Capítulo 9

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Debía salir de esa habitación o acabaría volviéndome completamente loco.

Era muy extraño el magnetismo que sentía mi cuerpo hacia el suyo.

Durante el camino de peregrinación, que había disfrutado de la charla con Eros y Harkan, y no me había dado cuenta de esa atracción hacia la rubia.

Subí a mi habitación para coger algo para cubrirme, y escogí una de las tantas camisas que los demonios habían comprado para mí.

Bajé de nuevo rápidamente las escaleras de aquel grandioso pazo en el cual debía permanecer, y justo al llegar a la entrada de este, dos mujeres, me miraban atentamente bajo la sonrisa de los dos demonios que allí también se encontraban.

Al bajar el último escalón, me paré a observarlas fijamente.

—Duque —se dirigió a mí Eros—. Ellas son Ágata y Leire, las amigas de Damara.

—Serán las próximas en participar en el ritual, ya que ambas están marcadas por el triple número —siguió diciendo Harkan.

Las observé más detenidamente.

¿Acaso todas las mujeres de ese entorno eran así de bonitas?

Cada vez estaba más contento de haber elegido el camino de retar a la meiga elemental.

—Encantado de conoceros —les dije con una media sonrisa.

Las dos se miraron y la morena de ojos azules cuchicheo algo a la otra.

—El placer es nuestro —me respondió la pelirroja mientras daba un codazo a su amiga.

—Será el tuyo —le dijo la morena—. Apártate Duque, quiero ver a mi amiga.

Pero bueno que mujer más descarada y valiente.

Sonreí, y los dos demonios también lo hicieron.

—Ágata no seas mal educada —volvió a hablar la bajita de pelo rojo.

—¿Maleducada yo? —le respondió la morena pasando ahora por mi lado para subir por las escaleras—. Si soy un encanto.

La bajita Leire, me miró y se disculpó con la mirada e hizo lo mismo que su amiga, siguiéndola escaleras arriba.

Cuando dejé de observarlas, los diablos sonreían tras el encuentro.

—¿Son miembros de este aquelarre? —pregunté intrigado.

Los dos confirmaron a mi pregunta con una afirmación de cabeza.

—¿Todas las mujeres de este clan son así de bellas y tiene ese carácter de auténticas demonias?

—Correcto —contestó Harkan divertido.

—¿Las vuestras también?

—Las nuestras son peores —dijo ahora Eros.

Los tres nos reímos por la respuesta.

Me gustaba esa afirmación, estaba convencido de que no me iba a aburrir en absoluto.

Nos adentramos en el gran salón de la casa y nos sentamos al lado de la chimenea, justo en unos butacones aterciopelados que decoraban aquella sala.

Estuve hablando con mis demonios un buen rato, poniéndome al día de todo lo que debía saber sobre esa familia y esas tierras.

Después, hablé con el padre de Damara y con su madre.

Me parecían buenas personas, y, sobre todo, descubrí que eran unos excelentes líderes de aquel poderoso aquelarre digno de admirar.

La Meiga Número 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora