Capítulo 16: Allana.

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Ese jodido orgasmo casi me voló el cerebro

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Ese jodido orgasmo casi me voló el cerebro.

Lo sentí subiendo desde los dedos de mis pies, hasta que explotó en mi estómago tan fuerte, que dolía. Tan fuerte que tuve que apretar los ojos porque por un momento sentí que era demasiado.

Nunca había tenido un orgasmo así de fuerte.

Nunca.

Quedé en la mesa, afirmada casi sin movimiento en mis extremidades. Sentía que en cualquier momento iba a ceder y terminaría en el suelo, y eso que nisiquiera habíamos estado en varias posiciones.

Dios, definitivamente había valido la pena.

Y definitivamente quería más.

—Lo conseguiste —dice él detrás de mí con la voz ronca. Miro por encima de mi hombro para encontrarlo mirándome fijamente con una intensidad con la que antes nunca me había mirado. Es decir, solía mirarme con rabia, pero ahora no está presente eso, más bien pareciera que está jodidamente confundido.

Y quizás, de esa misma forma debo verme yo.

Esto era lo que siempre había buscado, un orgasmo tan fuerte que me dejara marcando ocupado, pero no hubiera querido que Klaus hubiera sido el que lo hubiera logrado. Es decir, este tipo me odia prácticamente todo el día.

—Siempre consigo lo que quiero —digo dándole un pequeña sonrisa de medio lado.

Me doy vuelta y comienzo a subirme los pantalones justo en el momento en que la puerta de la librería suena cuando alguien intenta entrar.

Mierda.

Me van a despedir el segundo día.

Me arreglo más que rápido y camino hacia la puerta. Las manos me comienzan a sudar cuando veo que quien está detrás de ella mirándome como si quisiera matarme, es nada menos que Mason Cox.

Al menos voy a morir sabiendo lo que es tener un buen orgasmo.

—¿Por qué demonios la librería de mi mujer está cerrada cuando te he contratado específicamente para tenerla abierta? —me gruñe cuando abro la puerta.

—Es culpa mía, yo cerré la puerta porque fuimos a buscar unas cajas a la parte de atrás —dice Klaus detrás de mí.

Mason pasa su mirada hacia él y las comisuras de su boca se levantan solo un poco.

—¿Y las cajas?

Trago saliva cuando él me mira, porque su mirada es jodidamente intimidante y eso nadie lo puede negar. Miro a Klaus y definitivamente no trae nada en sus brazos. Cuando creo que todo va a ir mal, Mason sonríe de forma maliciosa y se acerca a Klaus colocando una mano en su hombro.

—Ah, hombre. Algo tiene este lugar porque uno siempre termina teniendo sexo aquí.

Abro los ojos sorprendida, y no puedo evitar pensar que quizás en la misma mesa, Mason haya apoyado a Venus. Igual que Klaus lo hizo conmigo. El grandote frunce el ceño y lo mira.

Perversas Obsesiones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora