Capítulo 51: Klaus

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Seguro que no escuché bien lo que dijo

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Seguro que no escuché bien lo que dijo. Probablemente mi cabeza me esté jugando ideas raras. Porque como la mierda que la condición de Allana para ver terapia, es casarnos.

—¿Te está dando un derrame? —pregunta ladeando la cabeza.

Vuelvo en mí y la sigo mirando. Es tan difícil leer lo que pueda estar pasando por su cabeza.

—¿Cuál era la condición? —pregunto.

—Que te cases conmigo —dice encogiéndose de hombros—. ¿No quieres? Porque entonces no voy a esa terapia —dice de mal humor.

—Allana —le hablo seriamente—. ¿Te das cuenta de lo que me estás pidiendo?

Pone los ojos en blanco, pero me mira enojada. Esto sí puedo leerlo. Su ceño está fruncido y tiene un tick en la mejilla.

—Sí, Klaus. A diferencia de lo que crees, no estoy loca —me gruñe.

—Ya te dije que no estás loca, solo estás pasando por las consecuencias del encierro.

—Pues lo superé perfectamente bien, de otra forma, habría muerto al segundo día —espeta.

Demonios. Ya la había convencido. Ahora está molesta. No es que no me quiera casar con ella, en realidad nunca lo había pensado. Es algo que está directamente relacionada con la petición de Adren, estoy seguro.

—Nena, casarse es una decisión importante —le digo suavemente—. Tienes que pensarlo mejor.

Bufa. Sus ojos llamean de lo enojada que está. Pero también veo la vulnerabilidad que hay en ella. No es tan oscura como Mason cree, simplemente está pasando por un mal momento.

—¡Si no quieres casarte conmigo es cosa de que lo digas! —grita moviendo la cabeza—. ¡Odio cuando te andas con putos rodeos!

Cierro los ojos un segundo.

—Sí, quiero...

—Listo, iré a terapia —me interrumpe.

Hace un segundo estaba enojada, ahora está sonriendo, y me es imposible decir algo en contra de eso. Quedará así, luego si cuando esté mejor ya no piensa igual, no lo haremos. Estar a su lado de esta forma significa lo mismo para mí.

—¿Podemos hacerlo antes de irnos? Para celebrar —pide con ojos brillantes.

—Vas a terminar conmigo, ¿lo sabes? —inquiero moviendo la cabeza. Me divierte su petición, pero también me excita.

Me acerco a su cuello para empezar a besarlo. El olor exquisito de su perfume es como si fueran feromonas para mí, porque me vuelve loco.

—¡Kenji! —grita ella.

—¿Sí, señora? —responde el otro. Son prácticamente las sombras de Allana.

Van con ella a dónde vaya. Lo único que les falta es acostarse en la cama con nosotros.

Perversas Obsesiones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora