Capítulo 10: Allana.

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El gigante me iba a llevar a donde se suponía estaría a salvo

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El gigante me iba a llevar a donde se suponía estaría a salvo.

Pero él tenía toda la pinta de ser capaz de matarme de un solo golpe, y no sabía si estaría a salvo con él o no. Fácilmente podría matarme por el camino. Venus había sido más amable de lo que creí, me había ofrecido protección y ayuda para poder deshacernos de la mafia rusa y que yo lo pudiera matar.

No sabía si podía confiar en ellos.

Mason Cox no tenía reputación por ser benevolente, había escuchado muchas historias de él en la cárcel. Pero no tenía nada más. No podía yo sola contra la Bratva, probablemente me matarían antes de que siquiera me diera cuenta de ello.

Sentía tanta rabia, Davis definitivamente lo había jugado bien, y lo odiaba.

—Sube.

Frunzo el ceño ante su frialdad, aunque no debería sorprenderme. Subo a la misma camioneta de antes, pero esta vez en el asiento del copiloto. Klaus echa a andar la camioneta y me mira.

Siento como si sus ojos azules me estuvieran talandrando. Y no puedo evitar pensar que me gustaría que me taladraran otra cosa.

—Ponte el cinturón —ordena.

Frunzo el ceño.

—Deja de darme órdenes.

Enarca una ceja.

—Así hablo yo, no te estoy ordenando nada —dice y nuevamente vuelve a sonar como una orden.

Me giro hacia el frente mientras salimos de la mansión, hay muchos hombres armados y estoy segura que la seguridad debe ser mejor que en la casa blanca. Miro de reojo a Klaus y me quedo un poco embelesada con las venas que se marcan en su brazo. Se subió las mangas de la camisa cuando caminamos hacia la camioneta, pero yo no me había dado cuenta, o más bien no había querido mirar.

Ahora me arrepiento de haberlo hecho, y sobre todo cuando bajé hasta su mano que se apretaba en el volante con tanta fuerza que no pude evitar imaginarme cómo se sentiría su mano alrededor de mi garganta.

Comienzo a sentir calor, así que aparto la mirada rápidamente. Él no dice nada, pero creo que sabía que lo estaba mirando, no creo haber sido muy discreta.

—Llegamos —dice deteniendo la camioneta frente a un edificio que está en la parte más segura de la ciudad. Debe tener unos diez pisos, pero es malditamente lujoso. Me bajo de la camioneta y me quedo de pie frente al edificio porque pasar una noche aquí costaría más del dinero que tengo. Eso es seguro.

—No puedo —digo y me giro a mirarlo cuando rodea la camioneta—. No tengo el dinero para pagar esto, ni siquiera una noche.

Él rueda los ojos como si yo fuera tonta. Frunzo el ceño, es muy mal educado este hombre. Aunque bueno, por cómo luce no creo que tenga una buena educación en cuanto a modales.

Perversas Obsesiones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora