Capítulo 38

5 1 0
                                    

Mi cuerpo se había congelado completamente tras ver lo que tenía ante mí.

Mi corazón latía tan fuerte que creía estar a punto de desplomarme en los brazos de Ciro que me agarraba fuerte de las caderas con una mano.

No podía creer lo que mis ojos veían.

Mi pecho subía fuertemente como si me hubieran arrebatado el aire de los pulmones.

Delante de mí, tenía la peor de las pesadillas.

Me dejé caer en el césped recién cortado de aquel patio abierto, y comencé a llorar sin frenos.

Sentí el asombro de todos los que me acompañaban al ver aquella imagen, y sentí como Meredith se agachó para abrazarme y consolarme por lo que estábamos viendo ante nosotras.

—Damara —me dijo en un susurro.

Volví a alzar la cara para observar bien aquella imagen.

Una imagen que no volveré a olvidar jamás.

—Suéltalos ahora mismo Narine —le ordenó Ciro a la demonia que se encontraba de brazos cruzados en medio del patio mientras sonreía.

Allí, en aquella especie de claustro al aire libre, se encontraba mi familia al completo. Atados a unos enormes y altos postes de madera preparados para ser quemados en la hoguera. Pero lo peor de todo, era que la hoguera de mi hermana Gina estaba ardiendo, y ella, ya estaba medio calcinada ante los sollozos de mi hermana Duna, mis padres, y mis tías. Mi antepasada y Harkan, me miraban con pena, pues sabían que acababan de destrozarme el corazón al haber quemado a mi hermana pequeña de aquella manera ante toda su familia sin poder despedirse de mí.

—¿Por qué tendría que hacerlo? Estas personas no me importan una mierda Duque —dijo vacilona la rubia.

Me levanté con las pocas fuerzas que me quedaban y di unos pasos hacia mi familia donde se encontraban a las espaldas de Narine.

—Eh, Eh, Eh —me paró la diabla levantando la mano en mi dirección—. Quieta ahí brujita. Si das un paso más los arraso a todos.

Con toda la impotencia de mi alma, chillé tan desgarradamente, que volví a caer de rodillas al suelo a pocos metros de ellos, apoyando las manos en el suelo.

—Jamás perdonaré lo que has hecho aquí Narine —dijo la voz de Ciro que me había seguido y estaba justo detrás de mi cuerpo.

—No espero que me perdones cariño. Tú y yo teníamos un pacto —le dijo ella seriamente—. Recuérdalo Duque.

—Yo no tengo nada contigo.

Ella rio sonoramente.

—¿Ah, no? —preguntó risueña—. Piensa. Recuerda las veces que me has dicho en la cama mientras disfrutábamos juntos que este mundo iba a ser nuestro. Que te unirías a un ritual para salir del averno y vivirías eternamente junto a mí. ¿O me equivoco?

Si estaba en shock, ahora lo estaba mil veces más.

Esa demonia acababa de decir que ellos dos habían estado juntos y que eran pareja. O eso me había parecido al escuchar esas palabras.

Miré a Ciro con la cara negada en lágrimas y él me devolvió la mirada seria.

—Tu misma lo has recalcado antes —le contestó mirándola fijamente—. Nunca te puedes fiar de las palabras de un demonio.

—Por favor Ciro no me hagas reír —le dijo ella sin apartar la vista de mí—. Lo dices porque tienes a tu bruja elegida indefensa ante el caos. Admítelo. Dile quien es la única dueña de tu alma. Dile quien es la única a la que amas. Dile por qué no me has matado antes, porque has tenido ocasión.

La Meiga Número 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora