Epílogo

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10 años después...

Allana.

—¿Disfrutas del silencio, mi amor? —le pregunto a Klaus. Él se ríe entre dientes.

—De hecho, sí.

—Debimos haberle dicho antes a Ryu que se lo llevara a dar una vuelta —digo ladeando la cabeza para mirarlo—. Una tarde recreativa entre sobrino y tío.

—Pensé que no iba a querer cuidarlo —confiesa riendo.

—¿Por qué no? Si es un pequeño adorable.

Klaus enarca una ceja.

—¿Por eso estás disfrutando tanto del silencio? —inquiere. Le doy una pequeña sonrisa.

—Tienes razón, es un muñeco diabólico —concuerdo.

—Tiene mis ojos, pero es todo mamá —se burla.

Hace cinco años, Klaus y yo quedamos embarazados. Y literalmente fue así. Mientras a mí me crecía el estómago, él tenía todos los síntomas de estar embarazada. Es decir, mucho vómitos y mareos. Fue bastante curioso de ver, porque yo creía que los síntomas solo los presentaba la madre. Al momento en que vi que mi período se había atrasado, solo pensé: aquí nos cagamos.

Me hice un test y salió positivo.

Me pregunté si realmente me sentía apta para tenerlo. Dos años antes había terminado las terapias y se supone que era normal. O lo más normal que podía ser. Tuvimos un niño, de cabello negro, ojos un tanto rasgados, pero de un color azul iguales a los de su padre. Eso sí que fue una sorpresa. Un niño con rasgos asiáticos y ojos de color azules. Aunque, claro, Klaus era el más feliz.

Según él, tenía demasiado de mí y muy poco de él. En mi opinión, yo fui la que lo llevó nueve meses dentro de mí. Pero como él también soportó los síntomas, bien podría haber salido de él, si se lo preguntas. Nuestro hijo, es un terremoto con un huracán y un tsunami en acción. Habían momentos en los que me preguntaba si estaba pagando algún karma.

Nuestro pequeño terremoto se llama Kai.

Kai Yamaguchi Smirnov.

Decidimos dejar en ese orden los apellidos, para que en un futuro no tuviera problemas en cuanto a su reclamo, aunque Kai siempre dice que se llama Kai Smirnov. Ahora mi nombre es Allana Yamaguchi Smirnov, porque sí, nosotros nos casamos, pero solo legalmente. No hicimos fiesta ni nada de eso, simplemente volvimos a la habitación y follamos como enfermos. Perfecto, si me lo preguntan.

Pero eso fue un año antes de saber que estaba embarazada.

—¿Ryu no ha llamado? —pregunta él.

Me enderezo en su pecho y le sonrío.

—Dejé nuestros celulares en silencio —confieso y él abre los ojos enderezándose.

—¡Allana!

Se estira para agarrar su celular.

—Si hay una emergencia real, entonces llamará a los chicos y ellos vendrán aquí —le digo para calmarlo.

Quizás no haya desarrollado muy bien mi instinto materno.

Al menos no como Klaus, porque él es ultraprotector con Kai. Yo creo que soy más liberal, es decir, lo dejo tomar sus propias decisiones y si se daña jugando o haciendo cualquier cosa, entonces le digo lo que tiene que aprender. Pero Klaus lo toma en brazos y le pregunta como diez veces si está bien.

Eso me pone caliente. Nada como ver a un padre protector.

—Además, ¿no disfrutas nuestro tiempo juntos? —pregunto pasando mi mano por sus pectorales duros mientras él mira el celular por si hay mensajes o llamadas.

Perversas Obsesiones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora