7.- Maratón de compras

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Al día siguiente, después de su desayuno con el proveedor. Participó en el maratón de compras de Sarah por todo Guadalajara. Era una chica dura. La cual no se dejaba conquistar por cualquier tipo de prenda.

Julieta sonrió al pensar que, si Sarah fuera tan meticulosa para encontrar pareja. Como lo era al tratar de hallar una prenda de ropa. Su vida sería más estable emocionalmente.

Lo peor de todo, era que no solo buscarían atuendo para ella. También Ale y Julieta tendrían que conseguir la ropa ideal con la que pasarían el fin de semana perfecto.

—¡Sarah, por Dios! ¡Escoge cualquier vestido! ¡Estoy harta! ¡No puede ser que Ale y yo consiguiéramos todo lo que necesitamos y tú hasta ahorita no tienes nada definido!

Julieta habló con voz fuerte. Desde afuera del probador de uno de los almacenes más exclusivos del estado.

—Sarita. ¡Te advierto que llegué al límite de mi paciencia! Si no decides por un vestido de esta tienda. Te juro que tomamos nuestras cosas y te dejamos.

Ale trataba de tranquilizar a Jully, pero hasta ella, que se preciaba de ser paciente. Estaba al borde de la desesperación por causa de la indecisión de su amiga.

—¡Miren! ¡Creo que es el atuendo indicado!

Salió Sarah del probador. Viéndose al espejo. Daba vueltas para que sus amigas pudieran apreciar bien su figura de todos los ángulos.

Estaba encantada con un vestido blanco de tirantes. Que enseñaba más de lo que tapaba. Ella acostumbraba a vestir así. Era modelo de revistas. No es que fuera muy popular, o que viviera de eso. Sin embargo, la situación la volvía el centro de atención en su círculo social. O en cualquier lugar donde se dejará ver. Era una chica muy hermosa. No tenía por qué preocuparse de nada debido a que vivía del dinero de papi. Sarah siempre decía. Las rubias, esbeltas, altas y con ojos azules. Nunca pasarán de moda. Por esa razón constantemente tenía un séquito de hombres a su alrededor. Más sin, embargo, no la tomaban en cuenta para pedirle algún consejo.

Julieta observaba que todos la clasificaban como la típica mujer trofeo. Que era perfecta para presumir o pasar el rato. Nunca para nada formal. O que requiriera de su opinión. Eso le molestaba mucho a ella, pero a Sarah por alguna extraña razón le complacía ser tratada así. Siempre se decía que si su amiga estaba bien con eso. Quién era ella para defender lo que no quería ser defendido.

—¡Por supuesto! El corte del vestido te hace lucir una excelente figura.

Exclamaron Jully y Ale al unísono. Más por desesperación que por agrado.

—Estoy de acuerdo con ustedes. Seré la sensación de la velada. Me lo quito. Lo pago de inmediato para que podamos continuar con el recorrido.

Debido a que la comida sería de gala por la celebración del aniversario de los treinta y cinco años de casados de los padres de Roberto. Fueron a un salón para que las maquillaran y peinaran. Se cambiaron en el apartamento de Julieta. Ale fue la única que se fue en su coche, porque el domingo tendría que regresar antes por su cita con el doctor papito de ojos verdes, como lo habían bautizado.

Al llegar a la finca. Roberto salió a recibirlas. Abrió la puerta de Sarah, ya que no lo habría perdonado, de ser la última en ser atendida. Después saludó alegremente Ale. Al final se dirigió con Julieta. A la cual abrazó y besó efusivamente.

—¡Oh sea, Roberto, no seas vulgar, que estamos Alejandra y yo presentes! ¡Por favor controla tu macho alfa! ¡Qué asco!

Comentó Sarah con cara de querer vomitar y tapándose la boca con un pañuelo tratando de ocultar su repugnancia.

De inmediato Jully se puso roja de la punta de los cabellos a los pies. Bajó la mirada, disculpándose por los dos.

—Perdón.

—¡Oh sea! Sarah. No seas celosa. Solo porque un hombre no te presta atención. No quiere decir que eso lo convierta en vulgar. Además, con qué cara hablas. Yo me imagino que tú has realizado infinidad de vulgaridades con diferentes caballeros, como tú dices.

—¡Jamás he hecho vulgaridades con un hombre! ¡Eres una estúpida Alejandra del Refugio! ¡Claro, siempre te pones de lado de Julieta y la defiendes a capa y espada! ¡Que te den!

Se dio media vuelta echando chispas. Entró al lugar de la recepción para pedirle a uno de los sirvientes que sacara sus cosas del Tesla de Jully. Le exigió que las llevara a la habitación que le habían asignado.

—Ale, yo pensé que después de dos años no discutirías más con Sarah. —Comentó tristemente Jully.

—Lo que yo no entiendo es cómo te dejas mangonear con sus berrinchitos de niña envidiosa por esa idiota. Con permiso, voy a saludar a tus papás. —Alejandra fue a su camioneta a tomar sus maletas, para ingresar a la casa.

—Luly, no sabes lo que te extrañé. —Roberto la volvió abrasar. Pasando por alto lo que había ocurrido momentos antes.

—Yo también Ró. —Julieta abrazó a Roberto resguardando su cabeza en su pecho y dejando que la envolviera su aroma y calidez.

—Me encanta cuando me dices así. Me prende. Tenía demasiado tiempo que no me decías Ró. —Le habló al oído a Jully replegándose contra ella para que notara su excitación.

—Y tú también hace mucho que no me llamabas Luly.

Julieta pensó que no se sentía tan conectada con Roberto. Se daba cuenta de que era verdad lo que le decía su mamá respecto a que se dejaba engullir por la empresa como su padre. Era una mujer dedicada al trabajo. Tendría que poner de su parte para relajarse más y disfrutar de su tiempo con Ró.

—Creo que es momento de aparecer en la recepción de tus padres. De lo contrario se molestarán. Solo déjame tomar mi maleta.

—¿Cómo piensas que voy a permitir que tú hagas eso? Ahorita mando a un empleado para que se encargue de eso.

—Pero a mí no me cuesta nada sacarla del maletero y llevarla conmigo. —Comentó impacienté Julieta.

—Para eso pagamos servidumbre, ¿o no? —Refutó Roberto.

—De acuerdo. Entremos.

Comenzó a caminar. Estaba cansada de tratar de razonar con él. En esos aspectos se comportaba como su amiga Sarah. Julieta entró a la casa tomada de su mano.

Amor Entre el Tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora