la terapia hasta mañana. ¿Qué te parece si vamos a tu habitación a comenzar a traducir las cartas? Por supuesto que también el diario que encontraste. Capaz de que descubrimos el mapa de un tesoro perdido.

Comentó entusiasmado, a la vez que terminaba poniendo un mechón de pelo detrás de la oreja femenina. La veía y le encantaba todo en ella. Era una mujer hermosa, con la que se sentía completo. Nada más le parecía importante, cuando se encontraba a su lado.

—Estoy de acuerdo. No te conté, pero había comprado un diccionario de francés. Quiero que sepas que, en el aeropuerto, antes de abordar empecé a traducir las primeras páginas. Así es que de lo poco que recordaba del idioma, comencé con la odisea. De igual forma me gustaría que revisaras mi traducción. ¿Qué tal que confundo algo?, y a causa de eso no encontramos el tesoro.

Sonrió coquetamente. Mientras que con la mano le acariciaba la mejilla de forma cariñosa. Se sentía tan bien en su compañía. Le encantaba tocar su piel en cuanto podía. Debido a que cuando lo hacía, sus terminales nerviosas se alteraban. Era como si su cuerpo liberara una pequeña descarga de adrenalina. Si lo besaba, o las caricias eran subidas de tono. Sus extremidades comenzaban a vibrar por la anticipación, tal y como lo hace un adicto, cuando se encuentra frente a su dosis y tiene muchas horas de abstinencia. Julieta pensó que no sabría qué haría cuando se marchara de Canadá. Esperaba que su cuerpo y su necesidad de él estuviera saciada. De lo contrario pensaba que se tendría que recluir en un centro de desintoxicación. Sonrió para sus adentros al dejar volar su imaginación con todo eso, ya que se sentía como una adicta ansiosa por degustar los placeres prodigados por Esteban.

Amor Entre el Tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora