Final

8 1 0
                                    

Cuando regresemos a mi anhelado pazo, abrace fuertemente a mis padres. Mis tías y primos, estaban eufóricos por nuestro regreso, y las criadas y demás miembros del clan lloraban por la sorpresa.

Tras pasar la mañana presentándole a nuestro nuevo miembro del aquelarre, nuestra pequeña Katia, les expliqué con detalle todo lo que había sucedido durante ese último año.

Les comenté dichosa como la niña había nacido marcada por el triple número uno y les expliqué lo increíble que era su don.

Estaban contentísimos por tenerla allí con ellos y mis padres estaban como locos con su nieta. Sus vidas volvían a la normalidad ahora más felices que nunca por nuestra llegada.

Hablé detenidamente con mi tía Eva tras la traición de su hija Claudia hacia nuestro clan, pero lo único que obtuve de ella fueron llantos y rabia hacia mi prima, que acabó confesándome que no quería volver a saber de ella ni mucho menos que apareciera por el pazo.

También me di cuenta de que la casa estaba rodeada de encapuchados que se camuflaban entre la vegetación y vigilaban constantemente la propiedad ante posibles altercados. Eso me dejó más tranquila, pues sabía que esa gente estaba de nuestro bando y que nos protegerían con su vida si algo llegara a atacarnos.

Entonces supe que no habría mejor sitio para criar a nuestra hija, pues allí, siempre estaría vigilada y nada malo le pasaría.

Salí al exterior para volver a empaparme de la imagen de mi tierra querida y observé con felicidad la finca desde los escalones de la entrada del pazo donde tanto me había gustado estar siempre.

Pero entonces unos brazos silenciosos me rodearon y noté el beso más cariñoso en el cuello que nadie me había dado jamás.

—Bienvenida de nuevo mi loba.

—Gracias mi amor, no sabes lo feliz que soy en estos momentos.

—Lo sé, puedo sentir esa felicidad que invade tu alma ahora mismo —me dijo sin soltarme y apoyando su barbilla sobre mi cabeza.

—¿Sabes? Soñaba con volver a casa, pero tenía tan lejano ese sueño, que ahora mismo hasta me siento rara.

Él suspiró y besó con cariño mi cabeza.

—Has estado mucho tiempo fuera mi vida, creo que eso que sientes es normal.

—Puede ser.

—Si te sirve de consuelo —dijo ahora agarrándome por el pecho con un brazo, mientras que con el otro se apoyaba en el muro de piedra y pegaba su rostro agachado al mío—. Yo no quería volver a casa sin ti. Y cuando lo hacía, volvía a irme enseguida.

—¿A no? —le pregunté incrédula.

—No.

—¿Y eso por qué?

—Por qué estar aquí me recordaba a ti y no podía permitirme caer en la pena, porque ese sentimiento es el que me estaba invadiendo cada día que pasaba sin estar a tu lado, y sabía que si regresaba aquí todo mi mundo se iría a la mierda.

Me giré para mirarlo obligándole a que me soltara y apoyé mis manos en su pecho.

—Ciro

—Esto no era lo mismo sin ti.

—Eso ya pasó, ahora estamos juntos de nuevo, en casa, en nuestra casa.

Agarró mi cara con sus enormes manos tatuadas y acercó su rostro al mío.

—No puedes imaginarte lo jodido que he estado este tiempo —dijo mirándome fijamente—. No había un solo segundo del día que no recordara tus preciosos ojos verdes y tu sonrisa de bruja rebelde.

La Meiga Número 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora