Klaus.
Vivi años con un odio dentro de mí que podría haberme destruido por completo si le hubiera dado ese poder. Yo era una máquina de matar, lo sabía, había guardado mis emociones bajo llave y nunca nadie podría verlas realmente.
Excepto ella, con...
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—Ahora vamos a envolverlo con un bonito lazo para enviárselo a nuestros amigos.
Sonrío a Mason que mira con una gran sonrisa el cuerpo mutilado del senador. El depravado más horrible que rondaba las calles de esta ciudad. Me pregunto si hizo eso con más chicas, probablemente. Allana subió a la habitación porque dijo que necesitaba un baño para sacarse la sangre de su cuerpo.
—Adren literalmente corrió a su casa —comenta Mason, riéndose.
—Finalmente está dentro del club de los domados, al igual que Klaus —dice Todd riendo.
Mason me mira divertido.
—Así como vamos, no quedará espacio para nada más.
—Seguro que el siguiente eres tú —espeto mirando a Todd. Él niega.
—No ha llegado la mujer que me tenga así de tontos como a ustedes —dice.
Mason lo mira con una ceja enarcada y se acerca a tocarle el hombro.
—No escupas, porque te va a caer directamente en la boca.
—No...
—Cuando menos te lo esperes llegará esa mujer que te va a poner el pene como un fierro y te va a tener cachondo todo el día —Mason siempre es tan explícito en sus palabras, aunque no veo fallas en su lógica.
Literalmente es así.
—Porque tú estés obsesionado con Venus, no significa que a mí me pase lo mismo —se defiende Todd.
—Me pasa lo mismo con Allana, y al principio hice lo que pude por resistirme a ella —confieso.
Ambos me miran sorprendidos por mis palabras. La verdad, no suelo hablar así de mi intimidad. Soy bastante frío y reservado, pero no tiene caso negarlo. Ellos son lo más parecido que he tenido a amigos.
—Pero el beso de Allana y Venus —dice Todd silbando—. Podría levantarle el pene a un muerto.
Muevo la cabeza y Mason ríe entre dientes.
—Ya la castigué por eso. No tiene mi permiso para seducir a otros ni a otras si no estoy ahí —Mason me mira.
Me encojo de hombros.
—Hice lo mío también.
Asiente conforme.
—Se siente el cuarteto —habla Todd. Pongo los ojos en blanco, pero no tengo que decir nada porque Mason le golpea la cabeza obligándolo a dar unos pasos hacia adelante por la fuerza—. ¡Oye!
—Primero me matan si vuelvo a dejar que alguien vea a mi mujer sin ropa —espeta Mason y sale del sótano.
Todd me mira y mueve las cejas como si estuviera a punto de contarme un secreto. Obvio que me quedo para que hable. Quiero saber. Ultimamente se me han pegado muchas costumbres de los chicos, como por ejemplo: lo chismosos que son.