13.- Un nuevo comienzo

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Julieta comenzó a moverse de un lado a otro en la cama del hospital, el efecto de los calmantes estaba pasando y ella volvía en sí. No quería despertar. Las imágenes en las que podía apreciar a ese hombre de ojos azules, que se enfatizaban más por el castaño, con destellos rubios de su cabello. Él se acercaba tiernamente a ella y la besaba como jamás lo habían hecho, los dos se encontraban desnudos entre sábanas de algodón y era tan familiar, tan lleno de paz.

—¿Jully, estás bien? —Preguntó su mamá, que desde que la habían trasladado a una habitación no se separaba de ella.

Julieta escuchó que le hablaban a lo lejos, pero no quería ni podía salir del sopor que sentía.

—¡Señorita! —Gritó Olivia para llamar a la enfermera, lo cual hizo que se levantará Joaquín.

—Se mueve, mírela.

—Sí, señora, creo que está a punto de despertar. —Comentó la enfermera de guardia.

—Hija. ¿Me escuchas?

—Papá...

—Sí, Jully, soy yo. —El señor se acercó y tomó su mano entre las suyas.

Julieta abrió los ojos al sentir el contacto de su papá.

—¿Dónde estoy?

—Te encuentras en un hospital.

—¿No recuerdas nada de lo que te sucedió?

—No.

—Si me disculpan, le llamaré al doctor para que valore a la señorita Julieta. —Se retiró la enfermera a toda prisa.

No pasaron ni cinco minutos cuando entró un médico acompañado, con el maletín entre sus manos.

—Hola Julieta, soy Evaristo, tu internista. —Se presentó con cara optimista y una sonrisa en la boca, avanzando con su maletín en mano.

—Hola, ¿cómo está? —Preguntó Julieta amable.

—Estupendo. Aunque al parecer no tan bien, al igual que tú. En estos momentos necesito realizarte varias pruebas para verificar que todo se encuentre bien. ¿Estás de acuerdo?

—Claro. —Contestó Julieta con seguridad.

El doctor la revisó de arriba abajo, primero tomó su lámpara apuntando la luz a sus ojos para ver como reaccionaba. Con su pequeño martillo checó los reflejos, después sacó un abatelenguas y verificar el estado de su boca y garganta. Se sentía una niña, la hizo decir«a» mientras la revisaba, como si se tratara de un excursionista adentrándose en una cueva cavernosa. Le dio risa al recordar que de niña eso imaginaba cuando le inspeccionaban la garganta. Tiró el abatelenguas y tomó el estetoscopio para auscultar sus bronquios y sus latidos del corazón por minuto. Todo se encontraba a la perfección, de hecho el no escuchar sibilancias le parecía raro, ya que siempre se hallaban latentes, no con la misma intensidad de cuando se tiene una crisis. Esa enfermedad era un enemigo esperando al acecho de que su víctima se distraiga para atacar sin compasión. No encontró nada, después comenzó a realizar la siguiente fase de la prueba, revisar si había sufrido daño su cerebro, ya que temían que no hubiera recibido el suficiente oxígeno.

—Julieta. ¿Sabes dónde estás?

—En el hospital Cruz del Centro.

—Bien. ¿Entiendes cómo llegaste aquí?

—No.

—¿Qué es lo último de que te acuerdas antes de despertar en este lugar?

—Que fui con Alejandra a su casa.

—¿Qué sucedió ahí?

—No sé, tomaría una terapia con ella. Recuerdo que me acosté en un sofá y me quede dormida, después desperté aquí, con mis papás.

—¿Sabes si te dio a tomar alguna bebida, dulce o comida?

—No, claro que no. —Julieta miraba al internista extrañada, ya que le daba la impresión de que culpaba a su amiga.

Cuando el doctor seguía con su interrogatorio. Entró intempestivamente Roberto en el cuarto y corrió abrazar a Julieta. Ella sintió como cuando alguien se va de viaje mucho tiempo y regresa del extranjero ansioso del contacto con sus seres queridos.

—Hola Roberto, ¿qué sucede?

—En cuanto me aviso tu mamá que despertaste, salí corriendo del despacho para verte. No sabes el susto que me provocaste, te prohíbo ver Alejandra. Prométeme que no volverás a verla jamás, esa mujer pudo haber hecho que fallecieras. No sabes la angustia en la que hemos vivido tus padres, tu hermano y yo.

—Pero no comprendo el porqué te comportas de esa forma Roberto. Y tú no puedes prohibirme a quien ver, por otro lado, no entiendo ni J de lo que estás hablando, que daño me pudo realizar mi amiga. —Para Julieta, una mujer tan independiente, el que Roberto quisiera prohibirle alguna cosa, hacía que se le pusieran los pelos de punta, ya que no le parecía justo, ni razonable.

—Ella te indujo a hipnosis y algo resultó mal. Tú llegaste a la casa devastada, y no me lo puedes negar, yo te ayudé a cambiarte de ropa. Mientras que tú no parabas de llorar. En la madrugada comenzaste a tener una pesadilla, de esas de las que te hacen que despiertes con una crisis de asma, por lo que intente despertarte para que tomaras tu inhalador, más no pude. Vi cómo poco a poco dejabas de respirar, traté de darte el spray, fue en vano por lo que llamé a emergencias. Te dio un paro cardiorrespiratorio, por lo que comencé a proporcionarte los primeros auxilios. (RCP) Me encontraba desesperado, sentí que te me ibas.

—Yo no recuerdo nada de eso.

—¿Estoy en lo correcto, doctor Everardo, al decir que lo que le sucedió a Julieta se debió a la sesión de hipnosis que intentaron hacerle?

—La verdad es que no sé qué es lo que le provoco el incidente. Lo que, si te puedo decir, es que una causa probable para lo que le sucedió podría ser el estrés, o el estar recibiendo un cúmulo fuerte de emociones que no se controlan, aunado a la enfermedad crónica de asma bronquial que tiene Julieta, se les puede atribuir el que se provocase este episodio. Más no podría asegurar a ciencia a cierta si eso fue lo que lo inicio el incidente. Necesitamos realizar pruebas de todo tipo para evaluar el funcionamiento del cuerpo de Julieta.

—Pero estamos de acuerdo que tampoco negó que la hipnosis no fuera la responsable del suceso.

—Así es, no niego, ni afirmo nada.

—Yo creo Julieta, que no está de más el prestar atención a lo que tu prometido te dice. Verdad Joaquín que debe de ceder y no continuar con la amistad de Alejandra. Yo la estimo mucho, pero quiero más a mi hija. No estoy dispuesta que por caer en sus juegos la arrastre a una muerte segura. Lo siento por Cuquita. Desde que falleció, el padre de su hija no ha sabido manejar bien a la muchachita, y con Clemente, su nuevo esposo no sirve de mucho, pues ya no es una niña a la que se le pueda llamar la atención, o educar. ¿Tú qué piensas Joaquín? Dile algo ya que a ti sí te escucha.

—Yo, hija, solo te digo que no hagas más eso de la hipnosis, ya que al parecer no son tonterías como yo siempre he pensado. Por lo visto tu cerebro sí es susceptible a eso, por lo tanto, es mejor que no la practiques para evitar lastimarte de nuevo. Por otra parte, si quieres hablar con tu amiga, pues hazlo, al fin que ya tienen más de veintitantos años de conocerse, y jamás te ha hecho daño, siempre ha querido lo mejor para ti.

Julieta solo calló y vio, como toda su familia trataba de manejar su forma de pensar, o hasta con quién hablar o no. A lo largo de una semana le hicieron infinidad de pruebas, con las cuales pudieron determinar que su estado era excelente, de hecho, no había sufrido ningún daño o secuela, por el paro.

Finalmente, tomaron la decisión y la dieron de alta, pero como su médico no estaba seguro de que no tendría de nuevo un detonante que la llevara a tener otro episodio igual, o peor debido a un ataque de estrés. Le dieron dos meses de incapacidad, por insistencia de su madre, la cual su padre haría que cumpliera hasta el último día a si fuera contra su voluntad. También fue atendida por un psiquiatra,le recetó pastillas que le ayudarían a controlar su ansiedad y unas gotas de un medicamento para poder descansar, ya que en las noches por más que quería dormir no lo lograba.

Amor Entre el Tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora