Katia de Freire.
Así había decidido llamar a mi primogénita.
Nacida tan solo cuatro días antes de mi cumpleaños. Compartiendo juntas el signo zodiacal de elemento tierra como éramos los tauro y marcada como yo por el triple número. Y estaba segura de que ella iba a ser muy especial, puesto que en mi corta existencia, jamás había conocido a una bruja marcada por el número uno. Y en mi dinastía, ella sería la primera en llevarlo.
Estaba ansiosa por saber qué clase de poder tendría y como sería su personalidad. Pero a la misma vez tenía miedo por su crecimiento, pues al ser una criatura única en el mundo, nacida de una madre bruja y un padre infernal, no imaginaba como iba a ser su proceso de crecimiento.
Y esa incertidumbre la compartíamos todos en la casa. Los tres días siguientes intentábamos sacar conclusiones sobre ella, pues su padre era inmortal, pero ¿Ella también lo sería?
No nos quedaba otra que esperar su evolución y ver con nuestros propios ojos lo que el destino le tendría preparado a mi hija.
Iris y Harkan pasaron los días con nosotros y se despidieron la noche siguiente en la que finalizaba mi vigesimosexto cumpleaños.
Nos habían prometido visitarnos una vez a la semana como mínimo, pues no querían perderse nada sobre el avance de la pequeña.
Debían marcharse lo antes posible, ya que quedaba exactamente un mes para que se realizara el ritual de Ágata y ellos dos no podían faltar, puesto que eran los únicos que podían abrir las puertas del infierno de nuevo. Habían recalcado molestos que les costaría muchísimo hacerlo, ya que Meredith y Eros, no podrían asistir para ayudarlos.
Me dolía tanto no poder acompañar en ese momento tan especial a mi querida amiga, que tuve que derramar varias lágrimas al despedirme de ellos para desahogarme. Nos volvíamos a quedar solos, aislados del mundo, en medio de aquella aldea. Pero felices por ser uno más y por saber que esos dos inmortales que se marchaban, pronto estarían de vuelta para alegrarnos y hacernos más a menos los días.
Ese mismo día, era especial para mí, también se cumplía exactamente un año de mi ritual. Donde por primera vez, conocí a Ciro, y en el cual me di cuenta de que los demonios no eran tan malos y feos como siempre nos habían contado. Gracias a ese ritual que tanto odié en su momento, descubrí lo que era amar con toda mi alma a una persona. Y fruto de ese sentimiento, le daba gracias a la vida por haberme traído el regalo más grande que jamás pude imaginar, mi pequeña.
A las dos semanas de la marcha de Iris y Harkan, tuvimos la visita inesperada de Jeremy. Emocionado por conocer a Katia, nos regaló dos días maravillosos donde nos puso al día de todo lo que estaba pasando con aquel ejército infernal que nos buscaba. Hablemos sobre Ciro todos los días, pero el pelirrojo aseguraba que no sabía nada sobre su paradero. Y nos decía una y otra vez que si se enteraba de que había nacido una hija suya, estaba seguro de que haría arder este mundo hasta encontrarnos.
Disfrutamos mucho de su compañía y lo agradecimos. Volver a ver una cara conocida, después de todo, siempre nos venía bien para nuestro estado de ánimo.
Pero el mes pasó y volvimos a estar solos de nuevo. Admirando día a día lo cambiada y grande que se estaba poniendo Katia.
La madrugada del seis de junio deseé con todas mis fuerzas coger el teléfono y llamar a mi amiga para felicitarla por su veinticinco cumpleaños y desearle suerte en el ritual satánico que estaba a punto de realizar. Pero no podía hacerlo.
Así que me acosté en la cama gigantesca de mi dormitorio y saqué de la cuna a la niña para acostarla junto a mí.
Esa noche, las pesadillas volvieron a atormentarme. Inculcándome una y otra vez mi secuestro, pero sobre todo, recordándome a Ciro. Bombardeándome con miles de escenas en las cuales habíamos sido felices juntos.
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La Meiga Número 5
FantasiLa sociedad las creía extinguidas, pero las meigas siempre han estado presentes en Galicia. El aquelarre Zafiro, asentado desde hace milenios en el bosque da Fervenza, es un clan de hechiceros con una larga tradición y dinastía familiar, que esperan...