Capítulo 29

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Tras haber pasado la mañana más estimulante, ardiente y excitada de mi vida, nos vestimos y nos dirigimos hacia el sótano para reunirnos todos de nuevo.

—No puedo creer que esté bajando a la reunión con este color de ojos —le comenté a Ciro que seguía mis pasos.

—Pues aún te quedan unas tres horas para que desaparezca.

—Qué vergüenza.

—¿Vergüenza por qué? ¿Acaso ellas son unas santas?

Me paré y lo miré sonriente.

—Ah no —me siguió diciendo dramáticamente—. A ellas se les ponen los ojos como el arcoíris cuando follan con sus maridos.

Le di un manotazo en el muslo con cariño mientras los dos reíamos tras lo que había dicho.

—Que sorpresa, hasta eres gracioso y todo.

—¿No pensarás que Ágata y tú sois las únicas mal habladas, no?

Negué con la cabeza mientras bajaba los escalones.

Ya escuchábamos el murmullo de los allí citados, así que me paré en la puerta y respiré hondo antes de entrar.

Él agarró mi mano y lo hicimos juntos.

Una vez dentro, todos se quedaron callados al observar a Ciro, pues sabían lo temido que era.

—Pues ya podemos empezar —dijo Eros.

—Madre mía Damara —dijo Leire sorprendida.

Todos posaron sus ojos sobre mí y observé como Meredith sonreía picara.

—Oh por la diosa Deva—decía dramáticamente Ágata—. Que puto asco dais.

—¡Ágata! —la regañó Leire.

—¿Qué? ¿Pero es que no la ves? Si parece poseída con ese color de ojos, pero la gracia es que sabemos que no es por eso, sino porque ha estado foll

—¡Ágata ya basta! —la volvió a regañar Leire.

—Lo peor de todo es que no me lo cuenta —dijo mirándome con los brazos en jarra.

Es que era una auténtica lianta, que vergüenza acababa de pasar

Era una pura descarada, pero me encantaba, porque yo era así también.

—Ya te tocará a ti ya quizá se te pongan a ti de multicolores cuando te folles a un elfo, porque estás muy salida amiga mía —le contesté burlándome mientras sonreía sentándome en el banco.

—No caerá esa breva ni los elfos me quieren —me contestó dramáticamente.

Nos sonreímos y ella me guiño un ojo.

La quería demasiado como para regañarle y reprocharle por sus palabras, ella era así y ya estábamos acostumbradas a sus comentarios fuera de lugar.

—Faltan Iris y Harkan —dijo Meredith dirigiéndose a Eros.

—Ya llegarán, solo aremos un repaso de nuestros avances —le contestó el demonio rubio.

—¿Novedades en el otro bando? —preguntó Ciro.

Los dos inmortales negaron con la cabeza.

—Yo quiero enseñaros algo —dijo de repente Leire.

Todos le prestamos atención.

Las personas que allí nos encontrábamos, dirigimos nuestras miradas hacia su persona, pues la pelirroja, había apoyado en la mesa un saquito color verde cacería de terciopelo donde transportaba sus preciadas runas célticas.

La Meiga Número 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora