Klaus.
Vivi años con un odio dentro de mí que podría haberme destruido por completo si le hubiera dado ese poder. Yo era una máquina de matar, lo sabía, había guardado mis emociones bajo llave y nunca nadie podría verlas realmente.
Excepto ella, con...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
En el presente, Ciudad de StormWhite.
—¿Te vas hoy? —me pregunta Bea.
—Así parece.
Ella me dio una mala mirada, después de todo, soy su jugetito asiático, como tanto le gustaba decir a las demás.
Aquí en la Cárcel, había tenido que dejar todo atrás, a la Allana de antes de lo que pasó. Me mira como si quisiera jugar otra vez, y sé lo que quiere, pero no voy a darselo. Afilo el cuchillo que pude conseguir por una de las guardias y con el que me he librado de varias aquí que creen que pueden usarme a su antojo.
Antes solía ser una chica tímida, introvertida y dulce. Al menos, así me describía la gente y mi madre, que dijo que me había puesto Allana porque mi padre biológico me amaba. Eso era lo único que sabía de él, ah, y que era asiático, porque no había fotos de él ni nada más que mi rostro en el espejo.
—¿Dónde voy a conseguir otra coreanita? —pregunto.
No la miré. Cada vez que la veía me daban náuseas por todo lo que había tenido que soportar para sobrevivir. Bea era hermosa, para alguien a quien le gusten las mujeres, a mí no. Sin embargo, tuvo que gustarme porque fue la única forma de poder sobrevivir cada noche sin que tuviera que estar despierta cada maldita noche para asegurarme de que no me apuñalaran.
—Seguro llegará otra.
—Pero tú me gustabas mucho —dice haciendo un mohín.
Si la hubiera conocido en otra circunstancia, habría pensado que era una chica dulce y coqueta. Aquí, era un monstruo, no solo para mí, sino también para cinco chicas más.
Y el resto, bueno, tenía que cuidarse la espalda y dormir con un ojo abierto toda la noche. Pero, lo malo de eso es que el agotamiento pasa la cuenta y cuando cierras el otro, no vuelves a abrir ninguno.
Muchos dicen que la cárcel de hombres es la más peligrosa, pero esta mujer, violaba, mataba a sus victimas y aquí estaba frente a mí, haciendo un puchero porque se irá su juguete favorito.
Ha matado chicas aquí adentro, pero eso nunca se sabe afuera. De todos modos, a nadie le importa lo que pase en estos lugares porque la sociedad nos repudia sin saber el por qué estamos aquí, ni saber la razón por la que tuvimos que hacer lo que nos condenó a pasar los peores momentos de nuestras vidas entre cuatro paredes.
—¿Qué puedo hacer? Cometeré otro delito para volver aquí.
Mi voz es sarcasmo puro, pero si hay algo que Bea no puede distinguir, es eso. Lo que me ha servido mucho y también me ha llenado de curiosidad. ¿Qué clase de trastorno no le permite darse cuenta?