Capítulo 13

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Pude dormir unas seis horas seguidas.

Pero me desperté justo una hora antes de la quedada que tenía planeada con mis amigos.

Volví a mirar el móvil para ver si tenía algún mensaje nuevo, pero no fue así.

Me estiré bien en la cama mirando al techo e intenté dormirme de nuevo. Pero no pude, mi cuerpo estaba extraño, descansado, y no podía volver a pegar ojo.

La música ya no sonaba, todo estaba en el más absoluto silencio, solo se escuchaban las hojas de los árboles moverse bajo las terrazas.

Me incorporé un poco más en la cama, apoyé mis codos en ella y enfoqué bien la vista en la habitación, pues estaba muy oscuro.

Pero no pude evitar dar un respingo y sentarme de golpe apoyando mi espalda en el cabecero de la cama seguido de un pequeño chillido.

La silueta que la oscuridad reflejaba me asustó.

Respiré agitadamente por el susto, mientras que él, me miraba con los ojos más vivos que nunca y sus brazos alzados agarraban la estructura de madera de mi cama.

Había corrido las cortinas que la adornaban para quedarse allí agarrado, justo a mis pies.

De nuevo estaba sin camiseta, luciendo en plena oscuridad los tatuajes iluminados.

Me tapé bien con la sabana y lo encaré.

—¿Tú me quieres matar o qué?

No me contestaba.

Estaba en silencio, sin quitarme ojo.

—¿Me estás escuchando? —insistí.

—Sí.

—¿Qué haces aquí?, deberías estar descansando.

—Los demonios no dormimos.

Dato apuntado.

No tenía ni idea de eso.

Que poco me había informado sobre ellos

—Pues vaya, no sabes lo que te pierdes.

Volvía a quedarse callado.

Al saber que era él, me relajé un poco, volví a estirar mis piernas, y me pasé los dedos por el pelo cepillándomelo para saber que estaba en condiciones.

—¿Qué quieres ahora Duque?

—Para ti soy Ciro.

Puse los ojos en blanco y me tapé con la sabana.

—¿Qué quieres ahora Ciro? —Volví a repetirle.

—Nada.

—¿Entonces por qué estás aquí? ¿Te gusta molestarme, no?

Pero el cabrón no me contestaba. Se quedó callado observándome. Y de repente, bajó los brazos de la madera donde estaba agarrado, y me retiró la sábana bruscamente.

Intente cogerla, pero fue imposible.

Hay mi madre estaba aterrada.

—¿Qué haces? devuélvemela.

—No —contestó ahora cruzándose de brazos.

Me senté mejor en la cama, y con la camiseta que llevaba, me tapé las piernas desnudas hasta llegar a mis pies, metiéndome entera dentro de la prenda.

—¿Esto siempre va a ser así contigo?

—¿Así cómo?

—Pues así viniendo a molestarme cada vez que te da la gana.

La Meiga Número 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora