Esa voz hizo que mi cuerpo temblara por el pánico. Los sudores fríos empezaron a apoderarse de mí y mi corazón estaba tan acelerado que estaba al borde de un infarto. Estaba aterrada, horrorizada, muerta de miedo e indefensa ante aquella bestia que me miraba fijamente mientras sonreía.
—¡No la toques o juro que arderemos todos! ¿Me oyes? —chilló Ciro con las venas de su cuello más marcadas que nunca y con los rojos más rojos que había tenido hasta ahora.
El fornido inquisidor ni siquiera se giró para contestarle, no quitaba ojo de mi persona.
—Tú me la vas a chupar cuando acabe de follármela a ella, y después, dejaré que admires como chillan las asquerosas brujas en la hoguera —le dijo sin mirarlo.
Tragué saliva y respiré agitadamente, incluso creía que empezaba a marearme de nuevo, pues ese ser era aterrador y sabía de boca de mi familia que esa secta era lo peor que nos había podido pasar a lo largo de la historia.
—Como le pongas una mano encima, vas a ser tú el que sufra la ira del infierno, hijo de puta —volvió a chillarle Ciro furiosamente.
—¿No me dices nada bruja? —me preguntó el verdugo.
No podía.
Estaba a punto de echarme a llorar.
¿Dónde estaba mi valentía?
Estaba bloqueada.
Aterrada.
—Dile a la traidora de Narine, que como le pase algo a Damara moriréis —lo amenazó de nuevo Ciro.
—La demonia Narine no manda sobre mí, cállate la puta boca demonio —volvió a contestarle sin mirarlo.
—Te estás equivocando Héctor —dijo la voz del señor oculto de la celda de enfrente.
—Cállate tú también viejo, si no quieres ser tú el primero en pisar el patio.
Pero cuando estuvo a punto de abrir mi celda para entrar a buscarme, el portón metálico de esa mazmorra volvió a sonar y unos pasos se encaminaban hacia nosotros.
La ansiedad me estaba matando.
¿Qué querían hacer conmigo?
¿Quién vendría ahora?
Por la diosa no iba a salir viva de esta.
—Comandante, ya está lista la sala —dijo una voz masculina muy familiar.
Entonces miré de nuevo a Ciro y este desde su posición estaba viendo a la persona que había hablado, y su rostro, cambió por completo.
—No puede ser —dijo entonces el Duque.
—¿Marcos? —dijo entonces la voz del señor oculto.
—¿Marcos? —pregunté incrédula.
Ciro me miró serio y no aparto los ojos de los míos.
No podía ser.
Aquello que estaba sucediendo era una pesadilla.
Pero entonces, la silueta encapuchada de aquel falso amigo se paró justo delante de mi celda y me miró sin ningún tipo de expresión.
—¿Cómo has sido capaz de traicionar a tu amiga de esa manera? —lo acusó Ciro.
—Eso a ti no te importa —le contestó Marcos secamente.
Mi pecho subía y bajaba agitadamente, no podía creer lo que veían mis ojos. Allí estaba mi amigo, el que tanto tiempo había pasado conmigo, el que tantos buenos momentos habíamos compartido en estos últimos meses pero ahora me había topado con la peor de las traiciones, mi querido Marcos estaba con ellos.
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La Meiga Número 5
FantasiLa sociedad las creía extinguidas, pero las meigas siempre han estado presentes en Galicia. El aquelarre Zafiro, asentado desde hace milenios en el bosque da Fervenza, es un clan de hechiceros con una larga tradición y dinastía familiar, que esperan...