Klaus.
Vivi años con un odio dentro de mí que podría haberme destruido por completo si le hubiera dado ese poder. Yo era una máquina de matar, lo sabía, había guardado mis emociones bajo llave y nunca nadie podría verlas realmente.
Excepto ella, con...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Agarro a Klaus y lo tiro hacia la habitación cuando ya hemos terminado la reunión. Por alguna razón siento mi pecho más ligero con la conversación que tuve con Yoshio. No creo que vaya nunca a llamarlo papá, porque todavía es un extraño para mí. Sin embargo, era imposible obviar el hecho de que él todavía amaba a mi madre.
Por otro lado, escuchar decir a Klaus que debíamos acabar con la Bratva, despertó algo primitivo en mí. Algo que nunca nadie había despertado. Él me sigue como si estuviera hipnotizado porque sabe perfectamente la razón por la que lo llevo hacia la habitación. ¿Se niega? Por supuesto que no. Él me desea con la misma fuerza que lo deseo yo.
Quiero más, necesito más.
Lo quiero todo de él: su cuerpo, su alma, su maldito corazón, su adoración, su amor... es abrumante, pero Klaus es el único capaz de hacerme sentir en calma y en completo caos a la vez. Apenas entramos a la habitación, él me levanta en sus brazos y yo enredo mis piernas alrededor de sus caderas. Inhalo su olor y casi podría emitir un gruñido.
Es tan mío.
Me pertenece.
Eso es lo único en lo que puedo pensar en estos momentos mientras me sumerjo en su cuello mordiéndolo con fuerza. Seguramente va a dejar una marca y todas sabrán que es mío. Un sonrisa se forma en mis labios cuando él gruñe. Le gusta.
—¿No te dejé satisfecha? —pregunta entre gemidos roncos.
Asiento con la cabeza.
—Siempre —digo subiendo con mis besos hasta su boca—. Pero te veo, te escucho hablar... me pone caliente verte en modo malo.
Klaus sonríe y me da un azote en el culo.
—Me parece perfecto.
Klaus me tira a la cama y yo dejo escapar un chillido por el inexistente aviso. Me tira tan fuerte que llego a rebotar. En un segundo lo tengo sobre mí sacándome toda la ropa como si estuviera desesperado por verme. Intento levantarme para sacarle la camisa, pero él me da una mirada de advertencia que provoca que quiera apretar mis muslos.
—Acuéstate con tu cara mirando hacia mí —exige.
Lo hago y él me empuja más cerca del final de la cama, de modo que ahora mi cuello cuelga hacia abajo. Sé perfectamente lo que va a hacer y mi boca ya está salivando por ello. Klaus me mira, en sus ojos hay un brillo animal que me hace apretar las piernas. Estoy desesperada porque me toque, pero para aliviar un poco acerco mi mano.
La agarra con fuerza y me gruñe.
—No —dice. Mi mano cae a mi lado y un gemido de protesta sale de mi boca. Él en cambio, se toma su tiempo para abrir la cremallera de su pantalón y sacar su pene justo en mi cara. Saco la lengua y puedo saborearlo un poco—. Abre.
Lo hago.
Klaus mete su pene en mi boca, así que tengo que abrir más si quiero que entre. La posición hace mucho más fácil que llegue hasta mi garganta y me es un poco incómodo el respirar. Sin embargo, estoy tan mojada que es probable que la cama ya esté húmeda.
Él no se lo toma con calma. No. Él me folla la boca como un animal, apenas dándome tiempo para respirar. La saliva mancha las comisuras de mi boca y mis mejillas. Lo único que se escucha en la habitación es el sonido de los chapoteos de mi saliva y los gruñidos de Klaus.
Qué bendición.
—Voy a correrme, y vas a tragar todo —exige.
Intento asentir, pero por la posición mi cuello se siente demasiado cansado. Klaus se corre justo en mi garganta y me cuesta tragar, pero lo hago.
—Eso es. Eres una buena puta —me halaga él.
Nunca había querido ser tanto la puta de alguien como quiero ser la suya.
—Gracias, amo —susurro apenas.
Prácticamente quedé sin voz, pero valió malditamente la pena. Ver la forma en que Klaus se estremece y se deshace es algo por lo que mataría. Sonrío cuando me da un azote en el culo tan fuerte que la mejilla de mi culo arde. Me gusta el dolor, lo abrazo. Él tira de mi cabello hacia atrás dejando mi cuello a su disposición.
—Me pones como un animal —me gruñe al oído.
Me abre las piernas con fuerza y me suelta para que caiga hacia adelante. Mi mejilla toca el colchón, y él se entierra de golpe en mí. Está presente el ardor, pero no hace que sienta menos ganas. Klaus es un animal, y coge como uno. Casi no alcanzan a salirme los jadeos de tan rápido y fuerte que me está dando.
Se detiene un poco y veo su mano en mi visión. Acerca su pulgar a mi boca y la abro para él.
—Chupa —ordena.
Chupo y él saca su dedo lleno de saliva de mi boca. Comienza a follarme con una calma horrible, pero que me permite sentir cada centímetro de él. Mis paredes se aprietan a su alrededor y él sisea. Quiero decirle que se mueva más, pero su dedo tanteando mi agujero trasero me sobresalta un poco.
Klaus sale completamente de mi cuerpo y vuelve a entrar de golpe justo cuando mete su dedo dentro de mí. Arde solo un poco, y no me quiero imaginar si fuera su pene. Nunca lo he hecho por ahí, pero el pensamiento de él poseyendo cada parte de mi cuerpo hace que yo misma eche mi cuerpo hacia atrás para recibir más.
—No eres completamente mía, puta —dice Klaus, asiento con la cabeza y él me azota el culo con su mano libre—. Cuando te folle este culo, lo serás y planeo hacerlo muy pronto.
Mueve el dedo adentro y afuera. Respiro hondo cuando intenta meter un segundo dedo. Quiero concentrarme en ello, pero el roce de su pene en mi interior, golpeando mi punto G, me lo impide. No he dejado de estar mojada y él lo sabe.
—Joder, estás tan apretada —comenta cuando su segundo dedo entra. Tomo otra respiración y gimo cuando lo siento escupir en mi agujero para lubricar sus dedos.
Klaus sube una de sus manos hasta mis tetas y aprieta con fuerza mi pezón entre sus dedos. Gimo fuerte y él acelera sus embestidas sin dejar de mover sus dedos dentro de mí. Sincronización perfecta si me lo preguntas, así que en nada grito cuando el orgasmo llega a mi cuerpo.
Mis piernas se sienten temblorosas cuando él sale de mí y me da vuelta tirándome al suelo. Agarra la parte de atrás de mi cabeza con fuerza mientras se masturba frente a mi rostro.
—Manos atrás.
Lo hago.
—Abre la boca.
Lo hago. Saco la lengua como si fuera una perra hambrienta por lo que él va a darme. Su media sonrisa me confirma que él también lo está pensando. No pasan demasiados segundo cuando se corre, pero no lo hace en mi boca, sino que lo tira todo sobre mi rostro. Cierro los ojos para que no me entre en ellos y saboreo lo que cayó en mi boca.
—Ah, que hermosa —dice con la respiración agitada—. Llena de mi semen como una buena perra agradecida.
Sus halagos hacen que mi pecho se expanda de orgullo.